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Ahora me voy al que me envió

El mundo necesita un aliento. Desde que nos levantamos escuchamos y vemos escándalos y malas noticias. Un gran ambiente negativo se esparce en la atmósfera. ¿Quién nos salvará?

Jesús dijo que tenía que irse al Padre. Nos prometió que nos prepararía una mansión. Nos dijo que era necesario que partiera pero que no nos va a dejar solos. Que nos enviaría una ayuda. Ahí está la clave.

El Espíritu Santo es el don que viene del cielo. Es el regalo de nuestro Padre Dios que nunca está lejos. Siempre cercano. Siempre presente. Jesucristo se fue pero volverá. Él se queda entre nosotros mediante su espíritu. ¡Qué alegria saberlo!

Pidamos al Señor su ayuda y asistencia. Cristo nos ama y quiere habitar nuestros corazones mediante su espíritu. ¡Ánimo!

Leer:

Jn 16,5-11: Si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- «Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?” Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré.

Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado., de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado.»

Él dará testimonio de mí

Dios nunca nos deja solos. Podemos sentirnos abandonados en algún momento pero ese sentimiento no corresponde a un cristiano que sabe, por su experiencia, que el Señor está siempre presente en su vida.

Tras la muerte y resurrección de Jesús, se nos envió una ayuda adecuada, un defensor, una asistencia celestial; que fue el Espíritu Santo que funge como nuestro abogado y defensor ante los ataques del demonio. Hoy podemos decir con toda la Iglesia que no estamos solos. Tenemos la ayuda que viene de Dios. La fuerza para enfrentar todos los problemas que tendremos hoy. El Espíritu de Dios nos cuida y vivifica. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,26—16,4): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho».

Lo que os mando es que os améis los unos a los otros

El primer mandamiento de todos es el amor. Dice la escritura que si no tenemos amor… es como no tener nada. El amor es la base de todo lo que existe y de cualquier relación humana. El mundo no existiría sin amor.

Jesucristo, al darnos como testamento dicho mandato, nos invita a seguir sus pasos. Él nos amó dando la vida por nosotros. En la cruz mostró el verdadero rostro de Dios que consiste en la misericordia y el perdón.

¡Ánimo! Hoy es un día para amar en la dimensión de la Cruz. Hoy es un día para amar como Dios nos ha amado.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,12-17): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».

Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre

En Jesucristo podemos contemplar el rostro de Dios Padre. Él nos muestra el amor de Dios que se entrega a todos por igual, no importando sus pecados, nuestros pecados.

Al levantarnos todos los días, necesitamos que alguien nos anime y nos inspire. Muchas veces el día a día nos deja cansados y agobiados. ¡Tantas cosas por hacer! ¡Tantos proyectos que salen bien y otros tantos que salen mal! Vivir es un gran desafío, sobre todo en estos tiempos de tanta prisa y ocupación.

La buena noticia es que tenemos la oportunidad de permanecer en Dios a través de Jesús. Él nos da La Paz y fortaleza para seguir adelante. ¡Ánimo! En el Señor puedes vencer todas esas dificultades que enfrentarás. ¡Adelante!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 14,6-14): En aquel tiempo, Jesús dijo a Tomás: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».

El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante

¡Permanezcamos en su amor! Estar unidos a Cristo es estar en el amor de Dios. ¡Oh cuántas veces estamos lejos de su abrazo amoroso y misericordioso!

Estar en el amor es perdonar, excusar, hablar bien de los demás, se paciencia y comprensivo, nunca considerarse superior al prójimo; en fin, cosas muchas veces distintas a lo que hacemos todos los días. ¿Piensas que te han hecho algo malo? ¡Perdona! ¿Estás hablando mal de tu jefe o de alguien! ¡No lo haga y pide perdón! ¿Te sientes solo y que nadie te quiere? ¡Ora todos los días y hazlo bien! En definitiva, permanecer en el amor de Dios es amar como Cristo ama.

Hoy tenemos una invitación muy seria a través de la Palabra de Dios. Pon en práctica la palabra. De nada sirve leer o escuchar sin hacer. La resurrección es un hecho, no una teoría. Participemos del amor mendicante el reconocimiento profundo que debemos amar como hemos sido amados. Esa es la perfecta felicidad.

Leer:

Jn 15,1-8: El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador.

A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca,

y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado;

permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos;

el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante;

porque sin mí no podéis hacer nada.

Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros,

pediréis lo que deseáis, y se realizará.

Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

¿No es el hijo del carpintero?

Todos nosotros tenemos derecho a un trabajo digno. Nuestro Dios, en su afán creador, hizo todas las cosas y las puso a nuestros pies. Ya desde los inicios, mandó al hombre él deber sagrado de trabajar y ganar su sustento con el sudor de su frente. Por tanto, es mandato divino.

El Papa Juan Pablo II desarrolla una hermosa Teología del trabajo en su carta encíclica Laborem Exercens. Recomiendo su lectura. En ella se muestra el don inmenso con que Dios nos ha bendecido al darnos fuerza, inteligencia y capacidad para “hacer productiva la tierra”.

Dicho todo esto, mis queridos hermanos, vivamos el trabajo como una bendición. Celebremos el que muchos puedan pueden trabajar y oremos por aquellos, que por causas ajenas a su voluntad, están sin labores. Pidamos el Señor para que en su gracia bendigamos por todo, incluyendo por el don inmenso de poder trabajar. ¡Ánimo!

Leer:

Mt 13,54-58: ¿No es el hijo del carpintero?

En aquel tiempo, fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada:

-¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso? Y desconfiaban de él.

Jesús les dijo:

-Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta.

Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe.

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida

¡Hay tantas propuestas de felicidad en este mundo! Expertos, profetas e innumerables personas que dicen conocer el secreto de la felicidad. Lo que sí es cierto, es que esto produce una cierta ansiedad en las personas. ¿Cuál es el camino verdadero que debemos tomar? ¿A quien debemos hacer caso frente a tantas alternativas que podemos tomar?

Jesús nos dice que no tengamos miedo. Él nos muestra el camino de la verdad para darnos la vida mediante su amor. No hagamos caso a tantas propuestas falsas que se ven en los medios de comunicación y en los ambientes donde nos movemos. ¡Ánimo! Miremos a Cristo y expertos experimentos su acogida y protección.

Leer:

Jn 14,1-6: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, «estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»

Tomás le dice:

- «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»

Jesús le responde:

- «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí.»

Vosotros sois la luz del mundo

La luz del mundo es Cristo. Esa es la gran novedad del cristianismo. Todos aquellos que sienten vivir en las tinieblas, por algún sufrimiento que tengan o situación de crisis existencial, puede acercarse a Jesús y su vida quedará transformada totalmente.

Precisamente esa transformación nos convierte en testigos veraces del amor de Dios. Nos hace ser reflejos del amor de Dios. La luz que podamos mostrar no es nuestra. Es la naturaleza de Dios, que habitando en nosotros, puede mostrar al mundo que en medio de la precariedad de nosotros, se puede dar el amor.

Estamos llamados a amar a los demás, dando la vida, perdonando y amando a nuestros prójimos como lo ha hecho Jesús en la Cruz. Somos luz en la medida que mostramos el rostro amoroso del Señor. ¡Ánimo!

Leer:

Mt 5,13-16: Vosotros sois la luz del mundo.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

–«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero sí la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?

No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.

Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación

Todo aquel que ha tenido un encuentro personal con el Señor, tiene como consecuencia natural, un deseo profundo de testimoniar ésta experiencia a todos los que le rodean. Es tan grande y significativo conocer a Jesús, que no nos podemos quedar callados ante semejante manifestación del Señor. Hemos sido llamado para ser testigos del amor de Dios.

San Marcos y demás evangelistas, apóstoles y discípulos de Cristo, desde muy temprano, salieron a predicar el evangelio. Era algo propio y natural de un cristiano el anunciar la buena noticia igual como hizo el Maestro. No podemos ser egoístas y quedarnos con esta experiencia en nuestro corazón sin compartirlo con los demás.

¡Ánimo! Estamos llamados a predicar el evangelio de todas las formas y en todos los ambientes. ¡No tengas miedo! Dios estará con nosotros hasta el fin del mundo.

Leer:

Mc 16,15-20: Proclamad el Evangelio a toda la creación.

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:

«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban

Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna

Dios ha enviado al mundo a su único hijo para que diera la vida por nosotros. En Jesús podemos conocer a Dios, porque son perfectamente uno. ¿Qué nos muestra Jesucristo de Dios? La naturaleza divina. ¿En qué consiste esta naturaleza? En el amor.

Escuchemos la voz de Dios que nos dice, mediante Jesucristo, que nos ama y quiere que seamos felices. Esta voz, en el día de hoy, se manifestará de muchas maneras. Quizás en acontecimientos que no nos gustan mucho. En otras ocasiones en momentos de felicidad o paz. Lo importante es estar atentos a la manifestación gloriosa de nuestro Dios que nos habla a través de la historia siempre nos dice que nos ama. ¡Ánimo!

Leer:

Jn 10,22-30: Yo y el Padre somos uno.

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:

- «¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente.»

Jesús les respondió:

- «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.»