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No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos

Grandes pensadores católicos de nuestro tiempo han hablado que estamos viviendo un proceso de crisis de Fe. Todo ello causado por una pérdida del sentido de lo cristiano o sagrado. La gente ya no cree. ¿Por qué? Una de las razones que se dan es que los que estamos llamados a ser signo de luz para que otros crean en el Señor, no lo somos. En otras palabras “la sal se ha desvirtuado”.

Cuando uno de nosotros, lo que decimos que somos cristianos militantes, actuamos de una manera que escandalizamos, hacemos muchísimo daño. La frase natural y común es: “¿y esté no es supuestamente cristiano?”. ¿Cómo es posible que teniendo Fe nos peliemos con los vecinos, debemos y no pagamos o somos tan corruptos como cualquiera. ¡Eso no es posible!

Mis queridos hermanos, hoy más que nunca es necesario ser cristianos de “pura raza”. El Señor nos llama a ser sal y fermento de la tierra. Que nuestras acciones sean de un verdadero cristiano que basa su vida en el amor y el perdón.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,21-29): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’. Y entonces les declararé: ‘¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!’. 
»Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».
Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas.