Las parábolas de las escrituras se nos presentan muchas veces como enigmáticas. En algunas ocasiones se presenta a Dios como un ser lleno bondad y en otras como severo y vengativo.
Jesús dice que el Reino de los Cielos es como un noble que marcha y le entrega una “minas” a siervos para que la pongan a “producir”. Parece que dicho noble no era muy querido entre su pueblo. La realidad es que dos de tres pusieron a producir sus minas. Sólo uno no lo hizo. ¿Cuál es la enseñanza?
Las “minas” son símbolo de lo que Dios nos ha dado, y ¿cuál es el bien más importante que el Señor no has dado? ¡Al mismísimo Jesucristo! Y ¿cómo se pone uno a negociar con esa “mina”? Perdonando, excusando, sirviendo; en definitivamente, ¡amando! Estos frutos del espíritu son los frutos de estas “negociaciones con las minas”. Hemos recibido amor, devolvemos amor. El gran amor, que es Jesús, produce mucho más amor. Es el “negocio del siglo”.
Hoy el Señor nos invita al amor. El que ha sido amado mucho, está hoy invitado a amar mucho. ¡Ese es el centro del evangelio!
Leer:
Texto del Evangelio (Lc 19,11-28): En aquel tiempo, Jesús estaba cerca de Jerusalén y añadió una parábola, pues los que le acompañaban creían que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro. Dijo pues: «Un hombre noble marchó a un país lejano, para recibir la investidura real y volverse. Habiendo llamado a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: ‘Negociad hasta que vuelva’. Pero sus ciudadanos le odiaban y enviaron detrás de él una embajada que dijese: ‘No queremos que ése reine sobre nosotros’.
»Y sucedió que, cuando regresó, después de recibir la investidura real, mandó llamar a aquellos siervos suyos, a los que había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. Se presentó el primero y dijo: ‘Señor, tu mina ha producido diez minas’. Le respondió: ‘¡Muy bien, siervo bueno!; ya que has sido fiel en lo mínimo, toma el gobierno de diez ciudades’. Vino el segundo y dijo: ‘Tu mina, Señor, ha producido cinco minas’. Dijo a éste: ‘Ponte tú también al mando de cinco ciudades’. Vino el otro y dijo: ‘Señor, aquí tienes tu mina, que he tenido guardada en un lienzo; pues tenía miedo de ti, que eres un hombre severo; que tomas lo que no pusiste, y cosechas lo que no sembraste’. Dícele: ‘Por tu propia boca te juzgo, siervo malo; sabías que yo soy un hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré; pues, ¿por qué no colocaste mi dinero en el banco? Y así, al volver yo, lo habría cobrado con los intereses’.
»Y dijo a los presentes: ‘Quitadle la mina y dádsela al que tiene las diez minas’. Dijéronle: ‘Señor, tiene ya diez minas’. ‘Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí’».
Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén.