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El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán

Todo pasa. Vanidad de vanidades, todo es vanidad. La juventud, riqueza y salud son realidades perecederas. Terminan en esta vida. Todos un día vamos a morir, ¿cómo piensas vivir tu vida? El cristianismo da la respuesta.

La gran realidad de la vida es que un día moriremos. Aceptar esa gran verdad y vivir en consecuencia es lo mas inteligente y sabio que podemos hacer. ¿Si hoy tienes un accidente? ¿Si te dan un diagnóstico de salud desfavorable? ¿Si alguien atenta contra tu vida? Son cosas posibles. ¿Que vas hacer con tus temas pendientes?

Uno de los grandes errores es vivir como si nunca fuéramos a morir. Por eso mantenemos rencores y odios, hacemos riquezas sin control ético o ponemos en primer lugar disfrutar sin limitaciones el día a día. Esto es un gran ERROR.

Hacer de nuestra vida un largo tiempo preparativo para el encuentro con el Señor es lo mas SABIO que podemos hacer. Cumplimos con dos objetivos: vivir en plenitud de felicidad y tener el corazón puesto en la patria definitiva.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,29-33): En aquel tiempo, Jesús puso a sus discípulos esta comparación: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

Levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación

Ya estamos a las puertas del tiempo litúrgico de Adviento. La Iglesia Católica divide el año en etapas litúrgicas donde se hace énfasis en un aspecto de la vida cristiana. ¿Para qué somos invitados a entrar en el adviento?

Porque necesitamos ser LIBERADOS. Adviento es un tiempo preparativo y anterior a la Navidad que nos invita a mirar las cosas del cielo y no las de la tierra. Adviento hace énfasis en el grito de la Iglesia “ven Señor Jesús”. ¿Por qué esperamos la 2da venida nuestro Señor? Por aquí no hay mucho que buscar. ¡Nuestra verdadera patria es el cielo!

Se anuncia profecías de que todo acabará un día. ¿Tenemos que tener miedo? ¡Qué va! Todo lo contrario. A todos se nos acaba este mundo con nuestra muerte física. Vivir nuestra existencia con sabiduría consiste en reconocer todos los días la finitud nuestro tiempo aquí y la maravillosa eternidad que nos espera. ¡Ánimo! ¡Nuestro Señor viene y nos va a liberar!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,20-28): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito.

»¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación».

Os echarán mano y os perseguirán

Ser cristiano en este tiempo es asumir grandes riesgos. El estilo de vida de un hombre o mujer de Fe es, paradójicamente, escandaloso para muchos. Está llegando el momento en vivir según los principios evangélicos supondrá estar dispuestos a sufrir el martirio.

La sociedad ha cambiado. Lo que antes era bueno ahora es malo y viceversa. En la Iglesia luchamos por la vida y en el mundo se defiende el “derecho” de una madre de “matar” a su hijo. La asamblea cristiana valora la familia tal cual ha sido siempre y ahora resulta que eso es ser “medieval” y “atrasado”. Lo que está de moda es ser “open mind” y reconocer que la homosexualidad es algo normal. Nadie entiende o quiere entender la postura de la Iglesia cuando dice que Dios ama al pecador pero no al pecado. Repetimos, ser cristianos HOY implica ir contra corriente. Por eso el evangelio de hoy se hace actual.

La buena noticia es que el Señor nos promete que no estamos SOLOS. Debemos tener el ánimo firme. Todo un Dios nos cuida, protege e inspira. ¡Seamos valientes! Estamos en tiempos de martirio. Bendito sea el Señor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,12-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra

En la Iglesia Católica estamos por iniciar un tiempo litúrgico importante llamado Adviento. Ya las lecturas hacen referencia al tema central de este tiempo preparatorio a la navidad. Adviento hace hincapié en algo fundamental en el cristiano: TODO PASA.

Las cosas presentes, con sus virtudes y vicios, son pasajeras. Llegará el día en que el Señor venga y nos lleve con Él.

Esto debe ser una actitud cristiana fundamental. Esperar la 2da venida del Señor es un rasgo clave en el cristianismo.

¿Cómo vives en este mundo? Aferrado a las cosas materiales como si nunca fueran a terminar, como si nunca fueras a morir. Esto, mis hermanos, nos es cristiano. No hay mayor libertad que aquella que da estar desprendido de todo lo material con el corazón puesto en las cosas del cielo. Eso nos ha enseñado Jesús a través de su Iglesia. Seamos fieles a este llamado.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,5-11): En aquel tiempo, como dijeran algunos acerca del Templo que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida».

Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?». Él dijo: «Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato». Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo».

Ha echado de lo que necesitaba

Es famosa la frase de la Madre Teresa de Calcuta diciendo: “debemos dar hasta que nos duela”. De una forma sencilla, actual y ejemplificadora nos despierta la conciencia sobre un aspecto fundamentalmente cristiano que es la solidaridad y nuestra relación con el dinero.

En el evangelio hay unos ricos que dan en “cantidad” más de lo que da una viuda. Esta viuda sólo da unas monedas. Ella da más en “calidad”. ¿Por qué? Porque para Dios lo más importante es que puedas darle TODO.

Este “TODO” evangélico es muy importante. Significa que estamos muy “agarrados” de las cosas materiales y esto nos impide poner nuestro corazón en las cosas espirituales.

Dios nos invita al desprendimiento y a darle TODO lo que “supuestamente” necesitamos para vivir. Sólo una cosa es importante para VIVIR, y esto es ¡DIOS! Hagamos hoy, por favor, realidad este evangelio.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,1-4): En aquel tiempo, alzando la mirada, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir».

Mi casa será casa de oración

¿Por qué buscaban matar a Jesús? Parecería que era una cuestión doctrinal o una diferencias meramente teológicas. Tiene algo de “eso” pero no tanto.

Jesús rompe esquemas. Va contra corriente. Es un líder revolucionario. Alguien que con sus palabras y obras denuncia lo que no va bien e invita a enmendar la vida.

El templo es símbolo de poder. Es el centro político y religioso de Israel. Representa el “stablishment” judío. Precisamente ahí es donde Jesús predica el amor al enemigo, la adoración solamente a Dios y el anuncio de que el reino de Dios es para todos! no sólo para unos pocos privilegiados.

La buena noticia es que Jesús se interesa por la oración. A Él no le importa lo externo. Lo material debe ser simplemente un medio para alcanzar un vida interior mucho más cercana a Dios.

En este día Dios quiere convertir tu vida en “casa de oración”. Quiere que crezcamos interiormente. Que seamos felices por dentro para proyectar por fuera la bondad de Dios. Quiere que nuestros “bandidos interiores” sean eliminados. Seamos HOY casa de Oración de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,45-48): En aquel tiempo, entrando Jesús en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: ‘Mi casa será casa de oración’. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!». Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.

¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz!

Las malas noticias nunca serán bien recibidas. Nos mete en depresión contemplar el futuro de forma incierta. Al portador de mensajes catastróficos se le rechaza. Jesús en algunas ocasiones asumió ese rol.

Para el Señor lo más importante no es que Jerusalén se hunda y quede desolada. Su mensaje es de paz, amor y salvación. ¿Por qué habla “tan duro” en algunas ocasiones? Porque como un padre corrige a su hijo así Dios nos recuerda que vamos por mal camino y las consecuencias devastadoras de nuestros actos.

Jerusalén es la “ciudad preferida de Dios”. Tú, al igual que Jerusalén, es ¡su hijo predilecto! ¿Cómo no indicarte el final que puedes tener si HOY no te conviertes a Él. Cambiar de vida es descubrir su amor y vivir en consecuencia. Una persona que haya hecho encuentro personal con el Señor jamás vuelve hacer igual. Su amor transforma, cura y salva.

Te invito hermano y hermana a que HOY puedas ser la diferencia. Eres “Jerusalén”, actúa como tal. Si ella es la llamada “ciudad tres veces santa” que tu también lo seas.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,41-44): En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita».

Negociad hasta que vuelva

Las parábolas de las escrituras se nos presentan muchas veces como enigmáticas. En algunas ocasiones se presenta a Dios como un ser lleno bondad y en otras como severo y vengativo.

Jesús dice que el Reino de los Cielos es como un noble que marcha y le entrega una “minas” a siervos para que la pongan a “producir”. Parece que dicho noble no era muy querido entre su pueblo. La realidad es que dos de tres pusieron a producir sus minas. Sólo uno no lo hizo. ¿Cuál es la enseñanza?

Las “minas” son símbolo de lo que Dios nos ha dado, y ¿cuál es el bien más importante que el Señor no has dado? ¡Al mismísimo Jesucristo! Y ¿cómo se pone uno a negociar con esa “mina”? Perdonando, excusando, sirviendo; en definitivamente, ¡amando! Estos frutos del espíritu son los frutos de estas “negociaciones con las minas”. Hemos recibido amor, devolvemos amor. El gran amor, que es Jesús, produce mucho más amor. Es el “negocio del siglo”.

Hoy el Señor nos invita al amor. El que ha sido amado mucho, está hoy invitado a amar mucho. ¡Ese es el centro del evangelio!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,11-28): En aquel tiempo, Jesús estaba cerca de Jerusalén y añadió una parábola, pues los que le acompañaban creían que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro. Dijo pues: «Un hombre noble marchó a un país lejano, para recibir la investidura real y volverse. Habiendo llamado a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: ‘Negociad hasta que vuelva’. Pero sus ciudadanos le odiaban y enviaron detrás de él una embajada que dijese: ‘No queremos que ése reine sobre nosotros’.

»Y sucedió que, cuando regresó, después de recibir la investidura real, mandó llamar a aquellos siervos suyos, a los que había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. Se presentó el primero y dijo: ‘Señor, tu mina ha producido diez minas’. Le respondió: ‘¡Muy bien, siervo bueno!; ya que has sido fiel en lo mínimo, toma el gobierno de diez ciudades’. Vino el segundo y dijo: ‘Tu mina, Señor, ha producido cinco minas’. Dijo a éste: ‘Ponte tú también al mando de cinco ciudades’. Vino el otro y dijo: ‘Señor, aquí tienes tu mina, que he tenido guardada en un lienzo; pues tenía miedo de ti, que eres un hombre severo; que tomas lo que no pusiste, y cosechas lo que no sembraste’. Dícele: ‘Por tu propia boca te juzgo, siervo malo; sabías que yo soy un hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré; pues, ¿por qué no colocaste mi dinero en el banco? Y así, al volver yo, lo habría cobrado con los intereses’.

»Y dijo a los presentes: ‘Quitadle la mina y dádsela al que tiene las diez minas’. Dijéronle: ‘Señor, tiene ya diez minas’. ‘Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí’».

Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén.

Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador

¿Quién es hoy el símbolo de la corrupción y amor desordenado al dinero? Al hacernos esta pregunta nos vienen nombres a la cabeza. Ahora puedes sustituir ese nombre por el de Zaqueo.

Toda palabra de Dios es buena para instruir, amonestar y llamar a conversión. Lo maravilloso de las escrituras es que pueden cumplirse hoy en nuestras vidas. Que nos dicen “algo” a nuestro corazón. Iluminan nuestra existencia en la tierra.

Cuando en las escrituras escuchamos nombres propios inmediatamente pensamos que esa figura bíblica está pasando por situaciones iguales a las que vivimos hoy y por tanto nos ayudan a salir de nuestras crisis y a iluminar nuestra vida.

Por tanto, Zaqueo, como figura bíblica y palabra de Dios de cumple hoy en nuestra vida, ¿en qué se parece Zaqueo a ti? ¿Tiene algo que “decirte” la experiencia de Zaqueo a tu vida? Pues esta es la clave del evangelio de hoy.

Zaqueo es símbolo del corrupto, del perverso, que hombre capaz de hacer cualquier cosa por dinero. Si al pensar en este personaje buscamos en nuestra mente algún individuo de hoy que se le parezca podemos fácilmente saber el nivel de maldad de este caballero. ¡Oh sorpresa! Es a este precisamente que Jesús visita, perdona y ama. Es es un encuentro que cambió totalmente la vida de Zaqueo. ¿Has tenidos alguna experiencia similar?

Somos hombres y mujeres pecadores que necesitamos hacer la experiencia de Zaqueo. Necesitamos hoy sentirnos perdonados y amados por Dios. Jesús es el amor encarnado que nos dice hoy: “Zaqueo baja pronto que HOY conviene que entre en tu casa”. Cambia el nombre de Zaqueo por el tuyo y te darás cuente el inmenso AMOR que Dios te tiene. Abre las puertas de tu corazón a este amor. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,1-10): En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría.

Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».

Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!

Cuando alguien grita es porque está molesto o necesita algo. El Niño grita porque quiere leche o le duele algo y quiere que le ayuden. El grito en las sagradas escrituras muchas veces hacen referencia a la oración.

Nuestra realidad existencial se asemeja a la de un ciego. No podemos ver nuestra vida y los acontecimientos diarios que en ella ocurren como Dios quiere. Vivimos viendo lo malo que sucede, no aceptamos la historia, estamos tristes muchas veces. Tenemos ceguera espiritual. No vemos el amor de Dios presente en nuestras vidas. Esa es nuestra realidad.

La buena noticia de hoy es que podemos pedirle… Mejor dicho GRITARLE al Señor para que nos ayude. ¡Grita! Y hazlo fuerte para que nuestro Jesús pueda oírnos y bendecirnos. El quiere escucharnos, pero también quiere que el gritemos. Nos hace bien en la Fe y sobretodo en los “galillos”. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 18,35-43): En aquel tiempo, sucedió que, al acercarse Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?». Él dijo: «¡Señor, que vea!». Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.