Archivo por meses: enero 2018

Y se maravilló de su falta de fe

Las personas piden señales del cielo. Requerimos de Dios que nos cambie la historia. Contemplamos nuestra existencia y la rechazamos. Pensamos que es mejor otra forma de vivir. ¡Nada más lejos de la verdad!

Ser felices y tener vida eterna dentro de nosotros consiste en aceptar nuestra vida como una bendición donde Dios lo ha hecho todo bien. Alguno puede decir, ¿cómo lo ha hecho bien si estoy enfermo, tengo problemas familiares o no gano lo suficiente para vivir como quiero? Esa es una forma negativa de vivir la vida. Dios no quiere eso para nosotros.

Los habitantes del pueblo donde nació Jesús no le reconocieron porque tenían una mirada oscura. Veían la vida sin la Fe que conduce al reconocimiento de la presencia de Dios en todo. ¡Dichoso aquel que tiene Fe para vivir la alegría de saber que Jesús vino a salvar y perdonar todo! Hoy es un día para pedir a Dios la Fe. Él quiere que tengamos vida eterna. Necesita de nuestra disponibilidad y apertura de corazón. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,1-6): En aquel tiempo, Jesús salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguieron. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.

No temas; solamente ten fe

Una de las realidades que afectan al ser humano es la enfermedad. La vida siempre se ha visto amenizada por los padecimientos y enfermedades. Desde siempre han habido personas que han trabajado en las diversas formas de curación o sanación. Se les llamaba doctores, chamanes, curanderos y hasta hechiceros. En fin, los hombres y mujeres de todos los tiempos han buscado la forma de librarse de los males del cuerpo. ¿Y de los males del alma? ¿Quién ha podido ayudarles?

Jesús, hijo de Dios, ha venido al mundo a salvar y sanar. Con su poder, que viene de Dios, ha hecho milagros y prodigios. Ha resucitado muertos y sanado a las personas de muchas enfermedades, ¿Cuál ha sido el objetivo de tantos milagros? Suscitar la Fe en el corazón de las personas. Con los milagros físicos confirmaba algo superior: la salvación ha llegado a nuestras vidas. Muchas veces dijo “tu Fe te ha salvado”, porque el encuentro personal y profundo con el amor de Dios a través de ese milagro era el objetivo último.

Pidamos a Dios el milagro más importante, el milagro de nuestra conversión. Que hoy podamos hacer experiencia profunda y personal con el amor de Dios que sana las dolencias del cuerpo pero que también las enfermedades del alma.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 5,21-43): En aquel tiempo, Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a Él mucha gente; Él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.

Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré». Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de Él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?». Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’». Pero Él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante Él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad».

Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?». Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Pero Él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.

¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos?

Jesús comunicaba la buena noticia con parábolas diversas. Intentaba purificar la intención de aquello que le escuchaban. Los que tenia buena disposición, escuchaban y ponían en práctica su palabra.

Su lenguaje sencillo, cercano y lleno de símbolos ayudaban a todos a entender misterios y realidades espirituales. El mundo necesita una palabra de aliento y amor. Solo el Señor Jesucristo puede darla.

Hoy es un día para renovar la esperanza. Es posible que sintamos que nada cambia y que permanecemos iguales en todo. No nos dejemos engañar. La semilla de palabra está sembrada y creciendo en los corazones de todos aquellos que Dios ha destinado para que sean sus hijos. ¡Ten paciencia! ¡Permanece en el Señor! El tiempo de la cosecha vendrá y se hará una realidad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 4,26-34): En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega».

Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra». Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.

Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación

Descubrir la propia vocación es clave para alcanzar la felicidad. Saber que nuestra vida tiene propósito nos ayuda a vivir de una forma diferente. Todo ser humano ha sido creado por Dios para cumplir una misión. ¿Cuál es la misión que Dios ha dado a los cristianos?

Dice la palabra que el Señor envió a sus discípulos para que anunciaran la buena nueva. ¿En qué consiste este mensaje? Es que Dios nos ama ciertamente y que en su amor podemos tener vida en abundancia. Es fundamental convertirnos en verdaderos testigos universales del los milagros que Dios hace en el mundo y en nuestras vidas.

Si somos bautizados estamos todos enviados. ¡Ánimo! Dios te ama, cura tus enfermedades y te constituye de esa manera en su testigo fiel ante el mundo. ¿Estás dispuesto a anunciarlo? Adelante, Él va contigo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 16,15-18): En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Éstas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien».

Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas

El Señor se expresaba en un lenguaje cercano a la gente. Su predicación estaba llena de figuras y símbolos que entendían fácilmente las personas de campo y de la ciudad. Intentaba con esto llegar al corazón de las personas de todas las clases sociales. Era un lenguaje de amor.

Una de ellas, quizás la más emblemática, es la parábola del Sembrador. En este hermoso texto nos invita a poner en práctica la palabra. La semilla que lanza el sembrador a un campo de cultivo es imagen de la palabra que Jesús nos dice todos los días. Así como la semilla necesita buena tierra para crecer, así mismo la palabra necesita que nuestros corazones estén abiertos y dispuestos a cumplirla.

¿Qué te pide la palabra hoy? ¿Qué perdones a tu prójimo? ¿Qué pongas en primer lugar tu familia? ¿Qué trabajes mejor? En fin, Dios quiere que seas feliz y el camino para serlo lo ha mostrado claramente: cumple la palabra de Dios y da fruto abundante.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 4,1-20): En aquel tiempo, Jesús se puso otra vez a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción: «Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó enseguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento». Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga».

Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. El les dijo: «A vosotros se os ha dado comprender el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone».

Y les dice: «¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, entonces, comprenderéis todas las parábolas? El sembrador siembra la Palabra. Los que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la Palabra sembrada en ellos. De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, al punto la reciben con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumben enseguida. Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias les invaden y ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la Palabra, la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento».

Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre

En nuestras iglesias estamos muy acostumbrados a la predicación. Hablamos y enseñamos sin parar. Llamamos a conversión a los de adentro a los de fuera. En fin, estamos siempre señalando los pecados de los demás e identificando sus faltas. ¿Qué debería el cristiano hacer para ayudar a otros en sus particulares caminos de salvación? ¡Poner en práctica lo que predica!

Es muy fácil, en el mundo religioso, caer en moralismo externos. Estamos siempre inclinados a práctica una vida de Fe basada en cumplimientos a un conjunto de normas y preceptos. Nada de eso es malo. Pero, lo que dice Jesús, es que para ser de su familia, verdaderos hijos de Dios, hace falta poner en práctica su palabra.

Hacer lo que Él nos dice es amar, perdonar, comprender, excusar, considerar a los otros como superiores, ¿haces todo eso? Si tu respuesta es No, entonces quiere decir que estás viviendo la Fe como si fuera una Doctrina. ¡Ánimo! Pongamos en práctica la palabra hoy que consiste en amar a todos y todas. Apoyados en nuestro Dios podemos realizarlo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,31-35): En aquel tiempo, llegan la madre y los hermanos de Jesús, y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?». Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».

Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres

El Señor ha prometido el perdón para todos. Su misericordia es infinita y universal, ¿podría algo no ser perdonado por Dios?

Hay un pecado que no se puede perdonar y es aquel que decide conscientemente no reconocer la presencia del Espíritu Santo y su acción en la historia. Todo aquel que no reconoce al Señor se hace “reo de muerte” porque se ha cerrado a sí mismo el camino de la vida. Es por eso que lo primero para ser perdonado es abrir el corazón al Señor.

La persona que murmura contra Dios en la historia y no le reconoce, se condena a sí mismo. Si pensamos que todo está mal en la vida y que no puede existir un Dios en medio de tanto sufrimiento, es como si dijéramos que Dios sea malo y que desees el mal para los suyos. Esto es ir en contra del Espíritu Santo que todo lo hace bueno y lo santifica.

Hoy estamos llamados a reconocer el amor de Dios presente en nuestra vida. Amarle a Él y acogerle en nuestro corazón.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,22-30): En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Está poseído por Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios». Entonces Jesús, llamándoles junto a sí, les decía en parábolas: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa. Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno». Es que decían: «Está poseído por un espíritu inmundo».

Subió al monte y llamó a los que Él quiso

La elección de Dios es una iniciativa gratuita de amor y perdón. Es un misterio. ¿Por qué nos ha elegido Dios? ¿Por qué ha pensado en nosotros y no en otros? Nadie puede saberlo.

Lo que sí debemos reconocer es que Dios a nosotros nos ha amado y nos a elegido gratuitamente. De lo profundo de nuestro corazón nace naturalmente un amor inmenso a Dios porque no se ha fijado en nuestros pegados y nos regala la gracia de ser sus hijos.

Bendigamos a Dios y pidamos que podamos corresponder a su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,13-19): En aquel tiempo, Jesús subió al monte y llamó a los que Él quiso; y vinieron donde Él. Instituyó Doce, para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro; a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el mismo que le entregó.

y le siguió una gran muchedumbre de Galilea

La muchedumbre seguía a Jesús. ¿Qué buscaban en Él? Muchos eran curados de sus dolencias. La multitud veía que el Señor daba y cumplía su palabra. ¿Por qué realizaba estos milagros?

Ciertamente, así como muchos son curados de sus dolencias físicas, otros no lo son. Es decir, que en ese misterio divino, hay algunas personas en las que se permite la enfermedad para un fin que solo Dios sabe. Esto ilumina un aspecto importante de la misión de Jesús aquí en la tierra.

Los milagros físicos de Jesús tienen el fin de mostrar su naturaleza. Nosotros estamos llamados a tener un encuentro con Dios que sana nuestros corazones a través de Jesús. Y en ese encuentro, descubrir el amor inmenso que Dios nos tiene y que todo lo que permite en nuestra vida es para nuestro bien, aunque sea alguna enfermedad.

Bendigamos a Dios siempre. En todo momento, podemos elevar los ojos al cielo y saber, con toda certeza, que Él nos ama. Créetelo, ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,7-12): En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a Él. Entonces, a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña barca, para que no le aplastaran. Pues curó a muchos, de suerte que cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarle. Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran.

¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?

Los seres humanos acostumbramos a llenarnos de leyes y normas. Buscamos seguridad en una serie de reglas que hemos construido. ¿Para que sirve una regulación? Debería estar al servicio del bien, no del mal. Debería construir libertad, no destruirla.

En nuestra vida de Fe también tenemos esta tendencia. Nos parece que cumplir con preceptos es más importante que amar. Hacemos oraciones y ayunos y nos olvidamos de pedirle perdón a nuestro prójimo o reconciliarnos con quien nos hemoss peleado.

Hagamos nuestra la palabra del Señor que dice: “misericordia quiero, que no sacrificio”. Que Dios nos conceda vivir en el amor y el perdón.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,1-6): En aquel tiempo, entró Jesús de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio». Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?». Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano». Él la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra Él para ver cómo eliminarle.