Archivo por meses: diciembre 2014

En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres

Una de las maravillas que celebramos en este tiempo en la encarnación del hijo de Dios. Esto quiere decir que Jesús, el unigénito de Dios Padre, se hijo hombre y caminó por estas tierras viviendo y sufriendo los mismas que cosas que una creatura normal.

Igual de importante es el hecho que Dios nos invita a que Jesús se pueda hacer “carne en nuestras vidas”. ¿Qué significa esto? Pues que la Palabra, hecha realidad en nuestros corazones, pueda germinar y dar frutos de vida eterna.

Dice la escritura que la Palabra ha existido siempre y que por ella se han hecho todas las cosas. Dicha Palabra ha sido testimoniada por Juan El Bautista. Lo que corresponde es que también se haga vida en nosotros. Que cada día sea “luz en nuestro sendero” y pueda iluminar nuestros pasos para que andemos por el camino de La Paz. ¿Estás dispuesto? ¡ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,1-18): En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.

Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.

La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de Él y clama: «Éste era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado.

La gracia de Dios estaba sobre Él

Casi terminado el año, el Señor nos dice una cosa sencilla pero muy profunda: No basta con que nazca Jesús en nuestros corazones. Es importante que el mismo CREZCA en sabiduría y gracia.

Los que hemos hecho un encuentro personal con Jesús y un proceso de renovación de nuestras promesas bautismales podemos asegurar lo cierto de este mensaje divino. Mucho hemos tenido nuestro bautismo como una semillita enterrada en tierra que no lograba germinar. A través des Iglesia, con la ayuda de profetas como Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser; hemos visto crecer esta semilla en nuestras vidas.

Jesús quiere habitar en nuestros corazones. Es importante que este niño crezca y se haga un hombre adulto para que de frutos de vida eterna: el amor al enemigo y la perfecta unidad.

Mis hermanos y hermanas, esto se logra si permanecemos en el amor. Si nunca dejamos de alimentarnos en los sacramentos y nos instruimos en las catequesis y enseñanzas de la Iglesia. Seamos fieles a Dios y el será fiel con nosotros. ¡FELIZ AÑO 2015!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 2,36-40): Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.

Movido por el Espíritu

Hay otro protagonista importante en estas fiestas navideñas y este es el Espíritu Santo. Todo lo que ha sucedido, según lo dicho por los personajes de los relatos de la Natividad de Jesús, es fruto de su acción.

Simeón, hombre bueno y piadoso, profetiza, y esto la hace gracias al Espíritu Santo. María y José escuchan atentos y todo lo guardan en su corazón y esto lo hacen gracias al Espíritu Santo. Los padres de Jesús cumplen la ley de Dios y esto lo hacen, gracias al Espíritu Santo.

Pidamos a Dios en el día de hoy el Espíritu Santo para hacer su voluntad y así se puedan realizar en nosotros los proyectos de nuestro Señor. Amén

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 2,22-35): Cuando se cumplieron los días de la purificación según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y en él estaba el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al Niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

Él que persevere hasta el fin, ése se salvará

Estamos en tiempo de alegría y paz. La Navidad nos invita a la fiesta y en nuestra mentalidad estar en fiesta es sinónimo de ausencia de problema y sufrimientos. En este sentido alguno se preguntará, ¿por qué la Iglesia pone hoy la fiesta de un mártir? ¿Por qué celebrar hoy nada mas y nada menos que la celebración del día del protomártir San Esteban?

Tener a Jesús en nuestro corazones; es decir, ser otro Cristo aquí en la tierra es estar dispuesto ha actuar, vivir y replicar las obras de Jesús. El simple hecho de ser cristiano debe producir el mismo efecto que produjo Jesús cuando caminó por este mundo: contradicción. Si, ya sé que suena extraño pero es así. Jesús denunciaba con sus actos y palabras lo mal hecho y eso nunca gusta.

Estás en la Iglesia y cuando le haces ver a un hermano o hermana sus errores… ¡Ay Dios!… No lo acepta. Las personas no se dejan corregir. No les gusta ver las obras de los demás la denuncia de lo mal que lo están haciendo y eso provoca que nos persigan, que hablen mal de ti y que no te acepten.

Alguna pensará que esta persecución solo viene de “afuera”, de aquellos que no son cristianos. ¡Para nada! Muchas veces viene de “adentro”, del interior de tu comunidad donde siempre hay cizaña que no quiere convertirse.

Ser cristiano es ser mártir y en el día de hoy eso significa estar dispuesto a morir por aquellos que te tiran piedras y que atentan contra tu vida. Morir amando es el mayor signo de amor a Dios y al prójimo.

¡No te preocupes! Que los que hacen eso tendrán la vida eterna asegurada y la asistencia de lo alto para saber actuar como conviene.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 10,17-22): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará».

Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios

Zacarías dudó del Señor. Pensaba que no podía hacer lo humanamente imposible. Tenía razón según los criterios de este mundo pero se equivocaba plenamente. Dios es maestro de los imposibles. El tenía que hacer esa experiencia.

Cuando una persona hace EXPERIENCIA de Dios es inevitable que transforme su vida. Zacarías se creía sabio y quedó mudo. Cuando se hizo humilde y obedeció al Señor, cambió y el mudo habló las maravillas de Dios.

Todos los que están leyendo esto seguro que han hecho la misma experiencia. Dios ha actuado en nuestras vidas donde no teníamos esperanza ni expectativas de mejorar, y ¿qué pasó? Que podemos bendecir a Dios y nos hemos constituido testigos de su amor y poder.

¿Para qué es la navidad? Es cierto que para celebrar el nacimiento de Jesús pero también para proclamar las maravillas de Dios. Aprovechemos este tiempo para BENDECIR! Para celebrar lo que bueno que ha sido Dios en este año.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,57-66): Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues, ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él.

Ha puesto los ojos en la humildad de su esclava

María es ejemplo para todos los cristianos. Nos da, con sus acciones, las claves para realizar en nosotros la vocación cristiana. ¿Qué ha hecho ella que merece ser imitado?

María, madre de Jesús y madre nuestra, ha reconocido lo que ha muchos nos cuesta reconocer: Somos “esclavos”, débiles y orgullosos. Tenemos siempre una actitud contraria a la de María. Nos creemos “gran cosa”.

Pensamos que somos el centro de nuestro matrimonio, de nuestra familia, del trabajo, de los amigos, en fin, de todo lo que nos rodea. María es todo lo contrario. Ella reconoce que no es mas que la “esclava del Señor” siempre dispuesto a hacer la voluntad de Dios porque sabe que como creatura es lo que corresponde.

Jesús nace en María gracias a que ella resume la actitud sumisa de estar dispuesta a hacer la voluntad de Dios. ¿Tú estas dispuesto hoy? ¿Quieres ser feliz haciendo la voluntad de Dios? ¡Ánimo! Haz como María, que se humilla y el Señor le hace madre de Jesús y madre nuestra.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,46-56): En aquel tiempo, dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como había anunciado a nuestros padres— en favor de Abraham y de su linaje por los siglos».

María permaneció con Isabel unos tres meses, y se volvió a su casa.

Esto es lo que ha hecho por mí el Señor

La esterilidad en la antigüedad era sinónimo de maldición. Esterilidad significaba un futuro incierto, que algo salió muy mal en nuestras vidas o que no se ha tenido el favor de Dios.

Los seres humanos tenemos nuestras propias “esterilidades”. Momentos difíciles que nos hacen sentir abandonados de Dios o incapaces de ser felices en esta vida. ¿Para qué Dios ha permitido esos momentos oscuros? Precisamente para manifestar su gloria.

Dios es aquel que da la vida y la muerte. Esta dinámica natural de la vida sirve para que recordemos que somos criaturas no dioses. La felicidad es tener la seguridad de que Dios siempre aparece y nos saca de la oscuridad, de nuestras “esterilidades”.

¡Ánimo! Ya viene el Señor! Seremos el pesebre donde el mismo Jesús nacerá. Pasaremos de ser “estériles” de obras buenas a padres y madres del mismo Jesús naciendo en nuestros corazones.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,5-25): Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad.

Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto».

Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad». El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo».

El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres».

La generación de Jesucristo fue de esta manera

El nacimiento de Jesucristo es indudablemente el evento más importante de nuestra era. Ha marcado un antes y un después en la historia de la humanidad. Toda una revolución universal.

Al centro de este acontecimiento hay un protagonista importante y este es el Espíritu Santo. Dice el evangelio que esto se hará por “obra y gracia del Espíritu Santo”.

Es importante que celebremos el nacimiento de Jesús, pero mucho más importante para nosotros es que celebremos su “nacimiento” en nuestros corazones. ¿Cómo puede ser esto posible? ¿Cómo puede una persona egoísta, ocupada, pecadora y con tantas debilidades “parir” al Señor? Hermanos y hermanas, esto es OBRA del Espíritu Santo. ¡No te preocupes! El lo hará todo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 1,18-24): La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.

Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham

Era muy importante en la cultura antigua la descendencia. Saber quien era tu padre o abuelo; es decir, a que dinastía pertenecías determinaba tu presente o futuro.

Aún en el pasado reciente, decir que eras de los “Martinez” de Santiago era algo que merecía la pena saber. Eso le daba el indicativo al que lo preguntaba de si una persona venía de “buena familia”.

¿Cuál es la “descendencia” a la que Dios quiere que pertenezcamos? A la misma de su Hijo Jesús. Estamos siendo llamados por Dios a ser hijos suyos. Hijos de Dios y coherederos de Cristo es nuestra vocación. Esta filiación divina se da por gracia. Se da como un don gratuito.

Oremos en el día de hoy para que esta naturaleza de hijos se haga realidad cada vez más en nuestra vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 1,1-17): Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naassón, Naassón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David.

David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón, Salomón engendró a Roboam, Roboam engendró a Abiá, Abiá engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Joram, Joram engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatam, Joatam engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando la deportación a Babilonia.

Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliakim, Eliakim engendró a Azor, Azor engendró a Sadoq, Sadoq engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Mattán, Mattán engendró a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

Hijo, vete hoy a trabajar en la viña

Somos invitados todos los días a trabajar en la viña del Señor. La clave está en nuestra respuesta. ¿Cómo lo haces tú?

Amar a todos y todas. ¿Lo haces?
Perdonar al que te ofende. ¿Lo haces?
Defender de manera activa y pasiva la vida. ¿Lo haces?
Perseverar en la oración y en la enseñanza de los apóstoles. ¿Lo haces?

Dios nos envía y por eso es importante hacer lo que decimos que vamos hacer. En nuestra cultura muchas veces nos inclinamos mucho al “cuenta conmigo”, “eso va”, “estamos trabajando en eso…”. Con Jesús eso no funciona. Es cierto que somos muy precarios y débiles pero tenemos el apoyo del Señor para hacer lo que nos manda.

¡Ánimo! DIGAMOS QUE SI Y HAGAMOS LO QUE DECIMOS QUE VAMOS HACER.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 21,28-32): En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él».