La buena noticia predicada por los apóstoles y profetas de todos los tiempos no es cuento de hadas. Todavía mantiene la fuerza que tiene por los señales, prodigios y signos que le acompañan.
El mundo, simbolizado en tristes figuras como Herodes, se asombra y piensa que con dar muerte a un profeta todo acaba. Nuestro mundo desacredita mediante diferentes medios a las personas que intentan llevar un mensaje de esperanza y salvación. No importa. Podemos ser asesinados por los poderes oscuros de este mundo, pero nuestro mensaje permanecerá siempre porque es el mensaje de Dios para la salvación y felicidad del todos y todas.
Leer:
Texto del Evangelio (Lc 9,7-9): En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?». Y buscaba verle.