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A quien tiene se le dará y le sobrará

Estamos llamados a purificar nuestra intención. Es decir, que realmente queramos hacer la voluntad de Dios. Nuestro corazón manifesta con las acciones lo que desea y lamentablemente tenemos momentos en los que no queremos hacer la voluntad de Dios.

El Señor habla de que algunos “oyendo no escuchan”. Esto quiere decir que no tienen la intención de escuchar. Ya están predispuesto. Aunque se les explique bien en el fondo no quieren entender. Ya tienes sus ideas fijas que no están dispuestos a cambiar.

De esa misma manera les pasa a aquellos que sabiendo lo que deben hacer como cristianos no están dispuestos a poner en práctica la palabra de Dios. No seamos así. Escuchemos la voz de Dios con rectitud de intención. Estemos siempre dispuestos a cumplir la voluntad de Dios. Es la única manera de alcanzar vida eterna. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,10-17): En aquel tiempo, acercándose los discípulos dijeron a Jesús: «¿Por qué les hablas en parábolas?». Él les respondió: «Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: ‘Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane’.

»¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».

La muchedumbre le oía con agrado

En el mundo hay muchos profetas y futurólogos. Existe una especie de pandemia de gurús y expertos en todo. Insisten, con sus palabras, en mostrarnos lo que para ellos es la verdad. Con todo respeto debemos de decir que existe una sola verdad y ella está en Jesucristo.

Ciertamente el Señor nos ha dado inteligencia para desentrañar los misterios del universos. Mediante la ciencia y la tecnología hemos entendido mejor las maravillas de la creación. Sin embargo, eso no significa que con nuestra sola inteligencia podamos construimos un mundo feliz. Eso es competencia de Dios, no de nosotros.

Escuchemos a Dios en la historia. Estemos atentos a las palabras que salen de su boca. Escrutemos las escrituras porque en ellas se encuentra la verdad de todo y de nuestra existencia. Dediquemos un tiempo diario a la meditación atenta y profunda de la palabra de Dios. Ella nos conducirá a la verdad plena. ¡Amén!

Leer:
Texto del Evangelio (Mc 12,35-37): En aquel tiempo, Jesús, tomando la palabra, decía mientras enseñaba en el Templo: «¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo: ‘Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies’. El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?». La muchedumbre le oía con agrado.

¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!

Lo más grande que puede pasar en la vida nuestra es recibir el anuncio del amor de Dios. Ser beneficiarios del anuncio del evangelio es un regalo inmenso que nuestro Padre Dios nos hace. No hay en el mundo cosa más bella y excelsa.

Hace muchos años que escuché por primera vez el Kerygma. Hace ya décadas que pude ser testigo de la acción de Dios en la vida de muchos hermanos y hermanas que permanecen todavía fieles a esos primeros amores. ¡Qué alegría saber que Dios nos ama profundamente!

Benditos aquellos que nos anunciaron el amor. Paz a aquellos que lo dieron todo para que pudiéramos conocer a Dios en plenitud. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,21-24): En aquel momento, Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».

El que tenga oídos, que oiga

La disposición interna en nuestro corazón es fundamental para aceptar a Jesús en nuestro corazón. La acogida implica una apertura sincera y extrema. Nadie puede tener un encuentro profundo con el Señor sin reconocer en Él al mesías y Salvador.

Cuando en las escrituras se dice “el que tenga oídos que oiga” lo que se quiere es invitar a los que escuchan a una recta actitud ante la predicación. El que tenga oídos que oiga o mejor dicho que quiera oír. Esa es la clave de la frase. Hay personas que teniendo el oído para escuchar no lo hacen, porque teniendo oídos no escuchan porque no quieren escuchar.

Pidamos a Dios un corazón puro y recto que pueda acoger con radicalidad total al Señor en su corazón.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,11-15): En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas: «En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga».

Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen

La eleccion de Dios es un misterio. Ser cristiano no es un privilegio. No somos una élite espiritual y moral. Simplemente somos unos pescadores elegidos por Dios para hacer presente en medio del mundo la naturaleza divina.

Ser hijo de Dios es tener los ojos y los oídos verdaderamente abiertos. Es escuchar la palabra de Dios y ponerlo en práctica. Es entender el lenguaje de Dios en su justa dimensión.

La práctica cristiana consiste en poner por obra, todos los días, la palabra de Dios. Con la ayuda de nuestro Señor podemos amar en la dimensión de la Cruz, renunciar a todos nuestros bienes y aceptar la historia que Dios permite cada día. Eso escuchar y ver a Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,10-17): En aquel tiempo, acercándose los discípulos dijeron a Jesús: «¿Por qué les hablas en parábolas?». Él les respondió: «Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: ‘Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane’.

»¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».

Oye la palabra de Dios y la pone en práctica

Es cierto que mucho que leen estas palabras están activos en la Iglesia. De hecho, podemos presumir diciendo que somos tal o cual cosa en la estructura eclesial. La pregunta sería, ¿esto es realmente más importante que la conversión?

Me explico. Podemos pensar que eso es ser cristiano. Hacer algunos actos buenos y servir en la Iglesia. Jesús dice lo contrario. De hecho, al escuchar que su madre quería verlo, aprovechó la ocasión para decirle a sus discípulos que la filiación divina viene dado a aquellos que ponen en práctica su palabra. Y, ¿cuál es esta palabra? El amor.

Hermanos y hermanas. Hoy estamos llamados a amar como Cristo nos amó, es decir, perdonando y amando a todos incluyendo nuestros enemigos. Este es el camino de la santidad de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 8,19-21): En aquel tiempo, se presentaron la madre y los hermanos de Jesús donde Él estaba, pero no podían llegar hasta Él a causa de la gente. Le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte». Pero Él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen».

Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre

Hacer la voluntad de Dios es la clave. Una cosas son las palabras y otras más acciones. Muchos son los que dicen que van hacer algo y pocos lo que ejecutan ese algo al que se comprometieron.

Jesús, que aprovecha cualquier ocasión para dar una palabra de vida eterna a quienes les escuchan, les dice a sus discípulos que su familia es aquella que cumple la voluntad de Dios. Es obvio que el Señor ama muchísimo a su madre María. No son para ella sus palabras. Son más bien para aquellos que escuchan y no ponen en práctica la palabra de Dios.

Hoy es momento propicio para poner en práctica lo que hemos aprendido de Dios mediante Jesús. ¡Ánimo! Solo así tendremos vida eterna.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,31-35): En aquel tiempo, llegan la madre y los hermanos de Jesús, y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?». Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».

El que tenga oídos, que oiga

El Señor habló en parábolas. Hoy muchas de ellas nos parecen extrañas y hasta difíciles de entender. Algunas las explicó Jesús a sus discípulos otras se quedan a la interpretación de la exégesis moderna. ¿Por qué Jesús utilizó ese recurso con tanta frecuencia? 

Los que escuchar al Señor lo hacen desde diversas posturas o actitudes. Los hay con buena intención y con deseo sincero de encontrar a Dios en las palabras y acciones de Jesús. Otros en cambio, buscan otra cosa. Es por eso que las parábolas buscan siempre oídos que quiera escuchar con sincero arrepentimiento y amor. ¿Tú estás en esta actitud hoy?

Dios también hoy nos habla día a día. Ha llegado el momento de escucharle. Busquemos a nuestro amado Dios en los pequeños detalles de nuestra vida. Hay está presente, nos habla y quiere que podamos escucharle.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,1-9): En aquel tiempo, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: «Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga».

El que crea en mí no siga en las tinieblas

En la palabra de Dios se utilizan muchas figuras y ejemplos que nos permiten entender los misterios de Dios y también las realidades de nuestra alma. En algunas ocaciones tenemos problemas que nos hacen sentir que estamos en las tinieblas. Depresiones, tristezas, decepciones y soledades que nos hacen creer que Dios nos ha dejado solos. La buena noticia de hoy es que podemos salir de estas situaciones. 

Jesús, resucitado de la muerte, nos hace salir de las tinieblas y entrar en la luz. Nos devuelve la alegría de la salvación. Nos hace volver a creer que Dios nos ama muchísimo y que si alguna vez nos sentimos “en baja” es porque a lo mejor no estamos viendo que lo que sucede en nuestra vida Dios lo permite porque nos conviene vivirlo para ayudarnos en nuestra santificación. ¡Dios te ama! Nunca dudemos de su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 12,44-50): En aquel tiempo, Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí».

¿Por qué les hablas en parábolas?

La escritura está llena de relatos y parábolas. Es uno de los mejores medios para explicar misterios espirituales en un lenguaje llano y cercano. ¿Qué otro objetivo tiene Jesús en este sentido?

Muchos escucharon a Jesús en su tiempo. Me imagino que si voz y su oratoria enganchaba rápidamente a la gente. Mas sin embrago, una cantidad importante de personas le rechazaban. Muchos no aceptaban o entendían su predicación. ¿Por qué? La intención en los corazones de esos que le escuchaban.

La frase “para que él que tenga oídos para oír, no oiga” hace entrever la intención de quien. Si una persona no  está en disposición de aceptar lo que se le está diciendo, jamás entenderá o acogerá lo que se le predica.

¡Ánimo! Hermanos y hermanas. Dios nos invita a desear en nuestro corazón aceptar y poner en práctica su palabra. ¿Tenemos oídos? Pues escuchemos la voz de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,10-17): En aquel tiempo, acercándose los discípulos dijeron a Jesús: «¿Por qué les hablas en parábolas?». Él les respondió: «Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: ‘Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane’.
»¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».