Archivo por meses: abril 2021

Yo soy el pan de la vida

Jesús provee el alimento que sacia la sed de amor y perdón. Por el contrario, el mundo nos ofrece un pan que nos deja insatisfechos. Nuestras necesidades sólo pueden encontrar satisfacción en Cristo resucitado que todo lo transforma para mejor.

Escuchemos la voz de Dios. Pongamos en práctica la palabra de Dios. Demostramos que nuestras obras de que estamos dispuestos a ser discípulos de Jesús.

Busquemos al Padre a través del Hijo. Busquemos a Dios a través de Cristo. Él es el camino, verdad y vida. Solo Jesús nos lleva a disfrutar el amor pleno de nuestro Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,44-51): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».

Yo soy el pan de la vida

Jesús nos dan el pan de la vida. ¿En qué consiste? En el amor que él nos ha manifestado siempre a través de su perdón y misericordia. El amor de Dios sacia. Todo lo demás nos deja siempre insatisfechos.

Nos afanamos todos los días por conseguir el pan material. Nos pasamos horas y horas preocupados y ocupados en diversas actividades buscando bienestar económico y afectivo. Ciertamente necesitamos sostenernos de alguna manera pero no olvidemos nunca que lo más importante es sostener el alma con alimento espiritual.

Sigamos en la comunidad comiendo un pan que sacia plenamente. Vivamos nuestra liturgia sabiendo que en ella encontramos a Dios y por tanto la vida eterna. El señor nos ama y quiere que vivamos. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,30-35): En aquel tiempo, la gente dijo a Jesús: «¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio a comer». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed».

Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna

La obra de Dios es nosotros tengamos vida y vida en abundancia. Él génesis muestra a un Adan y a una Eva destinados a vivir felices para siempre en un jardín creado espacialmente para ellos. Lamentablemente preferimos lo menos a lo más: vivir haciendo la voluntad de Dios. ¿Qué haces para ajustar tu vida a Dios?

El Señor nos ha dado un alimento que sacia. El mundo nos da un alimento que no satisface nuestras ansias de eternidad. Podemos vivir momentos felices pero nunca una verdadera felicidad. ¡Basta ya! No sigamos perdiendo nuestro tiempo buscando el sentido de nuestra vida en lugares, cosas y personas que no pueden satisfacer plenamente nuestras ansias de amor y vida.

¡Ánimo! Cristo con su resurrección nos hace vivir en una dimensión nueva. Nos hace experimentar el cielo. Nos regala su amor redentor. Eso si sacia. Lo demás es pura paja que se la lleva el viento.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,22-29): Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos le vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar, vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había montado en la barca con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado solos. Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido pan. Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús.

Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello». Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios?». Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado».

Mujer, ¿por qué lloras?

Ya no hay lutos ni llantos ni pesares. ¡Resucitó! En nosotros se realiza el milagro pascual. Estamos resucitados con Cristo, ¿te lo crees?

La resurrección no es una asunto de sentimientos. No es un cosquilleo que uno siente y un tipo de alienación espiritual. La resurrección es una experiencia de victoria sobre nuestras muertes. Es una libertad fruto de una renuncia seria y concreta al pecado.

Seamos hombres y mujeres nuevas. Seamos verdaderos resucitados. Personas vueltas a la vida. Eso es lo que distingue a un cristiano. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 20,11-18): En aquel tiempo, estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní», que quiere decir “Maestro”». Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: ‘Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’». Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.

¡Dios os guarde!

La paz sea para aquellos que acogen en su corazón a Cristo resucitado, vencedor de la muerte. La resurrección es el acontecimiento más grande de la historia de la humanidad. No es solo que murió el hijo de Dios enviado para nuestra salvación, es que Él ha vencido la muerte y nos abre de par en par las puertas del cielo.

Es un acontecimiento tan grande que se prolonga en el tiempo hasta nuestros días. Desde el punto de vista litúrgico celebraremos cincuenta días de pascua. Desde él vivencia de fe somos hombres y mujeres de la pascua que manifestamos esa victoria todos los días de nuestra vida.

¡Ánimo! Cristo ha resucitado y nos hace partícipes de su vida inmortal. Estemos alegres. Seamos felices. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 28,8-15): En aquel tiempo, las mujeres partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos. En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!». Y ellas se acercaron a Él, y abrazándole sus pies, le adoraron. Entonces les dice Jesús: «No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».

Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado. Estos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: «Decid: ‘Sus discípulos vinieron de noche y le robaron mientras nosotros dormíamos’. Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones». Ellos tomaron el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas. Y se corrió esa versión entre los judíos, hasta el día de hoy.