La Iglesia está llena de carismas. El Espíritu Santo suscita muchísimos servicios para la santificación de los hermanos y hermanas. Hay algunos que se dedican a predicar. Su palabra es la palabra de Dios y como si fuera una semilla de un árbol, busca caer en tierra buena para crecer y luego dar fruto. Esta tierra buena es el corazón de aquellos que escuchan y ponen en práctica la palabra de Dios.
El que nos acoge la palabra es como un alguien que elige el camino malo. Alguien que prefiere quedarse en sus egoísmos y pecados.
El Señor nos llama a dar frutos de vida eterna. A dejarnos invadir de su espíritu para así ser hijos de Dios.
Leer:
Texto del Evangelio (Mt 13,36-43): En aquel tiempo, Jesús despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo». Él respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
»De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».