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Sepulcros blanqueados

La gran dificultad que podemos tener aquellos que hemos nacido en la Iglesia es creernos buenos, superiores a los demás. Ha esto se le llama fariseismo. Es decir, que como cumplimos una serie de normas y leyes religiosas, es vez de ayudarnos a ser más humildes, con el cumplimiento de dichos preceptos aumentamos nuestro ego.

Jesús nos invita a desprendernos de todos estos esquemas falsos. Nos invita a la sinceridad y la humildad. Nos hace un llamado a dejarnos denunciar y acusar de la palabra todos los días para que ella pueda surtir efecto positivo en nuestro camino de conversión.

Dejemos los fariseismos e hipocresías de nuestra vida. Saquemos las actitudes soberbias y puritanas. El mundo necesita de cristianos humildes y enamorados de Dios, no porque lo merecemos, sino porque el en su inmenso amor a dado la vida en Jesucristo por los malvados y pecadores como nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,27-32): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!’. Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!».

Sabiendo que era hombre justo y santo

Juan El Bautista fue un profeta de Dios. Fue el encargado de preparar los corazones de los hombres y mujeres de su tiempo para recibir al Señor como Mesías. Su modo de vida era la encarnación de su mensaje. Como nazir o consagrado de Dios predicaba la conversión y bautizó en agua a miles, incluyendo al Señor en el río Jordan. ¿Como se relaciona este noble hombre con nosotros?

Muchos de nosotros vivimos la vida en tibieza. Esto quiere decir que no somos radicales en el cumplimiento del evangelio. Es por eso que nadie nos persigue no nos acusa. Somos mundanos. Nos ocupamos de las cosas de Dios cuando no tenemos nada “más importante” que hacer. Es decir, no somos cristianos de Fe adulta.

Juan El Bautista es uno capaz de dar la vida por su Fe. ¿Qué piensas? ¿Acaso esto es solo para los pocos “locos” que se hacen radicales por el amor a Dios? Mis queridos hermanos, esta llamada es para todos los cristianos. Todos estamos llamados a la santidad. Tenemos una vocación al martirio de sangre si fuera necesario. ¿Tú estarías dispuesto? Ciertamente no somos capaces, pero en Dios todo es posible. Esa es la radicalidad que provoca en nosotros la perfecta alegría. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,17-29): En aquel tiempo, Herodes había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano». Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto. 

Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino». Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?». Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista». Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista».El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.

 ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda?

¿Qué es ser cristiano? Esta pregunta parece ser tonta, sobre todo para los oídos acostumbrados a temas religiosos cristianos. En los paises de tradición católica puede resultar absurdo hacerse semejante pregunta. La verdad es que se entiende cristiano a una persona que se bautizó en alguna iglesia de fe cristiana. 

Es cierto que el cumplimiento de una normativa sacramental nos hace pertenecer jurídicamente, digamos así, al cristianismo. La pregunta sería: ¿es una persona ingeniero si se gradúa en una carrera de ingenierías pero nunca ejerce su profesión? Realmente lo que hace ser ingeniero en plenitud es alguien que ejerce o trabaja en lo que se certificó o diplomó. Las accionesy obras son lo que define que somos verdaderos cristianos o hijos de Dios.

Hoy el Señor nos invita a poner en práctica la Fe cristiana. A ser cristianos de obras no de palabras. A poner en práctica la palabra de Dios que siempre es una palabra de amor, perdón y esperanza en Dios. De muy poco nos sirve cumplir leyes externas si no van acompañadas de obras de vida eterna. ¡Ánimo! En el Señor podemos hacerlo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,13-22): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: ‘Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!’ ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: ‘Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado’. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él».

Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?

Existe una ley que dice que con el 20 por ciento de esfuerzo podemos lograr un 80 por ciento de los resultados. En otras palabras, que debemos identificar cuáles son las tareas más importantes para lograr los mejores resultados.

Al Señor Jesús le plantearon algo similar, es decir, le preguntaron cuál era el más importante de los mandamientos para que cumpliéndolo era como si se cumplieran todos. La repuesta fue certera y segura: el amor. 

Si se nos da la gracia de Amar a Dios y al prójimo como nos ama el Señor entonces cumplimos todas las leyes, preceptos y normas. El amor es el fundamento del universo. También es el camino de la felicidad plena. Si hoy amas a Dios, todo es una bendición en tu vida, incluyendo los sufrimientos. Y si amas a tu prójimo, ya no hay odio, discordia, pleito o descomunión.

Hermanos, amar es el centro del proyecto que Dios quiere hacer en cada uno de nosotros. Conocer el amor de Dios y reflejarlo en los demás es la perfecta felicidad.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 22,34-40): En aquel tiempo, cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?». Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».

Ven y lo verás

¿Has conocido alguna vez a un apóstol? ¿Has tenido a alguien que te ha anunciado a Jesús crucificado, muerto y resucitado por ti? ¡Qué admirable gracia de parte de Dios tener hombres y mujeres que nos anuncien la salvación de Dios!

Los apóstoles, hombres débiles, han sido testigos del amor de Dios, de sus signos, prodigios y obras de misericordia para ellos y para todos nosotros. 

Hoy, al igual que Nathanael, podemos también ver o descubrir a Dios presente siempre en nuestra vida. Hoy, podemos y debemos dar gracias a Dios por su inmenso amor que mediante los apóstoles que nos ha regalado podemos vivir la gracia de la salvación.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,45-51): En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás». Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos

Los que estamos en la Iglesia, sobre todo aquellos que tenemos muchos años, podemos caer en el peligro de pensar qu estamos salvados y que somos mejores que los demás. Es terrible ver cómo muchos tenemos una actitud soberbia hacia los demás creyendo que somos mejores. Eso no es cristiano.

Es por eso que Jesús siempre rompe los esquemas. Es el Señor que da a cada uno según le plazca y de hecho, aún las pocas cosas buenas que hacemos, son fruto del Espíritu Santo en nosotros. Lo bueno no viene de nosotros sino de Dios.

Pidamos a Dios la humildad de ocupar siempre el último lugar. Pidamos ser humildes y considerar a los otros superiores a nosotros. Ese es el camino del cristianismo. Es el camino de Jesús.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 20,1-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día parados?’. Dícenle: ‘Es que nadie nos ha contratado’. Díceles: ‘Id también vosotros a la viña’.
»Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros’. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor’. Pero él contestó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».

Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible

¿Qué es imposible para los hombres? Muchas cosas. Las personas no podemos volar por los cielos ni tampoco respirar inmersos en los océanos. Tampoco podemos ganarnos el cielo por nuestras fuerzas, porque como ha dicho Jesús, todos somos unos ricos. ¿Qué significa esto?

La tendencia en nosotros es hacernos un modelo propio de felicidad y pasarnos la vida buscando realizar ese modelo o proyecto. Pensamos que si tenemos más dinero, nuestros hijos son perfectos, tenemos un buen trabajo y nadie pelea con nosotros seremos felices. Es la aspiración de toda persona. Una Vida perfecta llena de aventuras y cosas buenas. Hemos querido eliminar el sufrimiento de nuestras vidas. La realidad es diferente.

Todos estás apiraciones y cosas que acumulamos nos hacen ricos, es decir, nos ponen en una situación de alienación buscando la vida o felicidad en los ídolos de este mundo. El dinero y las demás cosas no dan la felicidad. La verdad es que, siendo libres de estas esclavitudes o ídolos es cuando realmente solo felices.

He conocido personas que tienen muy poco o casi nada, y son mucho más felices que algunos ricos que conozco, porque ponen su corazón en las cosas del cielo.

¡Ánimo! La recompensa que nos ofrece el Señor es maravillosa. A nuestro Señor no le interesa que vivamos mal, lo que si quiere es que seamos libres de toda atadura. Dejemos todo y pongamos nuestra confianza solo en Él.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 19,23-30): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos». Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible». 
Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?». Jesús les dijo: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros».

Vende lo que tienes y dáselo a los pobres

¿En qué consiste el cristianismo? O mejor dicho, ¿qué es ser cristiano? Si estamos llamados a ser hijos de Dios, discípulos de Cristo, perfectos como nuestro Padre Dios es perfecto, sería interesante preguntarse seriamente en qué consiste dicho llamado.

Jesús explica muy bien ese llamado. El cristiano es aquel que ama a Dios por encima de todo. ¿En qué consiste ese todo? Pues en los bienes materiales y afectivos. Tenemos una tendencia a hacernos ídolos. Buscar la felicidad en las cosas materiales. Nos afanamos constantemente por ser alguien mediante el dinero, la fama, prestigio, y los afectos. Pero todas esas cosas no sirven para la felicidad verdadera. 

El Señor Jesús nos invita a ser felices despreciando los bienes de este mundo y poniendo nuestra confianza solo en Dios. Si amamos a Dios por encima de todo, las cosas nos vendrán por añadidura. ¡Ánimo! ¿Estás dispuesto a renunciar a los bienes de este mundo? Si así lo hicieras, entonces empezarás a ser cristiano.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 19,16-22): En aquel tiempo, un joven se acercó a Jesús y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?». Él le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». «¿Cuáles?» —le dice él—. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo». Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?». Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme». Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.

Lo que Dios unió no lo separe el hombre

El cristiano es aquel que ajusta su vida al plan de Dios. Nuestro Dios es el que ha ordenado todo en el universo. Es causa primera de todo lo que sucede. Él es el autor de la vida y de la muerte, hunde en el abismo y saca de el. Por tanto, todo lo que pueda pasar en nuestra vida, incluyendo nuestra vocación o estado social, viene de Él.

En este sentido es que se vive el matrimonio cristiano. En estos tiempos son pocos los que se casan por la Iglesia. ¿Por qué? Entre otros motivos es que piensan que es un absurdo decir que alguien “debe” estar con otra persona para toda la vida de manera “obligada”. Pensar así es no entender el sacramento.

La verdad es que todos somos débiles. Tenemos muchísimas dificultades en la relación con los demás. Somos unos grandes pecadores, pero si nos apoyamos en Dios podemos estar siempre en comunión. Todo lo que hagamos apoyados en Dios, subsistirá para siempre. Es decir, que si tengo la certeza que el matrimonio o el celibato que abracé en algún momento lo hago porque sé que es voluntad de Dios, tendremos la certeza y alegría de saber que cumplimos su proyecto y Él nos dará siempre su fuerza. La Iglesia a previsto los procedimientos cuando efectivamente se confirma que hubo algo que no vino de Dios. Por tanto, en un caso y en otro, siempre se hace la voluntad de Dios. ¿Entiendes este lenguaje? Pídele a Dios entenderlo. Solo así será feliz. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 19,3-12): En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos que, para ponerle a prueba, le dijeron: «¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?». Él respondió: «¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre». 
Dícenle: «Pues ¿por qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla?». Díceles: «Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer -no por fornicación- y se case con otra, comete adulterio». 
Dícenle sus discípulos: «Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse». Pero Él les dijo: «No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda».

¿Cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?

Nos ha pasado a todos. En algún momento de nuestra vida, alguien nos ha ofendido con intención o sin ella. Nos han faltado al respeto, nos han hablado mal o nos han hecho algún mal directo o indirecto. Es decir, todos hemos tenido la experiencia de sentir en lo profundo de nuestro corazón el dolor de la ofensa que nos infringe alguien. De frente a ese acontecimiento, ¿cómo reacciona un cristiano?

Lo primero es lo primero. El cristiano es aquel que ha experimentado en su vida el amor de Dios y la manifestación máxima de ese amor es el perdón. Nosotros hemos sido perversos, malvados y pecadores. No hemos sido buenos. Hemos hecho mucho mal. ¿Lo sabes? ¿Tienes conciencia de eso? En la medida de que tengas ilimunados tus pecados en esa misa medida experimentarás el amor de Dios sabiendo que en Él tus pecados han sido perdonados.

Todo aquel que experimenta profundamente el perdón de Dios puede perdonar. Aquí está la clave. ¿Si te han perdonado tanto como tú no puedes perdonar lo poco? Pidamos a Dios que nos conceda sentir su perdón y dar ese mismo perdón a los demás. ¡Ánimo! Dios es amor que se manifiesta en el perdón.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 18,21—19,1): En aquel tiempo, Pedro preguntó a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: «Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré». Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda. 
»Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: «Paga lo que debes». Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: «Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré». Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: «Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?». Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano».
Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán.