Archivo por meses: marzo 2018

A quien había resucitado de entre los muertos

Jesús inaugura una nueva realidad. Demostró en vida, con señales y prodigios, la obra que iba a realizar con nosotros: resucitarnos de la muerte.

En tiempos del Señor había tres hermanos. Martha, María y Lázaro. A Lázaro lo resucitó. A todos les amó. Todos ellos habían vivido en grado extraordinario el poder de Dios. Es por eso que le amaban. Nada en este mundo podía valer más que honrar a este hombre. Ni el perfume más caro del mundo.

También nosotros en esta Semana Santa reconocamos que Dios es lo más grande. Ni playas ni fiestas. Solo Él salva y nos llena de vida. ¡Ánimo! Entremos en el misterio de su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 12,1-11): Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa.

Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?». Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis».

Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús.

Si alguno guarda mi Palabra, no probará la muerte jamás

La muerte es el gran tema de la humanidad. Nadie quiere morir. Todos tiene temor, quizás terror, de ese momento definitivo en donde dejaremos esta tierra y pasaremos a la casa del Padre. ¿Cuando nos tocará vivir ese momento?

Precisamente en cuaresma nos preparamos para celebrar la victoria de Jesús sobre la muerte, pero sobre todo su victoria sobre nuestras muertes particulares. ¿Alguna vez has experimentado que Jesús a entrado en tu muerte (sufrimientos, tristezas, lutos) y te ha llevado a la vida? Hermano, si todavía no lo has experimentando, entra en los ejercicios espirituales de cuaresma (ayuno, oración y limosna) y pide humildemente al Señor que te regale vivir la resurrección desde aquí.

Los cristianos creen en el cielo porque ya lo están viviendo desde ahora. ¡Ánimo! Vivamos en alabanza, dando gloria a Dios porque nos ha hecho vivir plenamente. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 8,51-59): En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás». Le dijeron los judíos: «Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abraham murió, y también los profetas; y tú dices: ‘Si alguno guarda mi Palabra, no probará la muerte jamás’. ¿Eres tú acaso más grande que nuestro padre Abraham, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes a ti mismo?». Jesús respondió: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís: ‘Él es nuestro Dios’, y sin embargo no le conocéis, yo sí que le conozco, y si dijera que no le conozco, sería un mentiroso como vosotros. Pero yo le conozco, y guardo su Palabra. Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi día; lo vio y se alegró». Entonces los judíos le dijeron: «¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abraham?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy». Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del Templo.

Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres

¿Cuál es la verdad? La verdad es que Dios ha enviado a Jesús para salvarlos. El único problema que esto lo podemos creer o no. Está en nosotros el acoger esta buena noticia o rechazarla.

En tiempo de Jesús muchos no entendieron su mensaje y por tanto no creyeron que Él fuera hijo de Dios. Al contrario, veían su apariencia y todo les daba a entender que no era cierto el mensaje de Jesús.

Lo mismo puede pasarnos. Podemos estar pendientes de milagros extraordinarios o manifestaciones según nuestros esquemas de felicidad. La verdad es que el Señor ha querido salvarnos a través de la muerte y resurrección de su hijo. Esto es lo que vamos a celebrar dentro de poco.

Es por eso que te digo: ¡Alégrate, porque has creído en lo anunciado por el Señor!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 8,31-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos que habían creído en Él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». Ellos le respondieron: «Nosotros somos descendencia de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Os haréis libres?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no se queda en casa para siempre; mientras el hijo se queda para siempre. Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres. Ya sé que sois descendencia de Abraham; pero tratáis de matarme, porque mi Palabra no prende en vosotros. Yo hablo lo que he visto donde mi Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído donde vuestro padre».

Ellos le respondieron: «Nuestro padre es Abraham». Jesús les dice: «Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham. Pero tratáis de matarme, a mí que os he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo Abraham. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre». Ellos le dijeron: «Nosotros no hemos nacido de la prostitución; no tenemos más padre que a Dios». Jesús les respondió: «Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que Él me ha enviado».

Si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados

El reconocimiento de Cristo con Señor es fundamental en nuestra Fe. Parte del Credo que decir “creo en Jesucristo, nuestro único Señor”. Desde los inicios de la iglesia, los fieles de todos los tiempos, han reconocido a Jesús como Dios. ¿En qué nos beneficia esa profesión o confesión de nuestra Fe?

Todos hemos buscado la vida o felicidad en tantas cosas. Estamos luchando y trabajando diariamente para tener más dinero, más afectos, más fama y reconocimiento. Todos nuestros esfuerzos están encaminados a realizar nuestro proyecto particular de felicidad aquí en la tierra. Más sin embargo, ¿qué descubrimos? Que nada de eso da respuesta absoluta y definitiva. Todas las cosas son precarias. El que dice amarnos, nos traiciona. El dinero se nos van o provoca pleitos familiares. La salud es tan precaria que en cualquier momento podemos desfallecer. Entonces, ¿qué hace? Buscar la vida donde realmente está. Esa es la clave.

La vida es reconocer que Jesús es el ÚNICO Señor. La fuerza de su amor y perdón sana todas nuestras heridas y nos hace ser felices con lo que Él nos da. ¡Oh admirable ternura! Dios nos ama tanto que en Jesús nos ha entregado la clave de la felicidad, de la vida eterna. ¡Créetelo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 8,21-30): En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos:«Yo me voy y vosotros me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado. Adonde yo voy, vosotros no podéis ir». Los judíos se decían: «¿Es que se va a suicidar, pues dice: ‘Adonde yo voy, vosotros no podéis ir’?». El les decía: «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados».

Entonces le decían: «¿Quién eres tú?». Jesús les respondió: «Desde el principio, lo que os estoy diciendo. Mucho podría hablar de vosotros y juzgar, pero el que me ha enviado es veraz, y lo que le he oído a Él es lo que hablo al mundo». No comprendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo. Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él». Al hablar así, muchos creyeron en Él.

Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado

José, esposo de María y custodio de Jesús, obedeció en todo a Dios. Es ejemplo de santidad y justicia. Un modelo de todo cristiano, ¿Por qué? Por su dosilidad a la voluntad de Dios.

Muchos hemos sido muy necios en nuestra vida. Hemos hecho lo que nos ha dado la gana. Hemos buscado la vida en los ídolos de este mundo. Nuestros ídolos han sido el dinero, la soberbia, los afectos desordenados, y otras esclavitudes espirituales. De frente a todo esto, ¿qué nos enseña José con su ejemplo? Que a pesar de nuestra debilidades, Dios se nos ofrece con su amor y su gracia, para que podamos hacer siempre su voluntad.

La alegria perfecta es seguir el ejemplo de José. Es seguir sus huellas de justicia y santidad. Hacer siempre la voluntad de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 1,16.18-21.24a): Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado.

Vengo de Él y Él es el que me ha enviado

Las autoridades y personalidades de Israel, en sentido general, no le reconocieron como el Cristo. Sus enseñanzas eran extrañas en los oídos de aquellos que no tienen el discernimiento y la apertura necesaria. Lo cierto que es que le mataron porque amenazaba sus esquemas y estilo de vida. ¿Podemos caer en esta misma trampa?

Si hoy no aceptamos nuestra historia o mantenemos algún tipo de odio o rechazo contra alguien, estamos rechazando a Jesús. Cuando hablamos mal de alguien o preferimos los bienes materiales a los espirituales, estamos rechazando a Jesús. Cuando deseamos la mujer de nuestro prójimo o mentimos, estamos rechazando a Jesús. En definitiva, si hoy no queremos convertimos, cerramos nuestro corazón y rechazamos el amor y perdón que se nos da gratuitamente en Jesús.

El que ve a Jesucristo ve el amor de Dios manifestado en alguien dispuesto a morir por los malvados y pescadores. ¡Ánimo! Dios te ama y quiere lo mejor para nosotros. Hoy es tu día, el día de la conversión a lo Señor.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 7,1-2.10.14.25-30): En aquel tiempo, Jesús estaba en Galilea, y no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces Él también subió no manifiestamente, sino de incógnito.

Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. Decían algunos de los de Jerusalén: «¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que éste es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es». Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: «Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que me envió el que es veraz; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de Él y Él es el que me ha enviado». Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.

¿Cómo vais a creer en mis palabras?

Jesucristo vino al mundo a hacer presente la gloria y el amor de Dios, su padre. Quien experimenta el perdón y el amor de Jesús, experimenta el amor de Dios. El señor nos ha amado tanto que se hizo cercano a toda nuestra humanidad mediante su hijo Jesucristo, nuestro Señor. ¿Tú te lo crees?

Día a día, minuto a minuto, segundo a segundo; nuestro Señor se hace presente, la mayoría de la veces, de manera velada. Una palabra de un familiar, la corrección de algún compañero de trabajo, alguna noticia positiva o negativa; en fin, son muchas las maneras que la que Dios dialoga con nosotros mediante la historia. Él nos ama y quiere salvarnos, pero “necesita” que tú te lo creas. Todas las maravillas que hace en tu vida es para que tu te creas su amor y puedas así ser feliz.

La resurrección de empieza a experimentar desde aquí. La pascua, el paso de la muerte a la vida, se alcanza desde esta vida presente. Pensamos pues en la vida futura en la seguridad de que Dios nos ama y nunca nos dejará en la muerte. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 5,31-47): En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de un hombre, sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que Él ha enviado.

»Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios.

»Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».

Ha pasado de la muerte a la vida

Dios ha enviado a su único hijo, Jesucristo, al mundo para sacar de la muerte a los que se encuentran sometidos por el pecado a los más graves sufrimientos. Jesús no vino a condenar. Él se ha encarnado para que todos tengamos vida eterna. Es la voluntad de Dios que se realiza en Jesús. ¿En ti se ha cumplido el proyecto de Dios?

Si hoy tenemos duda de Fe o nos sentimos que nos invade la tristeza y el dolor, es importante que recordemos, que vivamos o experimentemos que tarde o temprano, nuestro Señor convertirá tu muerte en vida, tú oscuridad en luz.

¡Ánimo! Esta promesa la realiza Dios porque te ama. Quieres que vivamos en Él. Que tengamos vida en abundancia. ¡Viene la Pascua! ¡Dios es vida eterna! ¡Vida sin fin!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 5,17-30): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo» Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios.

Jesús, pues, tomando la palabra, les decía: «En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace Él, eso también lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que Él hace. Y le mostrará obras aún mayores que estas, para que os asombréis. Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado. En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida.

»En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre. No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado».

¿Quieres curarte?

¡Imagínate! Si a un enfermo se le pregunta si quiere ser curado lo más natural es que diga un rotundo SÍ! La enfermedad nos postra en cama, nos impide caminar, ser persona plenamente, en definitiva, no limita como persona. ¿Cuál es la enseñanza de Jesús en la escritura? Que para ser curado, lo primero es reconocerse enfermo. Para experimentar sanación debemos gritarle al Señor con la fuerza que solo tiene alguien que se reconoce necesitado de Dios.

¿Estás enfermo? Si dices que no… nunca serás curado. Pero si dices que si… ¡bendito sea Dios! Llegará tu Señor y te salvará. ¡Ánimo! Que el Señor que tiene poder de curar el cuerpo también tiene el poder de sanar nuestra alma herida por el pecado. Dios nos ama y con su amor cura toda dolencia y sufrimiento. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 5,1-3.5-16): Era el día de fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betsaida, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: «¿Quieres curarte?». Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda». Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.

Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido curado: «Es sábado y no te está permitido llevar la camilla». Él le respondió: «El que me ha curado me ha dicho: ‘Toma tu camilla y anda’». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el hombre que te ha dicho: ‘Tómala y anda?’». Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: «Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor». El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.

Vete, que tu hijo vive

La vida viene dada por Dios. Todo lo que existe tiene su origen en Él. Nuestro Señor se manifiesta siempre convirtiendo el agua en vino, la tristeza en gozo, la muerte en vida. Entonces, ¿Por qué a veces no sentimos esa vida prometida?

Nuestro problema es de Fe. Estamos constantemente dudando del poder de Dios. Nos parece que nuestros problemas son los más grandes del mundo y que nadie nos puede ayudar. ¡Esto es mentira!

En tiempos de Jesús había muchas persona a que también dudaban y estaban pidiendo demostraciones tangibles del poder de Dios. El Señor siempre mostró su amor con el objetivo de suscitar en nosotros la Fe.

¡Ánimo! Dios nos ama y nos quiere dar su vida, que nunca acaba. Para esto sirve el tiempo de cuaresma, para ir en camino hacia la vida eterna, la resurrección del Señor, la victoria definitiva sobre todos nuestros pecados y muertes. ¡Alégrate en el Señor!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 4,43-54): En aquel tiempo, Jesús partió de Samaría para Galilea. Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.

Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde Él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis». Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo». Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive».

Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre». El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.