Archivo por meses: octubre 2015

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

Todos esperamos ser felices en esta vida que Dios nos ha regalado. Nos parece tan corto el tiempo de nuestra existencia. Dice el salmo que el más robusto llega hasta 80 años queriendo decir que es una bendición vivir hasta esa edad. ¿Qué debemos hacer para bien vivir este tiempo vital?

La clave de la felicidad cristiana está en la bendición. Somos felices porque sabemos descubrir a Dios en cada aspecto de nuestra vida. Nuestra existencia se llena de propósito cuando sabemos que Dios está presente y quiero nuestro bien. Cuando somos concientes de que todo obedece a un plan divino entonces podemos encontró el sentido pleno de nuestra existencia.

No seamos como Herodes y los fariseos que son para nosotros hoy símbolo de todo aquel que no se da cuenta del amor de Dios presente en el mundo y en su vida. Hoy todos somos invitados a decir: ¡bendito sea el Señor!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 13,31-35): En aquel tiempo, algunos fariseos se acercaron a Jesús y le dijeron: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte». Y Él les dijo: «Id a decir a ese zorro: ‘Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado. Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén’.
»¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra casa. Os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!».

Salía de Él una fuerza que sanaba a todos

Jesús oraba intensamente y en todo tiempo. Cuando se enfrentó al reto de elegir a sus apóstoles o círculo más cercano lo puso en oración. Pasó la noche en el monte orando estando en comunión con su Padre Dios. ¿De dónde le venía la fuerza a Jesús? De la oración.

Los apóstoles, luego de ser elegidos, son enviados a hacer lo mismo que hizo Jesús: predicar y sanar. Fueron enviados a todas las naciones de la tierra a predicar que el reino de los cielos había llegado ya y que se manifestaba en la curación del cuerpo y del alma de todos lo que acogían en su corazón el mensaje de salvación. ¿Con qué fuerza hicieron los apóstoles este ministerio? Con la fuerza de la oración.

Hoy el Señor nos envía al mundo con la misma misión y nos invita, con su ejemplo, a apoyarnos en la misma fuerza: la oración. ¡Nunca dejes de orar! Esa es la fuerza misma de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,12-19): En aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor. 
Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos.

¿A qué es semejante el Reino de Dios?

Jesús anunciaba una sola cosa: ¡el reino de los cielos ha llegado ya! Esta es una buena noticia que se hace concreta en nuestra vida, ¿de qué manera? En los detalles pequeños.

Pedir perdón a tu amigo, hacer el bien a algún necesitado, ayudar en su trabajo a un compañero de trabajo, en fin, hacer día s día obras de misericordia que hagan presente a Dios.

El reino de Dios tiene esa sencillez y simpleza que cautiva y atrae. Dios nos llama a que con nuestras obras se haga presente el amor de Dios. Hagamos hoy honor al nombre que aspiramos tener: cristianos. 

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 13,18-21): En aquel tiempo, Jesús decía: «¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas». Dijo también: «¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo».

La gente se alegraba con las maravillas que hacía

Texto del Evangelio (Lc 13,10-17): En aquel tiempo, estaba Jesús un sábado enseñando en una sinagoga, y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla Jesús, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios. 
Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado, decía a la gente: «Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado». Le replicó el Señor: «¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar? Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día de sábado?». Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban confundidos, mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía.

He venido a prender fuego en el mundo

Algunas frases del evangelio nos escandalizan y pueden causar extrañeza. A veces nos presenta un Jesús duro e implacable. No nos gusta leer que Jesús tiró al suelo mesas o que corrijo con fuerza a fariseos, escríbas e inclusive a sus discípulos.

Jesús es amor y misericordia y sabe que nosotros muchas veces necesitamos que se nos hable con firmeza. Dejémonos de engaños. Ser cristiano es una opción radical. Estamos o no estamos en los caminos de Dios. No existen vías intermedias para vivir el evangelio. 

Nunca Dios nos llamará al desamor. Es decir, no es que nos invite a abandonar a nuestros o dejar de querer a nuestros hermanos. Lo que los quiere decir es que el afecto a las cosas y personas jamás debe superar al compromiso y amor con Dios. En algún momento, sin quererlo, muchas personas pueden ser impedimento en el camino de hacer la voluntad de Dios. El Señor siempre nos pone en alerta respecto a esta posibilidad frecuente.

¡Ánimo! Renovemos hoy nuestra Fe y hagamos un compromiso de lucha espiritual y amor divino.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,49-53): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».

Vendrá el Hijo del hombre

Dios no es un ser lejano. En la escrituras santas siempre se muestra al Señor cercano a todos y todas y sobre todo a aquellos que necesitan ayuda, salvación y amor. Los que han sido iniciados en el cristianismo saben que es fundamental encontrar o experimentar a Dios todos los días de nuestra vida.

Un cristiano es aquel que tiene el oído abierto, que quiere decir que sabe dialogar con Dios en la historia de su propia vida. Encontrar a Dios en los sucesos sencillos y cotidianos es un aspecto fundamental de la Fe.

¡Atento! Hoy viene el Señor a tu vida. Lo verás en la forma más inesperada. En una palabra de alguien, en algo que te pase o en alguna situación que no esperabas. 

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,39-48): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre». 
Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?». Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda en venir’, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles. 
»Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más».

¡Dichosos de ellos!

Todos buscamos la felicidad. Todos los días nos levantamos con el firme propósito de buscar sentido y felicidad en nuestras vida. Intentamos encontrar la fórmula mágica que nos ayude en este emprendimiento espiritual. ¿Cuál es la propuesta de Jesús?

En cualquier momento de este día puedes encontrarte con Dios. A través de algún compañero de trabajo, desconocido que nos diga algo o un familiar que nos visite. En fin, el mismo Dios actúa siempre a través de formas misteriosas pero muy concretas. Abre tu corazón a su palabra. Tengamos la actitud de estar siempre pendiente de dichas manifestaciones. Esa forma de vivir es el secreto de la dicha y la felicidad.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,35-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!».

Esta misma noche te reclamarán el alma

Uno de los errores que todos hemos cometido es vivir como si la muertr no existiera. Pasamos la vida sin pensar o hacer conciencia que un día moriremos. Buscamos darnos placer en todo pero a ninguno se nos ocurre vivir plenamente preparando una muerte buena.

El cristianismo siempre ha dado respuesta a esta problemática. Las personas se pelean, asesinan, traicionan y son capaces de diez mil diabluras con tal de conseguir dinero y fama. Piensan que nunca morirán. En el momento que llega la hora se dan cuenta que han sido necios.

Dios nos llama a atesorar riquezas en el cielo que significa que nuestro proyecto de felicidad no puede sustentarse sobre la base del amor desordenado del dinero. Nuestra felicidad radica en un vida llena de amor y bendición con nosotros mismo y con nuestro prójimo.

Vivamos poniendo nuestros bienes al servicio de lo demás. Disfrutemos lo que Dios nos da cada día. Seamos felices de la forma correcta que es la manera en que Dios quiere que vivamos.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,13-21): En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».
Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».

No temáis a los que matan el cuerpo

En estos tiempos ser cristiano no está de moda. A muchos bautizados les da vergüenza hablar de Dios o llevar la Biblia en las manos. Estamos en una época donde ser moderno e inteligente consiste en estar en contra de los principios tradicionales cristianos. No debería ser así.

¿Cuántas veces has hablado de las cosas de Dios con tu familia? ¿En qué momentos has tenido la valentía de defender a la iglesia cuando se entabla una discusión donde se le desacredita? ¿En tus actos de día a día haces solemne profesión de Fe con tus amigos y familiar siempre que se presente la ocasión?

Hoy más que nunca debemos ser firmes en la Fe. ¡No tengamos miedo! El amor de Cristo nos urge a actuar y hacer presente con nuestra buena conducta y profunda Fe a dar testimonio valiente en todo momento y en todo lugar. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,1-7): En aquel tiempo, habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse unos a otros, Jesús se puso a decir primeramente a sus discípulos: «Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados. Os digo a vosotros, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Os mostraré a quién debéis temer: temed a aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os repito: temed a ése. ¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos está olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos».

Se pedirán cuentas a esta generación

En algunas ocasiones tenemos la respuesta a nuestro problemas en frente de nosotros y no nos damos cuenta. Miles son las señales que nos da Dios y no logramos identificarlas. En algunas ocasiones somos ciegos y sordos al llamado de Dios.

Dios permite acontecimientos en nuestra vida que nos llama a conversión. Alguna humillación u objetivo no alcanzando nos pone en una situación excelente para crecer y ser mejores. Para ver estas cosas con los ojos de la Fe necesitamos siempre de ayuda.

Los profetas son esas personas que envía Dios a nuestra vida para que puedan ayudarnos. No son seres especiales. Puede ser hasta un enemigo que en algún momento nos señala una debilidad que no conocíamos y por tanto nos da la oportunidad de corregir. 

No seamos como los expertos del tiempo de Jesús. Seamos humildes y aprendamos a reconocer y acoger las enseñanzas de Jesús que nos vienen muchas veces de personas que actúan como profetas en nuestra vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,47-54): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo la Sabiduría de Dios: ‘Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán’, para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación. ¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido».
Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas, buscando, con insidias, cazar alguna palabra de su boca.