Archivo por meses: marzo 2020

Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy

Los fariseos no entendía a Jesús. No abrían sus corazones al mensaje de salvación. En ellos había una especia de predisposición. ¿A nosotros nos puede pasar lo mismos?

¡Claro! Podemos vivir sin darnos cuenta de la acción de Dios en nuestra vida. Podemos decir, “Si, yo creo en Dios”, pero actuar como si Él no existiera. Nuestras acciones deben demostrar que tenemos puesta nuestra esperanza en que Dios ha enviado a Jesucristo a salvarnos. ¡Se se acerca la Pascua! ¡Dentro de pocos vamos a celebrar el misterio de nuestra Fe. Cristo ha muerto y resucitado para que nosotros podamos experimentar día a día su acciones salvífica. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 8,21-30): En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos:«Yo me voy y vosotros me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado. Adonde yo voy, vosotros no podéis ir». Los judíos se decían: «¿Es que se va a suicidar, pues dice: ‘Adonde yo voy, vosotros no podéis ir’?». El les decía: «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados».

Entonces le decían: «¿Quién eres tú?». Jesús les respondió: «Desde el principio, lo que os estoy diciendo. Mucho podría hablar de vosotros y juzgar, pero el que me ha enviado es veraz, y lo que le he oído a Él es lo que hablo al mundo». No comprendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo. Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él». Al hablar así, muchos creyeron en Él.

Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra

Los tiempos de crisis hacen ver lo mejor de la naturaleza humana pero también lo peor. Muchos están pendientes de todo lo que circula por las redes sociales y servicios de mensajería instantánea. ¡Cuánta desinformación y noticias falsas! Y lo peor, hay muchos que lo único que hacen es quejarse de todo, creando así un ambiente tóxico que mete en tristeza y desesperanza al mundo entero. Así no debe comportarse un cristiano.

Los hombres y mujeres que siguen a Cristo perdonan siempre, excusan siempre, son pacientes siempre. ¿Y por qué son así? Porque el amor de Dios les ha hecho ver que no son mejores que nadie y que han sido perdonados de sus muchos pecados! ¿Cómo podemos juzgar a los demás si nosotros hemos hecho lo mismo? ¡Ánimo! Ayudemos a construir un mundo mejor. Empecemos por no difundir calamidades y calumnias. Seamos instrumentos de paz en las manos de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 8,1-11): En aquel tiempo, Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.

Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?». Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.

Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».

Yo le conozco, porque vengo de Él y Él es el que me ha enviado

¡Ánimo! Los cristianos no podemos sentir miedo o desesperación. ¿Por qué? Porque tenemos a Jesús, enviado por Dios Padre para salvarnos. ¿Tú te lo crees?

En tiempos de Jesús, los supuestos hombres de la ley de Dios no pudieron reconocerle. Veían lo exterior. Sus ojos no podían reconocer en los signos que se presentaban ante sus ojos que Dios había enviado al mesías y Salvador del mundo entero. En este tiempo de COVID-19, reconozcamos a Jesús como el Cristo que viene a librarnos de la muerte. ¡Creamos en Él!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 7,1-2.10.14.25-30): En aquel tiempo, Jesús estaba en Galilea, y no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces Él también subió no manifiestamente, sino de incógnito.

Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. Decían algunos de los de Jerusalén: «¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que éste es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es». Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: «Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que me envió el que es veraz; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de Él y Él es el que me ha enviado». Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.

¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios?

La Gloria es de Dios y para Dios. ¿Donde estás buscando la vida? Este mundo, a través de sus medios de comunicación y doctrinas e ideologías, nos han hecho creer que la gloria se consigue con dinero y fama. La actual crisis nos demuestra que, en un abrir y cerrar de ojos, todo puede terminar.

Escuchemos la voz de Dios que nos llama a conversión. Busquemos la luz divina manifestada en las adversidades de la vida. Seamos fieles al amor que Dios nos tiene y digamos sí a su perdón. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 5,31-47): En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de un hombre, sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que Él ha enviado.

»Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios.

»Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo

En los momentos que estamos viviendo parecería extraño hablar de alegría y felicidad. Con todo lo que se dice, estamos como asustados y tristes. La pandemia nos puede afectar el alma.

Por eso es tan oportuno el ejemplo de la virgen María. Ella creyó cuando las condiciones físicas indicaban que era imposible lo que se le prometía. Ella dijo a Dios que se haga su voluntad aún cuando esto implicaba algo de sufrimiento en su vida. Ella sabía que Dios, que la amaba tanto, sacaría del mal un bien. Tengamos la fe de María. ¡Nunca desfallecer! ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,26-38): Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin».

María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

Levántate, toma tu camilla y anda

¿Qué es más importante? ¿la ley o el amor? Muchos nos hemos enfocado en reducir el cristianismo a una serie de prácticas externas. Con la actual crisis del COVID-19 nos damos cuenta, de una forma radical, que ser Cristiano es más que eso.

Ahora estamos sin disfrutar la presencia de las liturgias cristianas. Ahora nos toca vivir la presencia espiritual de un Dios que habita en lo profundo de nuestro corazón y nos salva y sana de todos nuestros miedos y pecados. Ahora es tiempo de vivir plenamente uno de los aspectos más hermosos del cristianismo: no tener miedo. ¡Ánimo!

Leeré

Texto del Evangelio (Jn 5,1-3.5-16): Era el día de fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betsaida, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: «¿Quieres curarte?». Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda». Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.

Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido curado: «Es sábado y no te está permitido llevar la camilla». Él le respondió: «El que me ha curado me ha dicho: ‘Toma tu camilla y anda’». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el hombre que te ha dicho: ‘Tómala y anda?’». Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: «Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor». El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.

Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor

La verdad es el amor. No hay otro camino para la felicidad plena. ¿Cómo podemos poner en práctica el amor? Precisamente en estos momentos de pandemia, el amor debe prevalecer ante el temor. Los cristianos siempre estamos del lado de los más débiles y necesitados. Nos cuidamos y cuidamos a los nuestros.

No perdamos la Fe. Nunca dudemos del amor de Dios. Mantenerse firme ante los diversos desafíos que tenemos. Ese es el camino que Dios quiere que sigamos. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 12,28b-34): En aquel tiempo, uno de los maestros de la Ley se acercó a Jesús y le hizo esta pregunta: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús le contestó: «El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos».

Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.

No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento

El resumen de toda la ley y los profetas es el amor. Ama y haz lo que quieras. Se nos ha enseñado que lo más grande es amar a Cristo y todo lo demás es vanidad de vanidades. Vivimos en tiempos donde esto tiene especial significación.

La cuarentena del mundo nos hace vivir con mayor plenitud la salud que nos viene de estar más cerca de Dios. El Señor nos da una nueva luz para valorar las “normalidades” de la vida que tantas veces no apreciamos como corresponde. En estos días, ¡estemos cerca espiritualmente cuando las distancias físicas nos alejen! Cerca de Dios y amando a nuestro prójimo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,17-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».

Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?

¿Donde podemos encontrar el amor? En el perdón. Así de sencillo, así de simple. El que perdona SIEMPRE es un verdadero cristiano, un verdadero hijo de Dios. ¿Y por qué lo hace? Porque Dios lo ha hecho primero con él.

Tener dentro de nosotros la naturaleza divina, la manifestación concreta del Reino de Dios, es reconocer que Dios nos ha perdonado muchísimo. ¿Como no darle este mismo perdón a nuestros prójimos? ¡Perdonemos! Es lo que hace un cristiano.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 18,21-35): En aquel tiempo, Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

»Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.

»Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano».

Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos

¿Cuál es el fruto que el árbol de la fe que crece en nosotros debe producirse? El AMOR. ¿Hay alguien a tu alrededor que te cuesta amar? ¡Ámale! ¡Perdónale!

Poner en práctica la palabra de Dios implica amar inclusive a nuestros enemigos. Es el resumen de la ley y los profetas. Dios nos da la gracia de poner en práctica su ley de amor y misericordia. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 21,33-43.45-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: ‘Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia’. Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?».

Dícenle: «A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo». Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos».

Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta.