Archivo por meses: junio 2014

Maestro, te seguiré adondequiera que vayas

Todos los años, una buena cantidad de personas (no es mi caso) tienen el privilegio de planificar sus vacaciones.

En este proceso de determinar que hacer y a donde ir, preguntamos a la familia y buscamos asesoría. Casi siempre, todos y todas prefieren ir a sitios divertidos, entretenidos, exóticos y diferentes. Lugar donde “botar el golpe”, salir de la rutina, escapar de la “realité”… como dice un estimado hermano de mi comunidad.

La realidad (realité) es que nuestra vida está “marcada” por acontecimientos y hechos que muchas veces no son de nuestro agrado. Crecer, trabajar; en definitiva, vivir! es un proceso de crecimiento que se realiza en base a la experiencia constante de penas y alegrías, fracasos y logros, heridas y curación.

Cuando Jesús nos dice que “no tiene donde reclinar la cabeza” nos habla precisamente de ese aspecto de la vida que la mayoría no quiere aceptar, vivir o experimentar.

¿Seguir a Jesús? ¿Dónde va Jesús? Pues a la CRUZ! Donde definitivamente reclinó su cabeza… Eso no lo digo en sentido negativo… Es que mis queridos… Esa es la “realité”…

La vida es reír y llorar. Preferimos reír siempre, pero para crecer, también debemos aprender a “llorar”, aceptando el sufrimiento de cada día como una bendición que nos hace más fuertes, nos hace valorar lo que tenemos, nos hace amar a Dios como le ama Jesús! Dispuesto a hacer la voluntad de Dios siempre! Porque el sabe que la cruz no le mata! Más bien, le preparó para la resurrección.

Podemos irnos de vacaciones este verano para escapar de la “realité”… pero jamás podemos escapar de la realidad de la vida. Seguir a Jesús es aceptar nuestra historia como bendita! Es descubrir su amor en todos los hechos de la vida. Bendita realidad! Bendita “realité”!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 8,18-22): En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Otro de los discípulos le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Dícele Jesús: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos».

Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón

Hay cosas que realmente no podemos entender. La acción de Dios muchas veces se nos presenta como misteriosa e inescrutable.

Acontecimientos de enfermedad, difamación, calumnia y pecados de personas que esperamos no los cometan, son situaciones que parecen no tener sentido.

María, madre de Jesús y madre nuestra, guarda las cosas en su corazón, ¿qué significa esta actitud?

El silencio, en el sentido cristiano, es un don. En la oración buscamos “silenciar” el mundo para que en este silencio de los sentidos podamos escuchar sólo a Dios. Esa es la clave.

Jesús, siendo niño, está en la “Casa del Padre”. Recuerden lo que dijo luego… “Mi casa es una casa de oración y ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”. En esta “Casa del Padre” aprende de los maestros. Contemplan y medita. Hace la voluntad de Dios.

El que ora, siempre acepta y hace la voluntad de Dios. El Hijo, el padre y la madre. Todos hacen la voluntad de Dios. Todos entran en su misterio sabiendo que Dios, siendo bueno, conduce la historia y nos asegura nuestra felicidad.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 2,41-51): Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.

Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.

Mi yugo es suave y mi carga ligera

El yugo siempre hace referencia a algo malo. Cuando en los discursos patrióticos se habla de “yugo opresor” se está relacionado el término con esclavitud, maltrato y sometimiento. Entonces, ¿cómo puede Jesús hablar de que su “yugo es suave y su carga ligera”?

El término Sabiduría significa “conocimiento profundo que se adquiere a través del estudio o de la experiencia”. En lo que se refiere al yugo podemos decir que hay dos tipos de sabiduría. El sabio o poseedor de sabiduría que no entiende el yugo, la carga… Y el sabio (según Dios) que lo tiene “iluminado”, claro, comprendido…

Dios ha “ocultado” el conocimiento de su misterio a los sabios de este mundo, y se lo ha revelado a pequeños… A aquellos que poseen la sabiduría, don Espíritu Santo.

Recuerdo cuando un experto internacional en software me hacia las siguiente preguntas “¿como puede ser Dios bueno, si permite las guerras, las enfermedades y los asesinatos?” Este “gran sabio” de la informática no entendía como puede existir “mal” en el mundo. No lo tenía “iluminado”.

El cristianismo es la única realidad mundial que si lo tiene claro. ¡Jesús nos ha hecho descansar! ¿Y donde descansa el cristiano? ¡En la cruz! En el yugo suave… En la carga ligera. Aceptar los acontecimientos que parecen ser adversos es entrar en el descanso. Aceptar que hoy alguien puede humillarnos, que podemos perder el trabajo, que las cosas no saldrán exactamente como queremos… ¡Eso es ser sabio! Eso es descansar…

Entremos en el descanso que sólo Jesús crucificado y resucitado nos puede dar. La cruz, el yugo, la carga… ¡Son ligeras! Ten sabiduría hermana y hermano mío. Dios te ama y todo lo que te pasa y puede pasarte es para tu bien. ¡Créelo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,25-30): En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

»Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Oír la palabra de Dios y ponerla en práctica

¿Acaso no es hacer la voluntad de Dios , profetizar en su nombre, expulsar demonios y hacer milagros? Sólo imagina que cuando vayas al cielo el Señor te diga: “lo que has hecho en favor de la Iglesia, dando catequesis, asistiendo a misa, colaborando en la Parroquia, ayudando con tu dinero a causas buenas, y otras cosas similares, no tienen valor para mí”

Es curioso que Jesús no niega el argumento de aquellos que han profetizado, expulsado demonios y han hecho milagros. Simplemente dice “no les conozco”. ¿Por qué Jesús dice “no les conozco”? Porque oyen la palabra de Dios y no la ponen en práctica.

Es decir, los más importante, “construir sobre roca”, la clave para entender que quiere decirnos Jesús está en saber cuál es la palabra de Dios y ponerla en práctica.

Ayer en la celebración de palabra de mi comunidad leíamos una lectura del Nuevo Testamento que decía: “amar al prójimo es cumplir la ley en plenitud”. Si quieres poner en práctica la PALABRA de Dios, AMA! Si quieres hacer su voluntad, AMA! Si quieres construir sobre roca, AMA!

Amar es cumplir la ley entera. Podemos hacer “cosas” externamente, e inclusive extraordinarias, pero nunca amar verdaderamente al destinatario de esas obras. Lo más importante no es la profecía en sí misma. El centro del quehacer cristiano es AMAR. Dice el himno a la caridad: “Aunque tuviera el donde de profecía, si no tengo amor… NADA!” Amar como Dios ama en hacer su voluntad. Amar dando la vida por los demás hasta el extremo de morir por ellos si es necesario, eso es hacer la voluntad de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,21-29): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’. Y entonces les declararé: ‘¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!’.

»Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».

Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas.

Por sus frutos los reconoceréis

¡No es un slogan de campaña! Es una verdad dicha por Jesús: “por sus frutos los reconoceréis”. El fruto es una figura utilizada por Jesús con frecuencia. Sólo debemos recordar la parábola del Sembrador.

Jesús nos invita constantemente a ser la buena tierra! Una tierra donde se pueda dar buen fruto. Espinos y abrojos nunca dan buen fruto, no sirven para alimentar, para dar vida.

El buen fruto lo es, porque alimenta! Da la vida “muriendo” por el que la come. Un profeta que viene de Dios a tu vida es bueno, siempre y cuando te de Vida.

Cuantos amigos, cercanos, conocidos nos invitan a pecar: murmurar, maldecir, mentir; en definitiva nos invitan a dar la espalda a la voluntad de Dios. Cuando hoy, alguien se siente a tu lado y te invite a murmurar, dile que ese no es un buen fruto.

Mira los frutos da, y verás si es un buen profeta… que viene de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,15-20): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis».

Se ha de llamar Juan!

Todos los seres humanos buscan un sentido en sus vidas. Al momento de nacer, hemos sido “equipados” con un conjunto de talentos y dones que debemos descubrir, desarrollar y aplicar en nuestra vida diaria.

Algunos han nacido para el baile, otros para música; hay muchos que son líderes , otros buenos administradores; tenemos personas que nos deleitan con su escritos y otros más nos dejan maravillados con sus esculturas. En definitiva, creemos que hemos nacido para algo, para una misión concreta.

Dios ha elegido a Juan el Bautista para una misión que es común a todos los llamados a ser cristianos: Preparar el camino del Señor!.

Ser cristianos en este tiempo es haber sido elegidos para la misión más importantes de todas! Hacer presente con nuestros pensamientos, palabras y obras, las maravillas del Señor!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,57-66.80): Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados.

Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.

Brizna y Viga: ¿cómo nos ama Dios?

Si buscamos en el diccionario el significado de la palabra “brizna” nos damos cuenta que dentro de sus definiciones aparece que es un filamento o hebra vegetal. En general hace referencia a “porción insignificante de algo”. En un español coloquial diríamos que brizna es sinónimo de “paja o zurrapa”.

En cambio, cuando investigamos sobre la palabra “viga”, la misma nos conduce a la definición de “madero largo y grueso que sirve para formar los techos en los edificios y asegurar las construcciones”.

Para buen entendedor pocas palabras bastan. La diferencia de tamaño entra una brizna y una viga son grandes. Por eso, Jesús como maestro lleno de sabiduría, hace uso de esta figura para dar una enseñanza sobre como debemos contemplar los pecados de los demás.

Los pecados de tu esposo o esposa, de tu hijo o hija, de tu compañero de trabajo o estudio, de tu madre y padre; de el “otro” que no eres “tú” son inmensamente pequeños comparados con los tuyos! Si aplicamos esto a la vida, podríamos decir: “si los demás son más santos que tú, ¿por qué les juzgas? ¿Con qué autoridad moral señalas los pecados y defectos de los demás?

Si viéramos a los demás como superiores a nosotros, nadie odiaría, rechazaría o pelearía con el prójimo! La base del AMOR es considerar a los otros como superiores.

Texto del Evangelio (Mt 7,1-5): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano».