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Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo

¿Qué estaba oculto desde la creación? ¿Cuál es la maravilla que no conocimos desde nuestro nacimiento? ¿Qué nos estamos perdiendo si no abrimos nuestro corazón a Dios? Pues la vida eterna que en el Reino de Dios podemos disfrutar.

La buena noticia es que Dios mete en nuestra harina, en nuestra tierra, en nuestra vida una levadura, una semilla un gozo en el Espíritu que puede transformar toda nuestra vida.

El reino de los cielos se puede experimentar desde aquí. Cuando hemos participado en la muerte y resurrección del Señor estamos haciendo una Pascua con Él al punto que ya tenemos la experiencia o mejor dicho, primicias del cielo aquí en la tierra. ¡Ánimo! Dios te ama y quieres que tengas vida y vida en abundancia.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,31-35): En aquel tiempo, Jesús propuso todavía otra parábola a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas».
Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo». Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: ‘Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo’.

Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende

La semilla es imagen de la palabra de Dios que busca una buena tierra donde ser sembrada y dar el correspondiente fruto. Todos estamos llamado a ser buena tierra y dar frutos en la medida de nuestras capacidades y disposiciones.

¿Qué podemos hacer para que nuestro corazón, como tierra buena, pueda acoger con alegría la palabra y ponerla en práctica? El conuco, finca o ferramos de siembre se prepara con arados y maquinaria especializada. Se le hecha abono y se le cuida para que no pierda sus elementos nutritivos. El Señor nos regala sacramentos, comunidad, liturgias, oraciones, ayunos, limosnas; en fin, un conjunto de herramientas o ayudas que nos permiten preparar nuestra alma para recibir la palabra y que ella de frutos en nosotros.

Hagamos hoy uso de esas armas espirituales que Dios nos dio para hacer posible me nosotros el milagro de la conversión. Dios nos ama y quiere que seamos tierra buena.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,18-23): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumbe enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta».

Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen

La alegría de ver y escuchar las maravillas de Dios es lo más importante para un ser humano. ¿Por qué existen personas que todavía no creen en Dios o no lo ven en sus vidas? Simplemente porque no tienen la disponibilidad interior para hacerlo.

También nosotros hemos hecho la misma experiencia. Tenemos momentos en los que no oímos ni es vemos a Dios en nuestra vida. Son momentos de oscuridad, duda o pecado, que ocultan la presencia de Dios.

Hoy estamos invitados por la palabra de Dios a oír y ver de verdad. Esto significa que tengamos la humildad de escuchar a Dios y dejarnos impactar por su mensaje de amor hacia nosotros. ¡Ánimo! Dios cura nuestras cegueras y sorderas espirituales y nos lleva al conocimiento pleno de su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,10-17): En aquel tiempo, acercándose los discípulos dijeron a Jesús: «¿Por qué les hablas en parábolas?». Él les respondió: «Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: ‘Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane’.
»¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».

El que tenga oídos, que oiga

Dios ha querido salvarnos a través, dice San Pablos en sus cartas, de la necedad de la predicación. Si, así mismo es. Con el poder de la palabr, millones de hombres y mujeres de todos los tiempos, han transformado sus vidas en el Señor Dios. 

Es por eso que Jesús dice “el que tenga oídos, que oiga”. ¿A qué tipo de escucha se refiere? Pues a la misma que le pidió a Israel cuando le dijo “escucha Israel”. Luego les mostró el camino que lleva a la vida eterna diciéndole que amar a Dios con todo el corazón, el alma y las fuerzas; y al prójimo como a uno mismo, era la clave de nuestra salvación y felicidad verdadera.

Este es el fruto que quiero el Señor producir en nosotros. Esta es la semilla, la palabra, la simiente que plantada en lo profundo de nuestro corazón produce frutos de alegría y gozo en el Espíritu. ¡Ánimo! Dios siembre y hace germinar en nosotros la semilla de la vida eterna.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,1-9): En aquel tiempo, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: «Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga».

El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos

Es bueno que seamos sinceros. ¡Todos buscamos los primeros lugares! El primer puesto siempre debe ser para ti. Te gusta que los demás te sirvan en la familia, en el trabajo, en el grupo de amigos; en fin, es propio de la naturaleza buscar los primeros puestos. ¿Qué dice Jesús al respecto?

El Señor nos invita a beber del cáliz que el bebió y ser bautizado por su mismo bautizo. ¿Qué significa esto? Que si de verdad queremos seguir el camino de Jesús, la condición más importante para hacerlo es ocupar el último lugar, ser el servidor de todos y amar a todos incluyendo a nuestros enemigos.

Los cristianos son aquellos que sirven y aman hasta el extremo, ¿tú estás dispuesto a hacer los mismo en todo? Pues si tú respuesta es sí, el Señor te lo concederá. ¡Ánimo! Hemos sido llamados para ser sal y luz del mundo, para que viendo como amamos, los hombres y mujeres que nos rodean reconozcan a Dios y descubran que Él les ama.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 20,20-28): En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre». 
Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás

El evangelio muestra a Jesús en algunas ocasiones con un lenguaje duro. A los escribas y fariseos les daba respuestas fuertes que señalaban sus actitudes perversas y malintencionadas. ¿También nosotros podemos caer en los mismos engaños que estos señores de los tiempos de Jesús?

En nuestro diario vivir, nos acercamos a la religión o a Dios buscando señales prodigiosas. En algunas ocasiones esperamos que Dios se manifieste con potencia o solucione nuestros problemitas: nos cambie el temperamento de nuestra pareja, nos cura algún ser querido, nos cambie el jefe o que provea mayores recursos económicos. En fin, estamos siempre pidiendo a Dios que los cambie la historia. ¿Cuál es la respuesta de nuestro Señor? La señal de Jonás.

Jonás fue alguien que anunció la conversión a Nínive, ciudad pagana de la antigüedad. Al principio huyó y fue tragado por una ballena pero al tercer día fue salvado de esta situación. Esto es imagen de la resurrección de Cristo que murió y resucitó al tercer día.

Esto quiere decir que más que cambiar la historia el Señor quiere que podamos experimentar que de la muerte el saca la vida. Ese acontecimiento que no quieres aceptar, lejos de matarte te salva. Dios de la oscuridad hace la luz, de la muestre lleva a la vida. ¡Ánimo! La señal de Cristo es que puedes vivir RESUCITADO con Él. Ciertamente puedes experimentarlo si pides hoy que se haga realidad en tu vida. Dios te ama y te resucita.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 12,38-42): En aquel tiempo, le interpelaron algunos escribas y fariseos: «Maestro, queremos ver una señal hecha por ti». Mas Él les respondió: «¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón».

Misericordia quiero y no sacrificio

En el monte Sinaí, Dios entregó a su pueblo Israel unas tablas de piedra donde estaba la ley, las Diez Palabras de vida que les mostraba el camino de la vida eterna. El pueblo debía cumplir estos mandamientos si querían ser felices. ¿Qué pasó? Que Israel se dio cuenta que siempre incumplía la ley. La Torah o ley le mostraba al pueblo sus debilidades y flaquezas pero no les daba la gracia, por si sola, de salir de ellas. En este sentido la ley brindaba un servicio de iluminación de los pecados del pueblo.

Es por eso que Dios envía a Jesús. En nuestro Señor Jesucristo podemos cumplir la ley. Él nos da su Espíritu Santo para que podamos transformar nuestro corazón y ser liberados de la esclavitud del pecado. De tal manera, que para que está ley sea cumplida y se realice debe ser inscrita en lo profundo de nuestro corazón.

¡Ánimo! La misericordia de Dios lo perdona todo, la ley nos ayuda a ver nuestra realidad y en la nueva ley dada por Jesús podemos hacer lo que humanamente no podemos: amar a nuestros enemigos. Dios nos envía a ser verdaderos cumplidores de la ley que es amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas y al prójimo como a nosotros mismos. Has esto y tendrás vida eterna.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 12,1-8): En aquel tiempo, Jesús cruzaba por los sembrados un sábado. Y sus discípulos sintieron hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerlas. Al verlo los fariseos, le dijeron: «Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado». Pero Él les dijo: «¿No habéis leído lo que hizo David cuando sintió hambre él y los que le acompañaban, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la Presencia, que no le era lícito comer a él, ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes? ¿Tampoco habéis leído en la Ley que en día de sábado los sacerdotes, en el Templo, quebrantan el sábado sin incurrir en culpa? Pues yo os digo que hay aquí algo mayor que el Templo. Si hubieseis comprendido lo que significa aquello de: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado».

Porque mi yugo es suave y mi carga ligera

Dios nos llama a la sencillez y la humildad. La llamada de Dios consiste en seguir las huellas de Jesús, y ¿cuál es este camino que debemos recorrer? El camino de la pequeñez, de reconocer pecadores y de abrir nuestro corazón al Señor.

En muchas ocasiones nos cuesta trabajo aceptar las precariedad de la vida. Nos enfrentamos a sufrimientos y situaciones que no entendemos. ¿Quién puede aceptar la historia como la permite Dios? El humilde. La persona que con sencillez, acordándose de las maravillas que Dios ha hecho en su vida, acepta el amor de Dios que se manifiesta en todos los acontecimientos, incluyendo aquellos que pensamos nos son adversos, es feliz. La felicidad es reconocer que el yugo de Dios es ligero y llevadero porque lo en Jesús tenemos la gracia de encontrar nuestra verdadera santificación en el.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,28-30): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños

Los misterios de Dios son insondeables. No podemos estar a la altura de sus designios. ¿Por qué Dios da riquezas a algunos y a otros permite penurias? ¿Por qué existen enfermedades genéticas y males de todo tipo? ¿Por qué hay maldad en todas las sociedad? Podemos hacer una interminable lista de “porqués” y aún no encontrar respuesta lógica a ninguna de estas preguntas.

Los inteligentes y sabios de este mundo no creen en Dios o dudan de su existencia porque piensan que es imposible que exista un Dios que permita el sufrimiento en el ser humano. Se escandalizan, partiendo de su lógica, de la actuación de Dios. Lo mismo puede pasarnos a un nivel existencial.

Cuando aflora o aparece en nuestra vida alguna de estas realidad, como el sufrimiento, la enfermedad o la maldad, también empezamos a cuestionar a Dios con una sería de “porqués”. No nos hemos dado cuenta que los “porqués”, son para los sabios y que los “para qué” son para los pequeños. El humilde y sencillo le pregunta a Dios el propósito de los acontecimientos porque siempre son para nuestro bien, para nuestra santificación y nuestra felicidad. 

Dios no se entiende con la razón, se le conoce por la Fe. La Fe que nos hace creer que Dios nos ama y nos salva siempre del mal, haciendo de la Cruz, símbolo del sufrimiento, piedra angular de nuestra salvación. Abre tu corazón sencillo al misterio de Dios que se revela en nuestro Señor e Hijo de Dios. Él te ama! Nunca dudes de su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,25-27): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy

El Señor es todo misericordia. Dice el salmo 118 que “eterna es su misericordia”. Por eso nos resultado extraño que en algunos pasajes de la Biblia se vea a un Jesús disgustado por los pecados de algunos pueblo y que inclusive amenace fuertemente a sus habitantes del peligro de la condenación eterna. ¿Por qué hace eso Jesús?

El Señor quiero lo mejor para nosotros. Por eso ha hecho señales y prodigios en el mundo y en nuestra vida. Nos ha llenado de bendiciones como por ejemplo la familia, los bienes materiales y espirituales; en fin, ha hecho en nosotros maravillas como dice el cántico de la virgen María. Todo este bien tiene un objetivo: darnos vida eterna.

Es decir, Dios, como un padre que ama y quiere lo mejor para sus hijos, nos corrige y nos llama a conversión. La palabra de Dios busca despertarnos del pecado y llevarnos a la vida. Así que ánimo! Déjate corregir por Dios. Cambia de vida y vive! Esa es la voluntad de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,20-24): En aquel tiempo, Jesús se puso a maldecir a las ciudades en las que se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti».