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Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas

¡Salió el sembrador a sembrar! Ese sembrador es Jesús que con su palabra siembre en nuestros corazones semillas de amor y misericordia que esperan crecer con fuerza y dar en su momentos frutos de vida eterna. ¿Ha sucedió así en nosotros?

Nos enfrentamos día a día con nuestra debilidad. En ocasiones no damos el fruto que espera el Señor. Nuestra semilla de fe no crece en nosotros porque estamos pendientes de nuestros proyectos individualistas, atrapados en nuestras debilidades y damos la espalda a nuestro prójimo.

Seamos tierra buena que acoge la semilla de la palabra de Dios y la hace crecer. Escuchemos la voz de nuestro Señor y pongamos en práctica su palabra de amor. Pidamos la gracia de hacer siempre su voluntad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 4,1-20): En aquel tiempo, Jesús se puso otra vez a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción: «Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó enseguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento». Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga».

Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. El les dijo: «A vosotros se os ha dado comprender el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone».

Y les dice: «¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, entonces, comprenderéis todas las parábolas? El sembrador siembra la Palabra. Los que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la Palabra sembrada en ellos. De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, al punto la reciben con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumben enseguida. Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias les invaden y ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la Palabra, la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento».

Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre

La voluntad de Dios está por encima de nuestra voluntad. Nuestro Señor quiere siempre algo mucho mejor para nosotros que lo que podemos imaginar. En nuestra limitaciones caemos en el error de proyectar una vida según nuestros esquemas. Dios supera cualquier esquema humano.

Nuestro Señor nos hace un llamado enérgico a ser y actuar como cristianos. Es decir, nuestro Dios nos invita a poner en práctica su palabra para poder ser verdaderamente felices y miembros plenos del pueblo de Dios. Cristianos son aquellos que actúan como tales.

Pidamos a Dios que nos conceda la docilidad y la humildad para poner en práctica la palabra de vida que se ha manifestado en Jesucristo. Somos invitados a recorrer el camino de la salvación que conduce a la vida eterna. ¡Ánimo!

Leer:
Texto del Evangelio (Mt 12,46-50): En aquel tiempo, mientras Jesús estaba hablando a la muchedumbre, su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: «¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte». Pero Él respondió al que se lo decía: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida

En tiempos antiguos, donde los pueblos eran nómadas (errantes) y recolectores, el camino era un tema fundamental. Sin google maps o waze para indicarles por donde ir, saber tomar el camino correcto suponía la diferencia entre llegar al destino seguro o terminar dando vueltas, como “perdidos en el espacio”.

Es por eso que podemos aplicar la imagen del camino a nuestra experiencia de fe. Todos los días nos enfrentamos a una elección. Podemos elegir el mal camino que conduce al pecado o al mal, o elegir el buen camino que conduce a la vida. Tenemos la oportunidad de recorrer un sendero de vida, esperanza y caridad. Podemos, con la ayuda de Dios, tomar el camino que nos conduce a “verdes pastos de fresca hierba”, donde podemos amarnos como Cristo nos ama.

Jesús es el camino que nos conduce a la presencia del Padre. Él es el sendero que tenemos que tomar para alcanzar la vida eterna. No nos perdamos, sigamos a Jesús. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 14,1-6): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino». Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí».

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida

¡Hay tantas propuestas de felicidad en este mundo! Expertos, profetas e innumerables personas que dicen conocer el secreto de la felicidad. Lo que sí es cierto, es que esto produce una cierta ansiedad en las personas. ¿Cuál es el camino verdadero que debemos tomar? ¿A quien debemos hacer caso frente a tantas alternativas que podemos tomar?

Jesús nos dice que no tengamos miedo. Él nos muestra el camino de la verdad para darnos la vida mediante su amor. No hagamos caso a tantas propuestas falsas que se ven en los medios de comunicación y en los ambientes donde nos movemos. ¡Ánimo! Miremos a Cristo y expertos experimentos su acogida y protección.

Leer:

Jn 14,1-6: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, «estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»

Tomás le dice:

- «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»

Jesús le responde:

- «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí.»

Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende

La semilla es imagen de la palabra de Dios que busca una buena tierra donde ser sembrada y dar el correspondiente fruto. Todos estamos llamado a ser buena tierra y dar frutos en la medida de nuestras capacidades y disposiciones.

¿Qué podemos hacer para que nuestro corazón, como tierra buena, pueda acoger con alegría la palabra y ponerla en práctica? El conuco, finca o ferramos de siembre se prepara con arados y maquinaria especializada. Se le hecha abono y se le cuida para que no pierda sus elementos nutritivos. El Señor nos regala sacramentos, comunidad, liturgias, oraciones, ayunos, limosnas; en fin, un conjunto de herramientas o ayudas que nos permiten preparar nuestra alma para recibir la palabra y que ella de frutos en nosotros.

Hagamos hoy uso de esas armas espirituales que Dios nos dio para hacer posible me nosotros el milagro de la conversión. Dios nos ama y quiere que seamos tierra buena.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,18-23): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumbe enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta».

El que tenga oídos, que oiga

Dios ha querido salvarnos a través, dice San Pablos en sus cartas, de la necedad de la predicación. Si, así mismo es. Con el poder de la palabr, millones de hombres y mujeres de todos los tiempos, han transformado sus vidas en el Señor Dios. 

Es por eso que Jesús dice “el que tenga oídos, que oiga”. ¿A qué tipo de escucha se refiere? Pues a la misma que le pidió a Israel cuando le dijo “escucha Israel”. Luego les mostró el camino que lleva a la vida eterna diciéndole que amar a Dios con todo el corazón, el alma y las fuerzas; y al prójimo como a uno mismo, era la clave de nuestra salvación y felicidad verdadera.

Este es el fruto que quiero el Señor producir en nosotros. Esta es la semilla, la palabra, la simiente que plantada en lo profundo de nuestro corazón produce frutos de alegría y gozo en el Espíritu. ¡Ánimo! Dios siembre y hace germinar en nosotros la semilla de la vida eterna.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,1-9): En aquel tiempo, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: «Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga».

¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?

¿Cómo podemos conocer al Señor? ¿De qué manera experimentamos la resurrección del Señor? Los discípulos de Emaús nos muestran como Jesús RESUCITADO se hace presente en nuestras vidas.

Ciertamente, hoy no se aparece Jesús de forma física a que le toquemos y comemos con Él. Lo hace de una manera más profunda, íntima, mística y existencial. Le encontramos en las escrituras y el la fracción del Pan. Le podemos ver en la comunión de los hermanos. También podemos exprimentar su resurrección cuando en medio de la tristeza suscita profetas que nos ayudan en el camino de la vida a descubrir el amor de Dios.

La verdad que hemos experimentado todos es que CRISTO HA RESUCITADO! Somos testigos. Podemos dar testimonio de eso. Animo! CRISTO vive.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 24,13-35): Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. 
Él les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?». Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?». Él les dijo: «¿Qué cosas?». Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería Él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que Él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a Él no le vieron». Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?». Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre Él en todas las Escrituras. 
Al acercarse al pueblo a donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado». Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 
Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero Él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!». Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.

Ponte enseguida a buenas con tu adversario

Todos tenemos en algún momento algún tipo de adversario. Hay algunos que son enemigos permanentes y otro son coyunturales. En definitiva, siempre tenemos alguien que nos molesta, exige, reclama o difama. ¿Cuál es la actitud cristiana ante esta realidad?

El Señor nos invita a amar a nuestros enemigos. Nos llama a no responder mal con mal. En definitiva, el cristianismo es la manifestación del amor de Dios y el amor al prójimo incluyendo a nuestros enemigos. Ese es el mensaje central del sermón pronunciado por Jesús en la montaña.

Si quieres ser verdaderamente hijo de Dios, es necesario que ames a tus enemigos, ¿tu lo haces? Tranquilo, el Señor te lo da en su momento por medio de su gracia santificante: el Espíritu Santo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,20-26): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano “imbécil”, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame “renegado”, será reo de la gehenna de fuego. 
»Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».

¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?

Las librerías están llenas de libros de superación personal. Gran parte de toda esa literatura está orientada a ensañarnos cómo ganar “el mundo entero”. Su títulos suenan así: “cómo hacerse rico”, “el camino de la felicidad”, “rebajar 50 libras en 21 días”, entre varios. Es una interminable lista de títulos que sugieren un camino fácil y seguro a la felicidad plena. ¿Qué tan ciertas son estas fórmulas mágicas de la felicidad instantánea”.

El camino cristiano es distinto a la propuesta que ofrecen los grandes “gurús” de superación personal de nuestro tiempo. Lo primero es presentar la verdad clara y cruda. El camino de la vida supone la aceptación de la realidad tal cual es y partiendo de esto, poner nuestra seguridad en Dios, creador y dueño de todo lo que existe y nuestro padre que cuida y guía.

Nos enseñan a conquistar el mundo pero no nos dicen que este mundo acaba. Nos dicen que busquemos fama y dinero pero nadie nos explica porqué personas que lo tienen en demasía se suicidan. 

La vida está en Dios. Busquemos la respuesta en donde podemos encontrarla. La realidad celeste es el camino de la felicidad plena. En Cristo podemos descubrir y vivir esta verdad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 8,34-9,1): En aquel tiempo, Jesús llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? Pues, ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles». Les decía también: «Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios».

¡Qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!

Muchas veces estamos cargados de muchas cosas. Vivimos en un afán diario. Que la universidad, el trabajo, los hijos, las metas, los compromisos; en fin, un sin fin de temas que nos agobian y nos roban el descanso. ¿Cómo podemos tener Vida en medio de tanto ajetreo?

La propuesta evangélica es que podamos soltar. Esto quiere decir que podamos dejar nuestras idolatrías diarias y enfocar nuestro corazón a lo que realmente importa. ¿No tienes tiempo para orar? Pues ha llegado el momento de dejar cosas para hacer ese tiempo de oración. ¿No encuentras a quien dar limosna? Fíjate bien en las personas y ocasiones en las que Dios te visita en la persona de algún pobre. Ahí tienes la oportunidad de hacer el bien y haciéndolo, recibir la vida

¡Ánimo! Angosto es el camino que conduce a la vida porque debemos dejar muchas cosas que nos cargan y nos hacen mal para poder entrar por el. ¿Estás dispuesto?

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,6.12-14): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen. Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran».