Archivo por meses: diciembre 2017

Éste está puesto para caída y elevación de muchos

La encarnación de nuestro Dios, mediante su hijo y nuestro salvador Jesús, inaugra en el mundo una nueva era de paz y liberación para todo el universo. Ciertamente, esto es un tiempo de alegría y de esperanza pero también de tensiones y confrotanciones. ¿Por qué? Porque como hay mucho que acogen al Señor y su palabra y se salvan; otros le rechazan y le persiguen. Esta es la norma en las cosas de Dios y su llamada. Algunos son llamados pero pocos los escogidos.

Inclusive, algunos de nosotros hemos tenido nuestros momentos. Cuando alguien nos hace algún mal o intenta destruinos, sentimos que Dios nos ha dejado solo. Tenemos la tentación de rechazar a Dios y seguir nuestras inclinaciones de venganza y odio.

En este tiempo de navidades estamos invitados a dar signos de amor. Dios quiere que tengamos paz y alegría. Que nunca seremos perseguidores del Señor. Que aprendamos que el sufrimiento es parte de la vida y que al contrario, nos hace crecer en santidad y en sabiduría. ¡Ánimo! Dios nos ama y nos da la fuerza para vencer toda adversidad.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 2,22-35): Cuando se cumplieron los días de la purificación según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y en él estaba el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al Niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

De Egipto llamé a mi hijo

La muerte es parte de la vida. Se alternan constamente el sufrimiento y la alegria, la guerra y la Paz, el
Odio y el Amor. Estamos en un combate constante, ¿quién ganará?

Nuestro Señor Jesús, desde el momento de su nacimiento experimentó la persecución y el odio. Fue rechazado por el poder establecido en su tiempo. Huyó con su familia a Egipto, símbolo de esclavitud y opresión. Pero, ¿qué sucedió? ¡Fue salvado para salvar!

Nuestro Jesús salva a todos de la muerte y nos hace experimentar la victoria sobre nuestros sufrimientos. Esa es la buena noticia que nos da la Navidad. Ciertamente nos toca sufrir, es parte de la vida. Pero Dios siempre nos libra de todo mal. ¡Ánimo! El nace para salvarnos y liberarnos de los “herodes” de nuestra vida. Nunca te desanimes.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 2,13-18): Después que los magos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al Niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al Niño para matarle». Él se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».

Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen».

Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre

En el evangelio hay profecías que dan miedo. Se nos anuncia persecución y odio. Parecería que una condición básica para seguir a Jesús es prepararse para sufrir calumnias a causa del evangelio. ¡Así es!

Todos los que hemos tenido la misión de hacer presente a Cristo en medio de esta generación hemos sufrido en nuestra carne los embates de personas que nos “odian”. Son aquellos que simplemente no soportan a alguien que quiere hacer lo correcto a su lado. Necesitan que todos sean iguales en corrupción y mal comportamiento. Es la forma de auto justificarse.

Los cristianos tenemos la misión de ser la diferencia. Ahí donde los demás roban, se buscan “lo suyo”, mientne y calumnian; nosotros tenemos que sembrar amor y perdón. Esa es la clave de ser cristiano.

¡Ánimo! Nuestra lucha la ha vencido Jesús por nosotros. Estamos en victoria. Dios mismo se ha hecho carne en Jesús para amarnos y perdonarnos a todos. ¡Nunca tengas miedo! ¡Sé valiente!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 10,17-22): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará».

Ha puesto los ojos en la humildad de su esclava

¡Hermosa la proclamación gloriosa de María! Ella, como nadie, sabe dar testimonio del amor de Dios manifestado en Jesús para con los humildes y pobres. ¿Quién se acuerda de los menos afortunados? Solo Dios y aquellos en los que se manifiesta el amor suyoz

Los pobres, humildes, hambrientos, pequeños y despreciados pueden estar contentos. ¡El Señor viene a salvarlos! ¡Liberarles de toda dolencia y dolor. Así que ánimo! Ya se acerca la fiesta del nacimiento del Señor Jesús en nuestros corazones. ¡Bendito sea el Jesús!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,46-56): En aquel tiempo, dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como había anunciado a nuestros padres— en favor de Abraham y de su linaje por los siglos».

María permaneció con Isabel unos tres meses, y se volvió a su casa.

¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!

¡Feliz el que ha creido! Parece simple la expresión, pero así mismo es. El Señor nos ha regalado dicha porque hemos creido que lo prometido por Él en Jesucristo se cumplirá. ¿Cuáles son estas promesas?

Cuando el ángel se le aparece a Zacarías y luego a María, lo primero que dice es que aquello que ellos consideran imposible se podrá realizar. Eso es principio de dicha y felicidad en el Señor. ¿Cuántos imposibles tienes hoy?

La historia muchas veces se nos hace imposible de asumir. Son muchas las pruebas, sufrimientos y acontecimientos que nos hacen dudar e inclusive pedir explicaciones de Dios. Sin embargo, hoy el Señor nos invita a creer. ¡Dichoso el que cree! ¿En qué consiste esta creencia? Es que Dios da sentido a todo y su amor ilumina nuestras precariedades.

¡Ánimo! Que todos tengamos abundante luz en nuestras vidas y la confianza absoluta de que el Señor nos ama ciertamente.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,39-45): En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo

El tiempo de Navidad es para estar en alegría. ¿En que consiste la dicha que podemos vivir? En hacer la experiencia de María. Ella siendo virgen y no conocer varón, fue capaz de experimentar la potencia de Dios.

La alegría nos viene de saber que nada es imposible para Dios. Podemos ser “estériles” en el sentido espiritual de la palabra. Es decir, tener situaciones difíciles que nos parecen imposibles de resolver. Tranquilos, Dios envía Ángeles que nos ayudan. Ellos nos anuncian el plan de Dios. ¿Cuál es este plan? Nuestra salvación.

Vivamos el tiempo de Navidad que se avecina con la esperanza de que el Señor siempre aparece en nuestra vida. ¡No temas! Viene ya.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,26-38): Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».

Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin».

María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres

Existen personas que basan su experiencia de Fe en la práctica piadosa de prácticas externas. Es cierto que es algo bueno y saludable mantener esta relación con Dios desde la práctica religiosa. Sin embargo, Dios quiere siempre llevarnos a un nivel más profundo y sincero de relación con Él.

Zacarías e Isabel son imagen de todo cristiano practicante, pero que tiene algún tipo de “oprobio” o sufrimiento que les hace dudar del amor de Dios. Muchos creemos en Dios pero no en sus milagros. Asistimos a misa pero no pensamos en Dios que se hace cercano y tiene poder de salvarnos. ¡Todos necesitamos vivir una experiencia profunda de Dios!

En estos tiempos de Navidad pidamos año Señor que nos envíe un ángel que nos haga ver su amor y poder salvífico. La Navidad es para que él mismos Dios nazca en nuestros corazones. ¡Alegría hermanos! ¡Jesús nacerá en nuestros corazones y nos salvará!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,5-25): Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad.

Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto».

Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad». El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo».

El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres».

Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras

Si quieres conocer a una persona, observa sus obras. Es una muy mala “costumbre” humana juzgar a las personas por lo que aparentan o dicen. Raras veces nos enfocamos en lo que realmente hace y es. Esa es la razón por la que Jesús insistió mucho en que sus frutos y sus obras hablaban por Él. ¿Qué hacía Jesús?

El Señor vino al mundo a traer alegría, paz, sanación y perdón. No vino a condenar. Ha venido al mundo, se ha hecho carne, para salvar a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. Esa es la alegría de la Navidad. Dios mismo se ha hecho carne en su hijo Jesucristo para librar de la muerte a toda la humanidad.

Vivíamos este tiempo en alegría. Sintamos la presencia del Señor en nuestros corazones. Recuperemos la semana pilas en familia. Vivíamos la Navidad como la vive un verdadero cristiano: contemplando en el pesebre al Señor y Salvador de todos.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,13-19): En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: «¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado’. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: ‘Demonio tiene’. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras».

El más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él

La elección de Dios supera toda lógica humana. En un mundo donde todos nos esforzamos por ser mejores, superar a los demás, en definitiva, competir por los primeros lugares en la sociedad, Dios nos ha dado un nuevo tipo de ser en esta vida.

Los pequeños son los preferidos del Señor. Al punto que le ha dado mayor dignidad que a profetas. Estos pequeños son símbolo de aquellos cristianos que buscan ocupar el último lugar, servir a los demás y poner en práctica la palabra.

El Señor nos invita a ser pequeños. Nos pide que renunciemos a nuestras grandes aspiraciones terrenales y nos apoyemos en Él para realizar su proyecto de salvación. Lo demás, se nos dará por añadidura.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,11-15): En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas: «En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga».

Yo os daré descanso

Hoy en día estamos llenos de complicaciones y ocupaciones. Son muchas las preocupaciones y temas que ocupan nuestra mente. Dicen que la epidemia del siglo XXI es el stress. ¿En donde podemos encontrar descanso?

El Señor, como verdadero buen pastor, nos acoge con amor. Nos promete descansar a la manera cristiana: en la cruz.l

La verdadera paz y tranquilidad la encontramos en la aceptación humilde y sincera de la propia historia y los acontecimientos diarios. El reposo viene cuando reconocemos que todo nos viene de Dios como una bendición. El cristiano vive plenamente en la alegría de saber que todo obra para bien. ¿Estás dispuesto? Abre tu corazón al Espíritu Santo que gime en nuestro interior: ¡Abba! Padre.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,28-30): En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».