Archivo por meses: febrero 2015

Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos

Estamos acostumbrados, en nuestra cultura occidental, a cumplir leyes, normas y reglamentos. Un gran número de personas acostumbran a definir el nivel de seriedad o buen comportamiento de una persona en función de cómo cumple con los “protocolos”. Eso no es malo pero hay algo mucho mejor.

La raíz o espíritu de una ley es mas importante que la ley misma. En los mandatos de Dios hay un mismo espíritu central: el amor debe ser la norma de nuestra vida.  Si me lavo las manos o voy a misa los domingos es importante en la medida en que esto construye el amor en mi y en los demás. 

El perdón es la manifestación más grande del amor. Perdonar y pedir perdón implica que amas tanto que estas dispuesto a dejar de lado tus interés para que otro sea feliz. Ese es el centro de nuestra Fe. 

Mi querido hermano o hermana. Reflexiona en el día de hoy sobre el perdón y reconciliación. Piensa quien podría tener algo contra ti y reconcíliate con él. Pon en práctica la palabra de Dios. Ama sin medida, perdona sin medida.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,20-26): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano “imbécil”, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame “renegado”, será reo de la gehenna de fuego. 


»Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».

Pedid y se os dará

La oración es una de las grandes “armas” de la cuaresma. Es el medio idóneo para llegar a Dios. Requiere paciencia y humildad. Es fundamental para hacer buena cuaresma.

Jesús nos invita a Pedir! Es necesario que reconozcamos que necesitamos de Él todo y que nosotros somos nada. 

Dios nos ama mucho y una de las formas en que manifiesta su amor es a través de los dones que nos da mendiante la oración. Dios es maestro de los imposibles y estas cosas se dan gracias a la oración.

Somos invitados en esta cuaresma a  renovar la práctica de la oración que es espacio de encuentro con nuestro Dios amoroso y misericordioso.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,7-12):En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas».

La señal de Jonás

¿Qué le pedimos a Dios? Que nos cambie la vida, que nos sabe de una enfermedad, que nos ayude a pasar un examen, que no permita tener una casa o carro, que podamos conseguir una buena esposa o esposo; en fin, un número amplio de necesidades y deseos. Oramos siempre en petición como si Dios fuera una secretaria o genio que concede deseos a quien se lo pide. Esto es una perversidad y degradación de la Fe cristiana.

La generación de Jesús no lo acepta entre otras cosas porque quiere acomodar a Jesús a sus esquemas “mesiánicos” y doctrinales. No entienden que lo que se manifiesta en Jesús es la VERDADERA naturaleza y misión de Dios. 

La “señal de Jonás” es la de uno que entra en la muerte y resucita a los tres días. Jonás es tragado por la ballena pero no muere. Dios le salva de ese peligro y le envía a anunciar su mensaje de salvación. Jesús es uno que muere en la cruz pero resucita al tercer día. La verdadera señal cristiana es la resurrección que quiere decir la victoria sobre la muerte.

La palabra de Dios nos invita a aceptar la voluntad de Dios. Una “señal” quiere hacer el Señor con nosotros y esta es la de dar muerte a nuestro hombre viejo en este tiempo cuaresmal mediante el ayuno, la oración y la limosna. Luego dar la vida eterna a todos los hombres y mujeres que acepten su palabra de salvación. ¡Ánimo! Entremos en la Cuaresma para resucitar en la Pascua.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,29-32): En aquel tiempo, habiéndose reunido la gente, Jesús comenzó a decir: «Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás».

Al orar, no charléis mucho

El camino cristiano de encuentro con Dios Padre es la oración. No puede existir Fe cristiana en la tierra si no hay un hombre o mujer orante. La base de nuestra experiencia de Dios se da y crece en la oración continua, incesante e inoportuna.

¿Es fácil orar? Si hablamos de recitar frases mientras nuestra mente está en otras cosas la respuesta seria si. Pero la oración no es eso. La oración es la experiencia que realiza el hombre que busca de Dios y que mediante un acto de humildad supremo reconoce en el Señor la fuente de la felicidad.

Jesús enseñó a discípulos a orar “como conviene”. Por eso podemos también nosotros hoy aprender de Él. El Padre Nuestro nos enseña que para orar debemos estar reconciliados con nuestros enemigos y que siendo criaturas podemos llamar Padre a nuestro Dios. Hagamos por tanto, experiencia de oración.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 6,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.

»Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

Venid, benditos de mi Padre

En este primer lunes de cuaresma, Dios nos sigue llamando a conversión a través de la palabra de Dios.

La imagen del Juicio final nos ayuda a pensar que la vida en esta tierra se acabará un día. Muchos vivimos como si nunca fuéramos a morir. Esa es una de las razones por las que nos cuesta perdonar o nos aferramos con tanta fuerza al dinero o las cosas materiales.

En ese momento que solo el Señor sabe cómo será exactamente se distinguirá a dos tipos de personas. Por un lado están los benditos o por otro los malditos.

¿Quienes son los benditos? Aquellos que han amado mucho. Son los hombres y mujeres que han amado a Dios pero que ese amor se ha concretizado en el amor al prójimo. ¿Has dado de comer al hambriento de alimento físico y espiritual? ¿Has visitado a los enfermos del cuerpo y dado una palabra de aliento a los enfermos del alma? Pues eres un bendito del Padre. Eres un verdadero hijo de Dios.

¿Quienes son los malditos? Son los que no han amado. Se han pasado su vida para acumular riquezas y vivir para ellos mismos. Han centrado su felicidad en darse placer y poner su seguridad en la cosas de este mundo.

Hermanos y hermanas. Hoy el Señor nos invita a vivir la vida de tal forma que al final de nuestros días podamos escuchar la voz de Jesús que nos dice: “ven bendito de mi Padre”.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 25,31-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’. Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’. Y el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’.

»Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis’. Entonces dirán también éstos: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?’. Y él entonces les responderá: ‘En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo’. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna».

Días vendrán en que les será arrebatado el novio

El ayuno es una práctica ascética de muchas religiones y experiencias espirituales en todo el mundo y en todos los tiempos. Hay algo en él que permite hacer crecer el espíritu. Jesús también enseñó con el ejemplo esta importante pieza de las “armas espirituales”.

Nosotros, como seres terrenos, nos apegamos a las cosas de este mundo. Pensamos que la felicidad viene de acumular riquezas y pasarla “bien” en el sentido material de la palabra. Dejamos de lado que nuestra felicidad y en definitiva la vida eterna, no está asegurada por la abundancia de los bienes.

El cristiano ayuna para mortificar la carne y así prepararla para el banquete definitivo que nos daremos en el cielo. Hoy Jesús no camina entre nosotros pero nos espera en nuestra patria definitiva. Ayunar en dar muerte a las obras malas y posibilitar que podamos amar a Dios con todo nuestra mente buscando la seguridad solo en Él.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,14-15): En aquel tiempo, se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán».

Quien pierda su vida por mí, ése la salvará

La cuaresma inicia siempre con una invitación firme a conversión. Se nos invita a reafirmar en este tiempo litúrgico un aspecto importante de la vida cristiana que es el hecho de que en este mundo no debemos poner nuestras seguridades. La cuaresma es imagen del desierto. Desierto es un sitio inhóspito donde lo fundamental de la vida adquiere su mayor importancia.

Todos los seres humanos buscamos ser felices y entendemos que para lograr esto debemos realizar en nuestra vida acciones y actividades que nos lo puedan asegurar: ganar dinero, tener buen trabajo, constituir una familia perfecta, entre otras cosas. Sin embargo, dejamos de lado lo mas importante que es el amor de Dios y al prójimo.

Para salvar la vida debemos “perder” las cosas que hemos dado mas importancia que a Dios. Salvar la vida es amar a Dios con todo el corazón, el alma y las fuerzas; y al prójimo como a nosotros mismos. Haciendo esto, todo lo demás nos vendrá por añadidura.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,22-25): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día». Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?».

Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres

Hoy inicia la cuaresma con el miércoles de ceniza. Un tiempo de conversión está por comenzar y así prepararnos para la Pascua.

Que bueno es que iniciemos sabiendo que lo que vamos a practicar no debe ser el cumplimiento de normas externas. Hacer ayuno, oración y limosna son ejercicios espirituales que nos deben llevar a la conversión sincera.

La cuaresma es el tiempo donde mediante las “armas” espirituales se nos permite dar muerte al hombre terreno así dar vida al ser espiritual. El desierto de esta cuaresma, imagen de la vida, podemos descubrir lo mas importante: que Dios nos ama. En este amor podemos amar a los demás.

No hay forma mas bella de vivir este tiempo que amando a nuestro prójimo incluyendo a nuestros enemigos. Ayuno, oración y limosna para hacernos personas celestes que amen en la dimensión de la cruz. Una bendición!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 6,1-6.16-18): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

»Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».

Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes

Todos los pueblos tienen su comida típica o “bandera”. Es de conocimiento universal que a los dominicanos nos gusta nuestro arroz con habichuela y su carne al lado. Cada país tiene su plato tradicional. En el caso de Jesús, un alimento que no podía falta era el pan. Era parte fundamental de la dieta de los descendientes de Abraham y Moisés. De ahí viene que Jesús usara siempre esta imagen para dar una palabra.

Pan hace referencia a la palabra de Dios y a la evangelización. También se refiere al alimento divino que quita el hambre espiritual y nos lleva hacer la voluntad de Dios. Los discípulos han comido de este “pan” y quedaron “saciados”.

Jesús invita a sus apóstoles y seguidores a comer del pan que baja del cielo, símbolo del amor de Dios, y darlo de comer a todos los hombres y mujeres de este tiempo. Los fariseos son símbolo de la hipocresía y falta de amor. Herodes es símbolo del amor a este mundo y los placeres que corrompen el alma. El Señor invita a sus discípulos a no “comer” de ese “pan”.

Cuando uno está satisfecho puede dar a los demás. Eso es lo que quiere Dios. Que demos de lo que Él nos da y ¿qué nos da Jesús? Su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 8,14-21): En aquel tiempo, los discípulos se habían olvidado de tomar panes, y no llevaban consigo en la barca más que un pan. Jesús les hacía esta advertencia: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes». Ellos hablaban entre sí que no tenían panes. Dándose cuenta, les dice: «¿Por qué estáis hablando de que no tenéis panes? ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis de cuando partí los cinco panes para los cinco mil? ¿Cuántos canastos llenos de trozos recogisteis?». «Doce», le dicen. «Y cuando partí los siete entre los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de trozos recogisteis?» Le dicen: «Siete». Y continuó: «¿Aún no entendéis?».

¿Por qué esta generación pide una señal?

Ya el tiempo donde todo el mundo tenía Fe pasó. Los hombres y mujeres de este tiempo son incrédulos. El ateísmo o indiferencia ha minado las bases cristianas de la sociedad de Occidente. Piden una Señal… Que no se le dará.

La Señal que se pide no es la de Jesús. Quieren signos a su medida y la que se da es la de la Resurrección del Señor.

La señal de la Cruz escandaliza a los inteligentes de este mundo. En un mundo donde todo es relativo y las personas buscan su propio interés, la Cruz de Jesús les parece absurda: Un hombre que obedece la voluntad de Dios de forma radical.

El Señor nos invita a convertirnos. Ha esperar de Él la verdadera señal que da sentido a nuestra vida. A descubrir en su muerte y resurrección el misterio de nuestra salvación.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 8,11-13): En aquel tiempo, salieron los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús, pidiéndole una señal del cielo, con el fin de ponerle a prueba. Dando un profundo gemido desde lo íntimo de su ser, dice: «¿Por qué esta generación pide una señal? Yo os aseguro: no se dará a esta generación ninguna señal». Y, dejándolos, se embarcó de nuevo, y se fue a la orilla opuesta.