Estamos acostumbrados, en nuestra cultura occidental, a cumplir leyes, normas y reglamentos. Un gran número de personas acostumbran a definir el nivel de seriedad o buen comportamiento de una persona en función de cómo cumple con los “protocolos”. Eso no es malo pero hay algo mucho mejor.
La raíz o espíritu de una ley es mas importante que la ley misma. En los mandatos de Dios hay un mismo espíritu central: el amor debe ser la norma de nuestra vida. Si me lavo las manos o voy a misa los domingos es importante en la medida en que esto construye el amor en mi y en los demás.
El perdón es la manifestación más grande del amor. Perdonar y pedir perdón implica que amas tanto que estas dispuesto a dejar de lado tus interés para que otro sea feliz. Ese es el centro de nuestra Fe.
Mi querido hermano o hermana. Reflexiona en el día de hoy sobre el perdón y reconciliación. Piensa quien podría tener algo contra ti y reconcíliate con él. Pon en práctica la palabra de Dios. Ama sin medida, perdona sin medida.
Leer:
Texto del Evangelio (Mt 5,20-26): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano “imbécil”, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame “renegado”, será reo de la gehenna de fuego.
»Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».