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El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán

Todo pasa. En este mundo, nada dura para siempre. Si miramos a nuestro alrededor vemos que la naturaleza mantiene un ciclo vital que siempre se repite: nace, crece, se reproduce y muere. Nadie escapa a dicha realidad. ¿Cuál es la esperanza que tenemos en Cristo?

El amor de Dios nunca pasa. La misericordia del Señor es eterna. Y eso es una buena noticia para nosotros. Es la victoria sobre la muerte. Es la respuesta definitiva a nuestras ansias de eternidad. Dios nunca nos dejará en la muerte. Nos ofrece vida eterna, ¿quieres tenerla? ¡Vive en Dios y lo podrás experimentar desde hoy! ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,29-33): En aquel tiempo, Jesús puso a sus discípulos esta comparación: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

Cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación

¡Ánimo! Vivamos alegres porque ya viene el Señor a salvarnos de todas dolencias y sufrimiento sin sentido. Esa es la promesa que cumple Cristo hoy. Es lo que nos ofrece en cada momento. Dios nos ama y quiere nuestra felicidad. ¿La quieres?

Deja tu apego a los bienes materiales. Abandonemos nuestras prácticas de pecado. Estemos en comunión de amor con todos y con todo. Ese es el camino de la vida eterna que nos ofrece nuestro Padre Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,20-28): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito.

»¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación».

Yo os daré una elocuencia y una sabiduría

El Espíritu Santo asiste a todos los que se enfrentan con adversarios que quiere apartar a las personas del amor de Dios. Es el defensor por excelencia que defiende el proyecto de salvación con cada uno de nosotros.

La clave es apoyarse el el Señor. ¡No tengamos miedo! ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,12-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida

Todo pasa. La vida es precaria. Un día todo acabará. El mundo es finito. Lo material nace, crece y muere. ¿Quién nos podrá salvar de la caducidad de la vida?

En Jesús la muerte ha sido vencida. En Cristo podemos encontrar una eternidad de amor y misericordia. El Señor nos ha abierto el cielo para que podamos experimentar la vida eterna desde aquí. Esa es la buena noticia que se nos ofrece a través del cristianismo.

Vivamos el tiempo de adviento con alegría y esperanza. Cantemos el salmo que dice “viene el Señor vestido de majestad”. Reconozcamos hoy que la vida innmortal solo se encuentra en Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,5-11): En aquel tiempo, como dijeran algunos acerca del Templo que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida».

Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?». Él dijo: «Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato». Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo».

De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos

La mayor de nuestras ofrendas al Señor es todo nuestro ser. El Señor ha dicho que para seguirle debemos renunciar a nuestra vida y tomar nuestra cruz. Seguirle implica un compromiso de la vida entera.

La viuda es imagen de aquel que frente a Dios no se reserva nada. El amor al Señor es tan grande que todos los días en la mañana dice “aquí estoy mi Dios para hacer tu voluntad”. Recorre el camino de la felicidad que implica ajustar totalmente su vida a Jesús.

Seamos felices. Entreguemos todo a Dios. Él nos devolverá el ciento por uno y la visa eterna. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,1-4): En aquel tiempo, alzando la mirada, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir».

¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz!

Jesús subió a Jerusalén como signo de recorrido espiritual que concluye realzando la voluntad de Dios. La misión de Jesús es salvar al mundo entero. Por eso, se encarnó, murió y resucitó para con su resurrección llevarnos a todos a la vida eterna. Eso se realiza mediante la pasión, la subida a Jerusalén a morir por todos. La salvación pasa por la cruz.

El mundo necesita de Dios. Hoy más que nunca estamos necesitados del mensaje de salvación. La vida necesita tener el sentido que solo Dios puede dar. Esa es la buena noticia que anuncia el Señor en Jesucristo.

Hoy ha llegado la salvación a nuestra vida. Necesitamos del auxilio de Cristo para entrar Embaja Jerusalén sin miedo y seguros que Dios nunca nos deja en la muerte. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,41-44): En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita».

Os digo que a todo el que tiene, se le dará

Uno de los más grandes peligros en el camino de la fe es ser indiferentes a las llamadas que nos hace Dios día a día a poner en práctica su palabra. Es decir, escuchamos la palabra de Dios, vamos a los sacramentos, oramos pero ninguna de esas prácticas impacta nuestra vida. El Señor nos da gracias y dones que no llegan a fructificar.

Es por eso que somos llamados a conversión. Si tenemos rectitud de intención y queremos que Dios nos ayude, él nos regalará su gracia y experimentaremos los frutos de su amor. En cambio, si tenemos mala actitud y no valoramos lo que él nos ofrece, quedaremos fuera de su gracia sin nada en el alma.

¡Ánimo! Tengamos hoy y siempre el deseo de multiplicar con hechos las obras de amor de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,11-28): En aquel tiempo, Jesús estaba cerca de Jerusalén y añadió una parábola, pues los que le acompañaban creían que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro. Dijo pues: «Un hombre noble marchó a un país lejano, para recibir la investidura real y volverse. Habiendo llamado a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: ‘Negociad hasta que vuelva’. Pero sus ciudadanos le odiaban y enviaron detrás de él una embajada que dijese: ‘No queremos que ése reine sobre nosotros’.

»Y sucedió que, cuando regresó, después de recibir la investidura real, mandó llamar a aquellos siervos suyos, a los que había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. Se presentó el primero y dijo: ‘Señor, tu mina ha producido diez minas’. Le respondió: ‘¡Muy bien, siervo bueno!; ya que has sido fiel en lo mínimo, toma el gobierno de diez ciudades’. Vino el segundo y dijo: ‘Tu mina, Señor, ha producido cinco minas’. Dijo a éste: ‘Ponte tú también al mando de cinco ciudades’. Vino el otro y dijo: ‘Señor, aquí tienes tu mina, que he tenido guardada en un lienzo; pues tenía miedo de ti, que eres un hombre severo; que tomas lo que no pusiste, y cosechas lo que no sembraste’. Dícele: ‘Por tu propia boca te juzgo, siervo malo; sabías que yo soy un hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré; pues, ¿por qué no colocaste mi dinero en el banco? Y así, al volver yo, lo habría cobrado con los intereses’.

»Y dijo a los presentes: ‘Quitadle la mina y dádsela al que tiene las diez minas’. Dijéronle: ‘Señor, tiene ya diez minas’. ‘Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí’».

Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén.

Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa

Zaqueo era un gran pecador. Es imagen de todos mis funcionarios corruptos. Despreciado por todos. Un hombre repudiado por la sociedad y, seamos sinceros, con toda la razón. ¿Cómo es posible que Jesús visite a semejante lacra?

Jesús no vino por los sanos. El dio la vida por los enfermos. Vino a buscar lo que estaba perdido. Se encarnó en la tierra para perdonar todos los pecados.

El Señor miró a Zaqueo con ojos de misericordia. Lo amó y ese amor lo transformó al punto que vendió sus bienes y pagó sus deudas. Ese es el gran milagro. El milagro que produce Jesús en la vida de todos aquellos que abren su corazón.

Reconozcamos que muchas veces hemos sido como Zaqueo. Grandes pecadores que podemos acoger el perdón de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,1-10): En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría.

Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».

¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!

Cuando en las escrituras se mencionan a los ciegos, se intenta también hacer referencia a aquellos que padecen de ceguera espiritual. Todos hemos estados ciegos en el sentido de que no hemos visto claramente el amor de Dios. En que está ciego del espíritu vive en la oscuridad, siente que su vida no tiene sentido y padece de la peor de las enfermedades: piensa que nadie le ama.

El ciego debe gritar, que quiere decir orar, con mucha fe. Es importante que reconozca en Jesús el poder de curarle. Es fundamental no desfallecer en la búsqueda del amor de Dios.

Dios quiere que experimentemos su amor. El quiere sacarnos de la oscuridad y llevarnos a la luz. El camino de Jesús es una vía de sanación integral que nos hace criaturas nuevas. ¡Ánimo! ¡Dios nos ama!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 18,35-43): En aquel tiempo, sucedió que, al acercarse Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?». Él dijo: «¡Señor, que vea!». Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.

Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará

Lo más sabio es vivir como si ya fuéramos seres celestes. Todo lo que vemos y tocamos es finito. Todo pasa. Nada es eterno. Solo Dios basta.

La raíz de muchos pecados y males está en el apego desordenado de las cosas de este mundo. El Señor nos invita a ordenar según su palabra esta relación. Somos invitados a tener nuestro corazón en el cielo.

Trataremos hoy y siempre de escuchar a Dios y quererle por encima de todas las cosas. Solo así seremos felices.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 17,26-37): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca; vino el diluvio y los hizo perecer a todos. Lo mismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; pero el día que salió Lot de Sodoma, Dios hizo llover fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste.

»Aquel día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y de igual modo, el que esté en el campo, no se vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará. Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada». Y le dijeron: «¿Dónde, Señor?». Él les respondió: «Donde esté el cuerpo, allí también se reunirán los buitres».