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Os digo que a todo el que tiene, se le dará

Uno de los más grandes peligros en el camino de la fe es ser indiferentes a las llamadas que nos hace Dios día a día a poner en práctica su palabra. Es decir, escuchamos la palabra de Dios, vamos a los sacramentos, oramos pero ninguna de esas prácticas impacta nuestra vida. El Señor nos da gracias y dones que no llegan a fructificar.

Es por eso que somos llamados a conversión. Si tenemos rectitud de intención y queremos que Dios nos ayude, él nos regalará su gracia y experimentaremos los frutos de su amor. En cambio, si tenemos mala actitud y no valoramos lo que él nos ofrece, quedaremos fuera de su gracia sin nada en el alma.

¡Ánimo! Tengamos hoy y siempre el deseo de multiplicar con hechos las obras de amor de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,11-28): En aquel tiempo, Jesús estaba cerca de Jerusalén y añadió una parábola, pues los que le acompañaban creían que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro. Dijo pues: «Un hombre noble marchó a un país lejano, para recibir la investidura real y volverse. Habiendo llamado a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: ‘Negociad hasta que vuelva’. Pero sus ciudadanos le odiaban y enviaron detrás de él una embajada que dijese: ‘No queremos que ése reine sobre nosotros’.

»Y sucedió que, cuando regresó, después de recibir la investidura real, mandó llamar a aquellos siervos suyos, a los que había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. Se presentó el primero y dijo: ‘Señor, tu mina ha producido diez minas’. Le respondió: ‘¡Muy bien, siervo bueno!; ya que has sido fiel en lo mínimo, toma el gobierno de diez ciudades’. Vino el segundo y dijo: ‘Tu mina, Señor, ha producido cinco minas’. Dijo a éste: ‘Ponte tú también al mando de cinco ciudades’. Vino el otro y dijo: ‘Señor, aquí tienes tu mina, que he tenido guardada en un lienzo; pues tenía miedo de ti, que eres un hombre severo; que tomas lo que no pusiste, y cosechas lo que no sembraste’. Dícele: ‘Por tu propia boca te juzgo, siervo malo; sabías que yo soy un hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré; pues, ¿por qué no colocaste mi dinero en el banco? Y así, al volver yo, lo habría cobrado con los intereses’.

»Y dijo a los presentes: ‘Quitadle la mina y dádsela al que tiene las diez minas’. Dijéronle: ‘Señor, tiene ya diez minas’. ‘Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí’».

Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén.

Somos simples servidores

¿Por qué nos afanamos todos los días en tantas cosas? Dicen los expertos en motivación humana que en la raíz de toda acción humana está una búsqueda por la autorealización, es decir, de sentir que nuestra vida tiene sentido e importancia. Esta realidad no es en esencia mala. Sin embargo, para temas de la Fe tenemos que tener algunas preocupaciones.

Tenemos el peligro de buscar nuestra satisfacción personal hasta en los asuntos santos. Predicamos, hacemos algún servicio o damos alguna ayuda material simplemente por el afán de ser reconocidos. Esto no es amar a Dios y al prójimo. En el fondo nos buscamos a nosotros mismo, perseguimos nuestra autorreización y por tanto podemos caer en el egoísmo.

Hoy somos invitados a servir sin interés de ser reconocidos por nadie y en nada. Servimos a los demás porque el mismo Jesús nos ha servido, amándonos de tal manera que ha entregado su vida por nosotros. Aprendamos de Él, que ocupó el último mediante el servicio humilde y sin pretensiones vanas. Pidamos a Dios la gracia de parecernos cada vez más a nuestro Señor Jesús.

Leer:

Evangelio según San Lucas 17,7-10

El Señor dijó:
«Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: ‘Ven pronto y siéntate a la mesa’?
¿No le dirá más bien: ‘Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después’?

¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?
Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: ‘Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber’.»