Archivo por meses: mayo 2015

Todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis

Jesús enseña constantemente a sus más cercanos. No desperdicia la más mínima oportunidad para dar una planeta útil y una instrucción provechosa para ellos y todas las personas. Por eso es que se hizo admirado de todos por su sabia doctrina.

Uno de los temas en que mas insistió fue en la oración. Una persona pragmática y racional puede pensar que la oración es un tiempo que se pierde. Inclusive, vemos como las manifestaciones externas de oración puede hacer vacías y deformarse al punto de su “comercialización”.

Uno de los grandes frutos de la oración es que tiene el poder de transformar al ser humano. Lo convierte en “árbol que da fruto” y “amante de Dios”. La oración nos conecta con Dios y nos hace bendecirle siempre. Nos hace sentir en lo más profundo de nuestro ser el amor de Dios.

Hoy es importante que renovemos nuestra práctica de oración. Es lo único que puede producir amor y alegría en nuestro corazón.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 11,11-25): En aquel tiempo, después de que la gente lo había aclamado, Jesús entró en Jerusalén, en el Templo. Y después de observar todo a su alrededor, siendo ya tarde, salió con los Doce para Betania. 

Al día siguiente, saliendo ellos de Betania, sintió hambre. Y viendo de lejos una higuera con hojas, fue a ver si encontraba algo en ella; acercándose a ella, no encontró más que hojas; es que no era tiempo de higos. Entonces le dijo: «¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti!». Y sus discípulos oían esto. 
Llegan a Jerusalén; y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo. Y les enseñaba, diciéndoles: «¿No está escrito: ‘Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes?’.¡Pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos!». Se enteraron de esto los sumos sacerdotes y los escribas y buscaban cómo podrían matarle; porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina. Y al atardecer, salía fuera de la ciudad. 
Al pasar muy de mañana, vieron la higuera, que estaba seca hasta la raíz. Pedro, recordándolo, le dice: «¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca». Jesús les respondió: «Tened fe en Dios. Yo os aseguro que quien diga a este monte: ‘Quítate y arrójate al mar’ y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis. Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas».

¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!

Los ciegos son utilizados en el evangelio como símbolo de muchas cosas. Cuando una persona tiene una discapacidad visual su vida queda impactados radicalmente. No le es fácil llevar una vida normal. Vive en una inseguridad terrible. Vive en un mundo oscuro.

Se toma la figura de la ceguera para indicar un estado del alma humana. Muchas veces nos sentimos indefensos, en la oscuridad, no vemos nada bueno en nuestra vida y pensamos que nadie nos ama.

Estar ciego en el sentido bíblico seria pensar que no hay amor en nuestra vida. Sin amor, nada tiene sentido. Si no nos sentimos amados la luz no brilla y no hay color en las cosas.

¡La buena noticia es que podemos salir de este estado! ¿Cómo? ¡Gritando! ¡Pidiendo a Dios! El siempre tiene misericordia de nosotros. Él nos ama profundamente y quiere nuestro bien. ¿Qué quieres que te haga Jesús? Pídeselo que él te considerá lo que pides.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 10,46-52): En aquel tiempo, cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!». Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». 
Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle». Llaman al ciego, diciéndole: «¡Ánimo, levántate! Te llama». Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?». El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.

El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir

Siempre lo mismo. Los seres humanos buscamos realizarnos en este mundo. Nos trazamos metas y objetivos que queremos lograr en nuestra vida terrenal y nos aferramos a eso. Buscamos poder, fama y dinero a toda costa pensando que eso es felicidad. Dirían algún amigo bromista: “eso no da felicidad pero contribuye mucho a ella”.

Los discípulos de Jesús se ven sometidos a las mismas tentaciones. Hasta el punto de que dos de ellos estuvieron “cabildeando” posiciones para estuvieran en el Reino de Jesús. Que tremendos son estos. Los demás apóstoles se molestaron por tanta ambición de poder y puesto. 

Esta historia se repite en todos los escenarios de la vida humana. En lo político, social, económico y hasta religioso siempre hay una “buscadera” por posiciones y prebendas. 

Jesús da una clave para vivir cristianamente esta realidad que nos supera. No busquemos puestos, mejor busquemos servir. Si esto se da en el matrimonio, trabajo, iglesia y en los otros espacios en que pudiéramos estar, habría siempre comunión perfecta. 

Recuerda: “el que no vive para servir no sirve para vivir”

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 10,32-45): En aquel tiempo, los discípulos iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de Él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará». 
Se acercan a Él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: «Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos». Él les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?». Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?». Ellos le dijeron: «Sí, podemos». Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado». 
Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido

Todo tiene su requisito. Para entrar a la universidad o al colegio, para ser miembro de un club u organización social o simplemente para ser parte de un grupo de cualquier tipo. Debemos cumple con requerimientos mínimos para cualquier tema de acontecer nacional. ¿Cual es la condición fundamental para ser seguidor de Jesús? 

Nuestro Señor Jesús no exige ni obliga. Su buena noticia invita, cuestiona y nos ponen en una actitud. Seguir al hijo de Dios implica dejar lo que nos hace daño. Lo que los quita La Paz. Los que nos hace infelices. 

El seguimiento no trata de dejar algo bueno para seguir a un hombre. Lo que Él quiere es que dejemos el mal camino y podamos disfrutar de su promesa y esta es ¡Vida Eterna!

¿Estás dispuesto a seguir a Jesús en éstas condiciones? Este es el camino de la vida. La victoria de Jesús sobre nuestras esclavitudes e idolatrías.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 10,28-31): En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora en el presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros».

¿Qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?

La búsqueda incesante de felicidad siempre ha dominado el corazón de los seres humanos. Las filosofías, ideologías y religiones existen precisamente por esta búsqueda. Todas estas realidades son intentos de respuesta a la pregunta existencial más importante de todas: ¿cómo puedo ser feliz?

Un joven se hace esta pregunta seriamente. Él es un joven rico. Se parece a cualquier joven de nuestro tiempo. Vive una vida de lujo y no le falta nada pero a pesar de eso, parece que hay algo en su corazón que no “cuadra”. No es feliz. Esta ahí la razón de pregunta. Lo tiene todo pero le falta lo mas importante. Por eso le pregunta a quien puede responderle.

El Señor parece que ya le conoce. Lo remite al cumplimiento de la ley. La observancia externa de la norma es un comienzo pero no es la plenitud. Este joven dice que eso lo hace y es ahí donde Jesús aprovecha para dar la mas importante catequesis. Para ser feliz (tener vida eterna) se tiene que amar a Dios con todo el corazón, con todo el alma y con todas las fuerzas.

Vender los bienes significa amar a un solo Dios. La idolatría no puede existir en el corazón de alguien que quiere ser feliz. Ni el dinero, los afectos, el trabajo, ni nada puede ocupar el lugar de Dios en nuestro corazón. ¿Estás dispuesto a vender tus bienes? Esto significa renunciar a tus ídolos y amar solo a Dios. El Señor quiere que tengas vida eterna. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 10,17-27): Un día que Jesús se ponía ya en camino, uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante Él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre». Él, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme». Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. 
Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios». Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios».

Simón, hijo de Juan, ¿me amas?

Las escrituras nos narran las diferentes apariciones de Jesús. El Señor come, habla y consuela a sus apóstoles y discípulos durante un tiempo luego de resurrección. Un tiempo que hoy llamamos cincuentena pascual ayuda a celebrar este tiempo maravilloso donde Jesús muestra de una forma hermosa y maravillosa su victoria sobre la muerte.

Hay uno de estos relatos en el que Jesús tiene un diálogo muy profundo con Pedro, uno de sus elegidos más importante. Le hace una pregunta muy profunda: “¿me amas?”. Con esta interrogante pone a Pedro en una situación difícil y especial. El le había negado tres veces y ahora le pregunta la misma cantidad de veces si le ama.

Pedro es imagen de todos nosotros. Es por eso que a la tercera vez que le pregunta si le ama, Pedro dice: “tu lo sabes todo”. ¡Ciertamente! El Señor lo sabe todo. Sabe que somos unos pecadores, que estamos constantemente traicionándole y que no podemos amarle en nuestras fuerzas. Esta pregunta no busca el “compromiso” de Pedro. Al contrario, busca que pueda reconocer que si él puede amar a Jesús es porque Él le ha amado primero. ¡Qué hermoso es el amor de Dios!

Vive este día con alegría. Dios nos ama y quiere que hoy también podamos amarle siempre. Esta es la clave de nuestra felicidad.

Leer:

Evangelio según San Juan 21,15-19.

Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?”. El le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”. 

Le volvió a decir por segunda vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. El le respondió: “Sí, Señor, sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas”. 

Le preguntó por tercera vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”. Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: “Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas. 

Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras”. 

De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: “Sígueme”. 

El amor con que tú me has amado esté en ellos

Dios nos ha creado para el amor. Si en nuestras familias, trabajos u organizaciones reina el amor entonces no hay posibilidad alguna de división, odio o rencor. La comunión se da solamente si ponemos nuestras acciones y palabras bajo el poder del Amor.

Dios es Amor y el habita en los corazones de aquellos que están dispuesto a amar como el nos ha amado. ¿Cómo nos ama Dios? De una forma totalmente distinta a como amamos o nos aman.

En el mundo todo es por interés. Las personas se acercan a ti buscando algo. Una solución o apoyo. Una dádiva o favor. El amor del mundo es interesado, limitado. Esto no es necesariamente malo. Un niño ama a su Padre cuando le trata bien pero si en algún momento le toca correjirle pues se ponen en dudas estas cosas. Es natural alejarnos de aquellos que no entendemos o pensamos que más nos hacen daño.

Hoy es un buen día para abrir nuestro corazón a esta forma de Amor. La clave de la armonía en tu familia, matrimonio, o trabajo es que ames de esta manera. Dios nos dará este amor en la forma de su Espíritu.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 17,20-26): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. 

»Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos».

Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo

Estamos en la semana que finaliza el tiempo Pascual. Tendremos dentro de poco una de las fiestas más lindas del cristianismo: Pentecostes. Jesús, antes de ascender al cielo, habla a los apóstoles en un tono de despedida. No quiere que estén tristes. Les promete algo.

Jesús vuelve a la casa del Dios Padre pero no deja a sus ovejas solas. Les dice que les dejará una ayuda adecuada y esta es el Espíriru Santo.

También hoy podemos contar siempre con esa ayuda. ¿Te sientes perdido y no sabes que hacer con tu vida o con una situación particular que tengas? ¿Tienes alguna situación especial o quisieras entender mejor algo que te supera? Invoca el Espíritu Santo y el te ayudará.

Jesús nos ha amado tanto que nos ha dejado la mayor de las gracias. Un don del cielo que nos hace hijos de Dios. La naturaleza del Padre puede habitar en nuestro corazones. ¡Pide el Espíritu Santo! El puede ayudarte.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 17,11b-19): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. 
»Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad».

Padre, ha llegado la hora

Todos tenemos nuestra hora. Hay un momento en nuestra vida donde parece que el tiempo se detiene y todo en lo que nos hemos apoyado tambalea. Es el punto más profundo de nuestra existencia. Es el momento donde todo se cuestiona y donde nos quedamos “solos con el solo”. Jesús experimentó esa hora.

El Señor fue enviado a la tierra a cumplir una misión muy concreta. Dios el envía para salvar al mundo entero de su total perdición. ¿Y cómo lo ha hecho Dios? Dejando que crucificaran a su propio hijo para luego resucitarle. La gloria de Dios se ha manifestado ahí. ¡Jesús está dispuesto a morir! El sufre hasta el extremo para resucitarnos de manera radical. Esta es la verdadera gloria de Dios. ¿Cómo podemos participar de ella?

La gloria de Dios se manifiesta en nosotros cuando mostramos el amor de Dios, muriendo por los demás y resucitando para hacer la voluntad de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 17,1-11a): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. 


»Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado. 


»Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti».

¡Ánimo!: yo he vencido al mundo

Cuando la escritura se refiere al mundo de habla de nuestra existencia física. Esto quiere decir que Dios nos llama a una vocación espiritual que se debe vivir en un mundo físico. ¿Qué tenenemos que hacer con respecto a esto?

Vivir es enfrentar las situaciones que se presentan en nuestra vida. Las enfermedades, el cansancio, las humillaciones y situaciones contrarias a nuestro querer son comunes en la vida de cualquier ser humano. La existencia humana está marcada por diversas situaciones que nos llevan al desánimo o a la duda.

Buscamos en la religión refugio. Pensamos que teniendo mediante devociones a Dios de nuestro lado podemos evitar lo inevitable. La vida es eso. Lo que Dios ha querido que sea.

Jesús, nuestro Señor, ha dicho que ¡ÁNIMO! Que es verdad que tendrás pruebas pero que él HA VENCIDO AL MUNDO. Confía en Él. Nada malo pasará. Para los que confían en el Señor TODO obra para bien. 

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 16,29-33): En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: «Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios». Jesús les respondió: «¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo».