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¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios?

La Gloria es de Dios y para Dios. ¿Donde estás buscando la vida? Este mundo, a través de sus medios de comunicación y doctrinas e ideologías, nos han hecho creer que la gloria se consigue con dinero y fama. La actual crisis nos demuestra que, en un abrir y cerrar de ojos, todo puede terminar.

Escuchemos la voz de Dios que nos llama a conversión. Busquemos la luz divina manifestada en las adversidades de la vida. Seamos fieles al amor que Dios nos tiene y digamos sí a su perdón. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 5,31-47): En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de un hombre, sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que Él ha enviado.

»Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios.

»Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».

Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero

Dios ha mostrado el camino de la vida en Jesucristo. Cuando Cristo fue alzado en la cruz, mucho quedaron escandalizados. Los que entendieron, por obra del Espíritu Santo, se dieron cuenta que nuestro Señor nos mostró el camino que lleva a la vida eterna. ¿Cuál es? Aceptar nuestra historia.

Me imagino que hoy tienes muchos motivos para estar triste o cansado de muchas cosas. Escuchas la radio, ves la televisión o lees la prensa y encuentras que muchas noticias son negativas, pesimistas, sin sentido. Ha llegado el momento de cambiar de actitud. Ha llegado el momento de que te creas definitivamente que Jesús es el rey de reyes que nos da su mismo Espíritu para que tengamos vida en abundancia. ¿En qué consiste esa vida? Es que aceptes tu historia. En qué descubras el amor de Dios en tu vida. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 17,1-11a): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.

»Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado.

»Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti».

Dé también vida eterna a todos los que tú le has dado

A todos se nos ha enseñado de pequeños que Dios lo ha creado todo y por tanto los seres humanos somos criaturas de Dios. Es decir, somos hechura divina y quien da el sentido a nuestra existencia es nuestro creador Dios.

Nuestro Dios y Señor envió a su único hijo a salvarnos porque habíamos perdido este sentido en nuestra vida. Nuestro actos nos han llevado lejos de Dios. En Jesús podemos volver al Padre y así dar gloria a Dios con nuestras acciones.

La vida eterna nos viene de Jesús que nos hace participar de la gloria divina mediante el amor. La naturaleza misma de Dios puede habitar en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo que nos envía el Señor todos los días si se lo pedimos. Demos gloria a Dios abriendo nuestro corazón a la acción del Espíritu que hoy nos bendice tenis alegra en nuestra vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 17,1-11a): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. 
»Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado. 
»Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti».

Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti

Nuestro Señor Jesús se hizo hombre, vivió, murió, resucitó y subió al cielo para que nosotros podamos tener vida eterna. La voluntad de Dios es que vivamos y seamos felices. Él quiere que experimentemos el cielo ya desde aquí y así podamos sentir que es nuestro Padre y Señor.

Jesús fue enviado para dar gloria a Dios.¿cómo se manifiesta la gloria del Señor? En el amor y el perdón. Hoy el Señor te ama y perdona nuevamente. Y te invita a participar de este amor y perdón. Si estás resucitado con Cristo perdona y pide perdón. ¿Hay alguien a quien le debes perdonar o amar? Hazlo. 

La obra que Dios encomendó a Jesús es una obra de amor. Participa hoy de ese amor. Con la asistencia del Espíritu puedes hacerlo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 17,1-11a): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. 
»Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado. 
»Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti».

Levántate y vete; tu fe te ha salvado

Todos hemos tenido alguna experiencia divina en nuestras vidas. Aún sin ser concientes de la presencia de Dios en esos momentos especiales podemos afirmar que Él siempre nos acompaña.

En concreto, muchos de nosotros hemos tenido experiencias de encuentro personal y profundo con Dios. Hemos sido testigos del poder sanador de Jesús. ¿Qué ha producido estos momentos? 

El milagro físico es un medio para suscitar en nosotros lo verdaderamente importante que es: Fe. Ciertamente, el ser humano puede ser beneficiario de una gracia extraordinaria de Dios y no quedarse marcado profundamente por Él. Podemos instrumentalizar al Señor para que nos de lo que le pedimos y cuando ya tenemos lo que queremos simplemente olvidarnos de Él.

Hoy es un día para dar gloria a Dios por todas las maravillas que ha hecho con nosotros. Demos Gloria al Señor con nuestras palabras y obras. 

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 17,11-19): Un día, de camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?». Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado».

Padre, ha llegado la hora

Todos tenemos nuestra hora. Hay un momento en nuestra vida donde parece que el tiempo se detiene y todo en lo que nos hemos apoyado tambalea. Es el punto más profundo de nuestra existencia. Es el momento donde todo se cuestiona y donde nos quedamos “solos con el solo”. Jesús experimentó esa hora.

El Señor fue enviado a la tierra a cumplir una misión muy concreta. Dios el envía para salvar al mundo entero de su total perdición. ¿Y cómo lo ha hecho Dios? Dejando que crucificaran a su propio hijo para luego resucitarle. La gloria de Dios se ha manifestado ahí. ¡Jesús está dispuesto a morir! El sufre hasta el extremo para resucitarnos de manera radical. Esta es la verdadera gloria de Dios. ¿Cómo podemos participar de ella?

La gloria de Dios se manifiesta en nosotros cuando mostramos el amor de Dios, muriendo por los demás y resucitando para hacer la voluntad de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 17,1-11a): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. 


»Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado. 


»Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti».