Archivo por meses: mayo 2017

Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo

Es posible que algunos días o momentos del día nos sintamos tristes o cansados del agobio del día a día. Estamos sometidos constantemente a las preocupaciones normales de la vida. ¿Cómo pagaré las deudas? ¿Cómo le daré mejores condiciones de vida a mi gente querida? ¿Por qué me pasan cosas que no me gustan o me hacen sufrir? En fin, una sería de temas que si no las aceptamos nos pueden hundir en la tristeza y angustia.

Es por eso que necesitamos la visita de Dios todos los días. Cuando el Señor se aparece a través de la oración, la liturgia o una palabra de algún profeta quedamos como llenos del Espíritu Santo. Es decir, el gozo y la alegría de sentirnos amados de Dios y experimentar que todo es bueno nos hace saltar de gozo y en entrar en la paz del Señor.

Abrir nuestro corazón a la visita de Dios es la clave de nuestro camino hacia la vida eterna ofrecida por Dios a través de la Iglesia. Este es el ejercicio espiritual diario que nos da el máximo bien: el Espíritu Santo.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,39-56): En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos». María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

Dé también vida eterna a todos los que tú le has dado

A todos se nos ha enseñado de pequeños que Dios lo ha creado todo y por tanto los seres humanos somos criaturas de Dios. Es decir, somos hechura divina y quien da el sentido a nuestra existencia es nuestro creador Dios.

Nuestro Dios y Señor envió a su único hijo a salvarnos porque habíamos perdido este sentido en nuestra vida. Nuestro actos nos han llevado lejos de Dios. En Jesús podemos volver al Padre y así dar gloria a Dios con nuestras acciones.

La vida eterna nos viene de Jesús que nos hace participar de la gloria divina mediante el amor. La naturaleza misma de Dios puede habitar en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo que nos envía el Señor todos los días si se lo pedimos. Demos gloria a Dios abriendo nuestro corazón a la acción del Espíritu que hoy nos bendice tenis alegra en nuestra vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 17,1-11a): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. 
»Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado. 
»Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti».

Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo

¡No estás solo! Que hermosa frase. Jesús siempre experimentó la presencia de su Padre y lo mismo quiere para nosotros. En el mundo solo existen preocupaciones y tensiones. Debemos trabajar, estudiar, luchar y sobrevivir. La vida es un continuo crecimiento.

Para enfrentar todos los desafíos de la vida tenemos a Dios con nosotros. Nunca dudemos de este hecho. Jesús habla siempre claro y nos dice que frente al sufrimiento todos huimos. Lo más importante es saber que en esas situaciones difíciles de la vida, ¡no estamos solos! ¡Dios te ama!.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 16,29-33): En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: «Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios». Jesús les respondió: «¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo».

Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo

El gozo que nos promete el Señor es la promesa más grande que se nos puede hacer. Dios quiere que seamos felices y tengamos gozo en nuestro corazón. ¿Se puede ser feliz en este mundo?

Ciertamente no hay muchas alegrías en el mundo, en el sentido que no podemos esperar que las vanidades, cosas materiales y demás ídolos nos den la vida. Todas estas cosas pueden separarnos de Dios y su amor.

El gozo viene de Dios y se nos da mediante el Espíritu Santo. Podemos experimentar esto desde ahora y alcanzar la plenitud en el cielo. Pongamos nuestro corazón en las cosas del cielo y nuestra vida transcurrirá de gozo en gozo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 16,20-23a): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar. Aquel día no me preguntaréis nada».

Os guiará hasta la verdad completa

Existe una relación perfecta entre el Padre, el hijo y el Espíritu. Es la santísima trinidad que manifiesta la extraordinaria comunión de Dios en el amor. Dios es Padre, Hijo y Espíritu.

Dios se ha ido manifestando y revelando poco a poco. Como a un recién nacido que no puede comer alimento sólido, así Dios nos da en primer lugar lo que podemos asimilar y luego nos empieza a alimentar con cosas más sustanciosas y sólidas.

Necesitamos ahora del Espíritu de Dios. Mediante Él podemos experimentar él amor de Dios, conocer la voluntad de Dios y entender el sentido de nuestros sufrimientos y pruebas de cada día. Pidamos hoy este don precioso de lo alto. ¡Venga sobre nosotros el Espíritu de Dios!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 16,12-15): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros».

Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito

Los seres humanos hemos inventado las herencias y testamentos. En el pasar de los siglos, los abogados se han encargado de repartir los bienes que han dejado las personas a su descendencia y demás instituciones o amigos. Cuando Jesús subió al Padre, resucitado de la muerte, ¿nos dejó una herencia?

El Señor, que nos ama profundamente, nos ha dejado el don más precioso que es la vida dentro de nosotros. Nos dejó la gracia de tener una fuente de agua vivía que nos lleva a la vida eterna y esto se hace mediante el Espíritu Santo de Dios. Esta paráclito, abogado o defensor, nos reparte abundamente las gracias de Dios. ¿Qué quieres? ¿Necesitas la gracia de perdonar y pedir perdón? ¿Quieres tener la sabiduría para entender para qué te está pasando los acontecimientos actuales? ¿Estás triste y necesitas que alguien te demuestre amor? Dios te lo da, mediante Jesucristo, por la gracia del Espíritu Santo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 16,5-11): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Pero ahora me voy a Aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: ‘¿Adónde vas?’. Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré: y cuando Él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado».

El Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí

El Espíritu Santo es el don más precioso que nos ha dado nuestro Señor Jesús. Si podemos hablar de algún testamento de Jesucristo, la herencia que nos ha dejado nuestro Señor, es precisamente el Espíritu Santo.

Este don hermoso nos muestra la verdad de la vida que consiste en el amor de Dios. Todo lo que ocurre en nuestra existencia es fruto del amor. Dios da sentido y propósito a nuestra vida mediante su Espíritu paráclito que nos defiende de los ataques del mundo, la carne y el demonio que buscan meternos en un sin sentido y en la tristeza profunda.

El Espíritu es vida. Necesitamos defender la presencia de nuestro Señor mediante su Espíritu todos los días. Pedir este don es suficiente para enfrentar y soportar los avatares que se nos presente hoy y siempre. ¡Ven Espíritu e inunda nuestra mente del amor de Dios!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,26—16,4): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho».

que os améis los unos a los otros como yo os he amado

Jesús nos dejó un mandamiento. En el mismo nos invita amarnos los unos a los otros pero como Él nos ha amado. Y, ¿cómo nos ha amado Jesús?

La palabra amor está desvalorizada. En estos tiempos del espectáculo, la postverdad y demás vanidades e ilusione; se nos presente el verdadero amor. Dios nos ama y lo demuestra dando la vida por nosotros. ¿Tú das la vida por los demás?

¿Amas a tu familia y le perdonas sus faltas y ofensas?, ¿nos tomas en cuenta las injusticias en el trabajo y sirves a todos como si fuera al Señor? ¿No albergas en tu corazón ni odio, ni resentimiento ni rechazo por los demás? Es probable que algo de esto se da en tu vida, pero tranquilo, no temas, que Dios puede darte la gracia de cumplir sus mandamientos.

¿Qué significar amar según Dios? Amar en la dimensión de la Cruz. Pídele perdón a tus familiares, compañeros de trabajo o amigos  con los que tengas algún problema o conflicto. No importa si tienes razón o no. Lo que importa es que ames como Dios te ama.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,12-17): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».

El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto

El viñador, la viña y demás figuras utilizadas por Jesús son imagen de las cosas celestes. Dios sabe que si permanecemos en su amor y su palabra seremos felices y es por eso que nos invita a ser sarmientos injertados en la vid de Dios. ¡Esta es la verdadera felicidad!

Sin ser expertos en conucos o fincas, podemos entender perfectamente la parábola de Jesús. Necesitamos estar injertados en ese tronco de vida que es Dios. Sin Él, nuestra vida no tiene sentido.

Cumpliendo su palabra es la manera en la que podemos permanecer en el Señor. Perdonar, excusar, servir y amar son las acciones que nos permiten ser sarmientos en la vid del Señor. Seamos parte importante de este árbol frondoso de amor que es nuestro Señor y Salvador.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,1-8): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos».

No se turbe vuestro corazón ni se acobarde

Vivimos en una época de grandes y pequeñas amenazas. La inseguridad en todos los órdenes nos hacen sentir desprotegidos y con miedo. Jesús a sus discípulos nos da una palabra.

El Señor viene a nuestra vida y nos da La Paz. Nos hace ver que Dios es bueno y todo lo hace bien. Tener la seguridad que nuestro Dios no permitirá en nuestra vida algo que nos deje en la muerte. De todo lo que nos pase, nuestro Padre Dios sacará el bien.

Hoy es un buen día para entrar en La Paz y bendecir a Dios. Hoy es un buen día para recibir en nuestro corazón el Espíritu Santo y gritar a los cuatro vientos que nuestro Señor lo ha hecho todo bien. ¡Nunca dudes del amor de Dios!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 14,27-31a): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: ‘Me voy y volveré a vosotros’. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado».