El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto

El viñador, la viña y demás figuras utilizadas por Jesús son imagen de las cosas celestes. Dios sabe que si permanecemos en su amor y su palabra seremos felices y es por eso que nos invita a ser sarmientos injertados en la vid de Dios. ¡Esta es la verdadera felicidad!

Sin ser expertos en conucos o fincas, podemos entender perfectamente la parábola de Jesús. Necesitamos estar injertados en ese tronco de vida que es Dios. Sin Él, nuestra vida no tiene sentido.

Cumpliendo su palabra es la manera en la que podemos permanecer en el Señor. Perdonar, excusar, servir y amar son las acciones que nos permiten ser sarmientos en la vid del Señor. Seamos parte importante de este árbol frondoso de amor que es nuestro Señor y Salvador.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,1-8): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos».

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