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Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron

La llamada Jesús debió ser poderosa. Abordaba a sus elegidos, los llamaba y ellos se iban con Él. ¿Qué tiene Jesús que hacía que las personas dejaran todo para seguirle?

Precisamente el Señor era la fuente y fin de ese cambio radical de vida. Lo que ofrecía lo daba. Su entrada en la vida de persona causaba y causa un terremoto. ¿Alguna vez has experimentado algo así?

Nuestro Jesús quiere tu felicidad hoy. Él quiere que vivamos una vida nueva. Nuestro Señor reconoce que trabajar y tener proyectos personales es algo bueno. Él quiere que tu trabajo y tus temas tengan trascendencia. Que tengan la fuerza y certeza de que lo que hacemos sucede porque forma parte fundamental del proyecto de Dios. 

Leer:

En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: -«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande

¿Cuál es una de las cosas que quiere Jesús con su misión? Suscitar en nosotros la Fe. ¿Por qué es tan importante tener Fe? Porque ella nos da Vida Eterna. Así es. El Señor quiere nuestra felicidad. Él quiere que pasemos de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz, de la tristeza a la alegría.

Está buena noticia no es para un grupo selecto de personas. No son los buenos los destinatarios del mensaje evangélico. Son precisamente los alegados. Los pobres de espíritu. Los que no tienen sentido en su vida.

La Fe es creer y experimentar en nuestra vida el poder salvador de Dios en Jesús. ¡Ánimo! Hoy toca vivir en esta dimensión. Toca abrir nuestro corazón al Señor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 8,5-11): En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos». Dícele Jesús: «Yo iré a curarle». Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace». 
Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos».

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán

Si leemos los libros de historias nos podemos dar cuenta qué hay un número considerable de profetas y nigromantes que anuncian el fin del mundo en un momento determinado. Desde Nostradamus hasta Rasputín, ha sido figuras enigmáticas que atraen la atención y curiosidad de la gente. ¿Por qué? Porque todos los seres humanos, ante la incertidumbre de lo que no es, del futuro y la inseguridad, necesitan que alguien el diga si lo que viene será bueno o malo. Es algo propio de la naturaleza humana querer saber con certeza si el futuro es promisorio o no.

En el caso de las escrituras sagradas, podemos encontrar que Jesús hace especial énfasis en la parte positiva de este futuro. Nos asegura de diversas maneras y formas de que el Amor y misericordia de Dios siempre permanecerán. Este es el centro del mensaje escatológico de Jesús.

Por tanto, ¡ánimo! No tengas miedo. El Señor nos asegura que nunca nos dejará solos. Tengamos Fe en Él y la potencia de su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,29-33): En aquel tiempo, Jesús puso a sus discípulos esta comparación: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

Cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación

Desde siempre, los seres humanos han tenido especial interés por el futuro. Es por eso que las técnicas de predicción del futuro como también supuestos dones sobrenaturales de lectura del porvenir, ha causado tanta atención en los hombres y mujeres de todos los tiempos.

En las escrituras sagradas también hay profecías y advertencias sobre el futuro. Se habla que al final de los tiempos, cuando Jesús vuelva en gloria, se manifestarán signos y prodigios en la tierra y en el universo. ¿Tenemos que tener miedo en relación al anuncio de todas esas catástrofes futuras?

En el fondo de todo anuncio profético está un llamado a conversión.  También una invitación a prepararnos a la venida a nuestra vida del Señor. Es una invitación a estar contentos porque se acerca la liberación de todas nuestras esclavitudes y sufrimientos. 

¡Ánimo! No tengamos miedo. El futuro siempre será mejor. Dios nos ama y quiere que seamos libres y felices. Abramos nuestro corazón al Señor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,20-28): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito.
»¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación».

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas

Son muchas las cosas que empezamos y no terminamos. Las personas comienzan un curso, una Maestria, clases de inglés o una dieta y por alguna razón no alzanan su meta o culmina el proceso que iniciaron. 

En el cristianismo, también, hace falta una cualidad fundamental para la felicidad y éxito de toda persona: perseverancia.

La perseverancia es, según la Fe, un fin don de Dios. Es mantenerse firmes, sin desfallecer, en la carrera de la santidad y el camino de Dios. Es mantenerte en tu comunidad, iglesia o proyecto de la voluntad de Dios. Es saltar los obstáculos, vencer la oposición y romper las barreras que te impiden ser feliz según Dios. Perseverar es mantener el rumbo a pesar de las dificultades de cada día.

En las buenas y en las malas, es fundamental mantener el rumbo. Dios siempre nos ayuda. Nunca tiremos la toalla. El premio que nos espera es más que merecido.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,12-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Estad alerta, no os dejéis engañar

Estamos camino al adviento. Las lecturas diarias que propone la iglesia van animando el espíritu. ¿Qué nos dice Jesús en este tiempo?

Lo primero es que debemos estar en vela y atentos. Ciertamente hay señales que acompañan a la venida inminente del Señor. Pero este último acontecimiento de los tiempos está aún por venir. Nadie sabe el día ni la hora.

Es por eso, que nuestra preocupación es esperar al Señor HOY. Es en el tiempo presente  donde viene nuestro salvador y mesías. Es en el día de hoy en el que Él espera ser recibido en los corazones de aquellos que estén preparados. 

Las cosas externas no tienen valor en relación a que lo mejor es la maravilla que Dios nos quiere regalar hoy y siempre. Su misericordia, su amor y perdón siempre con nosotros. Dios que nos ama infinitamente.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,5-11): En aquel tiempo, como dijeran algunos acerca del Templo que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida». 
Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?». Él dijo: «Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato». Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo».

Ha echado de lo que necesitaba

La palabra compromiso no suena cristiana. En las escrituras es más normal escuchar palabras como “gracia”, “don” y “fruto del espíritu”. Se insiste mucho en la espiritualidad cristiana que todo lo que tenemos viene como un regalo de Dios, tanto los bienes espirituales como los materiales.

Sin embargo, la gracia cristiana implica una respuesta. La misma virgen María tuvo que decir su “Si” de manera voluntaria y totalmente libre. Hacer la voluntad de Dios y aceptar su gracia implica una apertura sincera y activa al Señor.

Hubo una mujer en la escritura. Ella lo dio todo en ofrenda al Señor, aún lo que necesitaba para vivir. Ella nos enseña de la radicalidad cristiana que pide de nosotros un “compromiso” total. Un “Si” absoluto como el que dijo la Virgen María. ¿Estás dispuesto a que se realice en ti esta misma experiencia? ¡Ánimo! Dios también te ayuda a decir el Sí. 

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,1-4): En aquel tiempo, alzando la mirada, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir».

Todo el pueblo le oía pendiente de sus labios

En este mundo hay tantos “gurús” y expertos. Estamos en la era del coaching y de la superación personal. Miles de libros nos enseñan a cómo adelgazar o hacerse rico en pocos días. Todo esto, ¿es reflejo de la realidad o un espejismo social y pasajero?

Jesús fue reconocido en su tiempo como alguien que hablaba como “quien tiene autoridad”. El Señor encarnaba su mensaje. Su autoridad era divina. Sus enseñanzas no tenían un fin pecunario. La gratuidad de su mensaje era símbolo de la integridad y amor de su accionar. 

Muchos de esos supuestos expertos han hecho un negocio de algo santo y bueno. ¡Claro que las personas necesitan ayuda! Pero no debe ser sobre la base del engaño, la estafa y las promesas exageradas de una felicidad instantánea.

Busquemos donde podemos encontrar. En Jesús nos da gratuitamente la felicidad, plenitud, amor y perdón. Busquemos en Él la alegría de nuestra salvación.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,45-48): En aquel tiempo, entrando Jesús en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: ‘Mi casa será casa de oración’. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!». Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.

¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz!

Paz es lo que quiere Dios. Consolación para su pueblo. Su mensaje es de salvación y alegría. Entonces, ¿por qué a veces tenemos guerra?

La guerra, entendido como enfrentamiento bélico entre dos o varios países o bandos, no es un “invento” de Dios. Nosotros, los seres humanos, con nuestros orgullos, egos y ambiciones; queremos los nuestro, lo del otro y mucho más. Nuestras debilidades nos hacen insoportables y “belicosos”.

La guerra también es símbolo de todo conflicto humano. Hay guerra en el matrimonio, en la familia, en el trabajo y hasta entre vecinos. Estamos siempre defendiendo nuestro espacio de la “invasión” de los demás. No queremos que nadie se meta en nuestros asuntos. Somos unos verdaderos individualistas.

En medio de esta descripción de nuestro pecado y debilidad, ¿puede haber alguna buena noticia? Claro! Para eso vino Jesús.

Hoy el Señor nos llama al amor, a la reconciliación y al perdón. Que no haya guerra en nuestras vidas. Que podamos vivir en paz y sobre todo, en La Paz que Dios nos quiere dar. ¡Ánimo! Abre tu corazón a la gracia de Dios que actúa de manera misteriosa en nuestras vidas.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,41-44): En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita».

Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador

Es probable que si Jesús hubiera hecho lo mismo en estos días, todos habrían pensado lo mismo. Piensen en la persona más corrupta que conozcas. Si, esa misma, que es famosa porque ha sido un ladrón. ¿Te atreverías a hacerte una foto con él o ella y subirla a Facebook? ¿Le invitarías a una suculenta cena en tu casa? Pues Jesús eso mi querido hermano. El Señor cenó y compartió con pecadores de ese nivel. ¿Por qué hizo eso?

Las escrituras han dicho claramente que todos somos pecadores. Nadie puede acusar o señalar a los demás. Jesús ha dicho que han venido por los pecafires y enfermos. La corrupción, el engaño, la mentira y robo son enfermedades del alma que Jesús puede curar. Ahora te pregunto, ¿eres Zaqueo? ¿Necesitas ayuda al igual que él?

Ya llegado el momento para que puedas recibir el amor de Dios. El perdón y su poder transformador. ¡Ánimo! Dios te ama y perdona.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,1-10): En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. 
Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».