Archivo por meses: noviembre 2018

Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron

La llamada que Jesús hace a sus discípulos es una invitación a vivir de forma diferentes. Es una renuncia a la vida pasada y la apertura a una nueva realidad. Acoger su llamado es aceptar cambiar radicalmente de vida. ¿Tú has hecho esa experiencia?

No podemos ser tibios. Las sagradas escrituras que a los tibios el Señor los “vomita de su boca”. Los tibios son aquellos que están con Dios y con él diablo. Aquellos que aparentemente están en la iglesia y asumen algunas actitudes piadosas pero no deja el mundo y sus costumbres.

Nuestro Señor nos invita a una radicalidad evangélica. A vivir en Jesús sabiendo que es con mucho lo mejor. Esa radicalidad o compromiso total conduce a la vida eterna y perfecta felicidad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 4,18-22): En aquel tiempo, caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres». Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron.

Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza

Muchas personas tienen miedo de hablar sobre la muerte. Les parece que eso podría ser lo peor que le sucediera. Es como si al mencionar la posibilidad de morir estaríamos acercando dicho acontecimiento. ¿Qué debe sentir un cristiano al respecto?

Los cristianos hemos experimentado que la muerte ha sido vencida. Tenemos la seguridad de existe el cielo y que nuestra vida no acaba con la muerte física. Tenemos la certeza de las de un futuro mejor. ¿Por qué tener miedo?

Veremos señales que indicaran que el fin de acerca pero nosotros no tendremos miedo porque sabemos que Dios nos ha preparado una morada celeste donde descansaremos con Él para siempre.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,20-28): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito.

»¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación».

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas

¿Por qué a veces nos parece que no avanzamos en el camino de la santidad? Porque no perseveramos. Tiramos la toalla fácilmente. Nos acomodamos a la realidad que nos parece imposible de cambiar.

La verdad es que la perseverancia es un don de Dios que permite realizar en nosotros el Plan de Dios. Dice un refrán popular: “el que persevera triunfa”.

Pidamos a Dios la Gracia de perseverar. No te desanimes. Parece que la ayuda de Dios tarda, pero el siemore llega y trae dones con Él. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,12-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Estad alerta, no os dejéis engañar

El mundo pasa. El Amor de Dios es eterno. Este tiempo litúrgico nos hace experimentar de una forma más viva uno de los aspectos más importantes de la vida cristiana: la escatología.

La iglesia siempre clama en cada eucaristía que Dios permita que Jesucristo vuelva lleno de gloria a juzgar a vivos y muertos. Un cristiano siempre está mirando al cielo. Nunca a la tierra. Tiene su corazón en los bienes espirituales, no en los terrenales.

Pidamos al Señor que nos de la gracia de esperar su vida con alegría. La muerte física no representa el final. Es un nuevo comienzo que nos conduce a la mansión de Dios donde se vive de amor. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,5-11): En aquel tiempo, como dijeran algunos acerca del Templo que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida».

Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?». Él dijo: «Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato». Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo».

De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos

El mundo nos invita a acumular. Desde que somos pequeños estamos recibiendo mensajes constantes de que una persona sin dinero, sin bienes o fama es un fracaso. El éxito se mide por la cantidad de dinero que se ha acumulado.

En el cristianismo se nos invita a tener una relación ordenada con el dinero. Es decir, que podamos experimentar que los bienes son simples instrumentos. Disfrutar la vida sabiendo que nuestro destino final es el cielo.

Ahora que se acerca el adviento es bueno entrar en esta reflexión. Meditemos nuestra vida como algo finito. Preparemos en esta tierra nuestra estancia definitiva en el cielo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,1-4): En aquel tiempo, alzando la mirada, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir».

¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz!

La subida a Jerusalén es símbolo de la experiencia cristiana. Todos los que hemos sido elegidos por Dios para mostrar su gloria en este mundo, estamos llamados a dar la vida por los demás. Jerusalén es símbolo de pasión pero también de resurrección.

El cristianismo se diferencia de cualquier experiencia religiosa o ideológica. La experiencia cristiana es un encuentro personal y profundo con un Dios que nos ama y que ha entregado a su hijo a la pasión y muerte para que con su resurrección podamos vivir eternamente.

¡Ánimo! Si hoy sufrimos es porque tiene un valor santificador. Esa es la misión del cristiano, morir para que otros puedan vivir.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,41-44): En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita».

Marchaba por delante subiendo a Jerusalén

Jesús subió a Jerusalén. Tenía claro que Dios le llamaba a manifestar el amor mediante la pasión. Estaba dispuesto a instaurar el reino de Dios mediante su muerte y resurrección.

En tiempos de Jesús se pensaba que Dios instauraría un reino terrenal. Israel, pueblo oprimido, gritaba a los cuatro vientos por su libertad. Se tenía la ilusión de la posibilidad de una libertad política. ¿Qué instauró Jesús? El verdadero Reino de Dios.

Jesucristo inauguró una nueva realidad. Mostró que el reino de los Cielos se realiza en el corazón de las personas que aman como Él nos amó, dando la vida por los demás. El Señor nos da misericordia y mucho amor para que podamos también hacer lo mismo con nuestro prójimo.

No cerremos nuestro corazón al proyecto de Dios. Seamos fieles cumplidores de su voluntad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,11-28): En aquel tiempo, Jesús estaba cerca de Jerusalén y añadió una parábola, pues los que le acompañaban creían que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro. Dijo pues: «Un hombre noble marchó a un país lejano, para recibir la investidura real y volverse. Habiendo llamado a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: ‘Negociad hasta que vuelva’. Pero sus ciudadanos le odiaban y enviaron detrás de él una embajada que dijese: ‘No queremos que ése reine sobre nosotros’.

»Y sucedió que, cuando regresó, después de recibir la investidura real, mandó llamar a aquellos siervos suyos, a los que había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. Se presentó el primero y dijo: ‘Señor, tu mina ha producido diez minas’. Le respondió: ‘¡Muy bien, siervo bueno!; ya que has sido fiel en lo mínimo, toma el gobierno de diez ciudades’. Vino el segundo y dijo: ‘Tu mina, Señor, ha producido cinco minas’. Dijo a éste: ‘Ponte tú también al mando de cinco ciudades’. Vino el otro y dijo: ‘Señor, aquí tienes tu mina, que he tenido guardada en un lienzo; pues tenía miedo de ti, que eres un hombre severo; que tomas lo que no pusiste, y cosechas lo que no sembraste’. Dícele: ‘Por tu propia boca te juzgo, siervo malo; sabías que yo soy un hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré; pues, ¿por qué no colocaste mi dinero en el banco? Y así, al volver yo, lo habría cobrado con los intereses’.

»Y dijo a los presentes: ‘Quitadle la mina y dádsela al que tiene las diez minas’. Dijéronle: ‘Señor, tiene ya diez minas’. ‘Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí’».

Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén.

Hoy ha llegado la salvación a esta casa

La única experiencia que puede transformar radicalmente a una persona es el encuentro personal con Jesucristo muerto y resucitado por amor a nosotros. Puedo dar testimonio de muchas personas que he conocido en mi vida que gracias a esta experiencia a salvado la vida. ¿Por qué sucede esto?

Jesús actuaba contra corriente. En su tiempo la religión era muy fuerte y servía muchas veces para dividir a las personas. Es decir, eran buenos los practicaban externamente una seria de normas y leyes. Los que no hacían eso, eran considerados personas de segunda, pecadores y despreciados por el pueblo.

Jesús nunca despreció a nadie. De hecho, entraba en casa de pecadores y les amaba profundamente. Este amor es el origen de toda conversión. Dios transforma el corazón de las personas mediante su misericordia que rompe todos los esquemas. ¿Lo has experimentado alguna vez? Pídele a Dios que hoy puedas volver a renovar ese primer encuentro que alguna vez tuviste con Dios. ¡Él te ama!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,1-10): En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría.

Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».

Ve. Tu fe te ha salvado

El mundo está lleno de creencias diversas. Las personas, que se declaran ateos, necesitan trascendencia. Eso es algo que podemos constatar al ver la gran cantidad de temas raros en los que las personas ponen su confianza. Los talleres de superación personal, las ideas de influencia asiática, los métodos de meditación trascendente y demás tendencias actuales demuestran que una sociedad secularizada buscan sustitutos a las creencias tradicionales. ¿Qué le pasa a este mundo?

Le falta la experiencia de encuentro personal con el poder sanador de Jesús. Necesitamos gritar al Señor para que nos sane y experimentar el amor divino que todo lo transforma y resucita. Necesitamos reconocer que Jesucristo es el único señor que puede liberarnos de la muerte y llevarnos a la vida.

¡Ánimo! Hoy podemos abrir nuestro corazón a la misericordia de Dios que siempre atiende nuestras súplicas y nos libra de todo mal.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 18,35-43): En aquel tiempo, sucedió que, al acercarse Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?». Él dijo: «¡Señor, que vea!». Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.

Vedlo aquí o allá

Jesús viene al mundo todos los días. Si, como lo lees. Todos los días tenemos la oportunidad de descubrir al Señor en nuestra vida.

Dios envió a su único hijo a la tierra en un momento concreto de la historia. Él volverá en un momento concreto de la historia. La mayor preocupación nuestra no debe ser saber fechas. Lo que debe prestar nuestra atención diaria es preparar nuestro corazón para recibir diariamente a Jesús.

Vivamos siemore en una actitud de espera. ¡Qué venga Jesús! Todos los días y el día definitivo en que nos llevará con Él.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 17,20-25): En aquel tiempo, los fariseos preguntaron a Jesús cuándo llegaría el Reino de Dios. Él les respondió: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: ‘Vedlo aquí o allá’, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros».

Dijo a sus discípulos: «Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: ‘Vedlo aquí, vedlo allá’. No vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día. Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación».