Archivo por meses: agosto 2014

Era hombre justo y santo

En el mundo hay historias tristes o trágicas. Hemos conocido relatos de tragedias y de hecho, algunas son protagonizadas por nosotros mismos. Estamos constantemente expuestos al desaliento, la frustración y la muerte.

En las escrituras hay un hombre que parece acabar su vida de forma trágica. Este hombre en Juan El Bautista. Hombre justo y bueno que fue decapitado por requerimiento de una joven hija de una señora esposa del rey Herodes, por causa de su denuncia, de su lucha, de su voz profética. ¿Vale la pena morir así?

¿Cuántos de nosotros seríamos capaces de morir por nuestros principios y creencias? ¿Quién padecería cárcel por el sólo hecho de ejercer su carisma profético y denunciar lo que no es “bueno”?

Dios nos invita a no mirar el martirio como una tragedia. Nos llama a ser testigo en el mundo de la verdad. Denunciar, sobretodo con nuestras obras, las cosas que deben ser corregidas, las que no están mal.

¡Juan El Bautista fue un valiente! Un hombre que muere por sus valores y principios. Uno que entrega la vida, dando testimonio de Dios. ¡Seamos como Él! No tengas miedo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,17-29): En aquel tiempo, Herodes había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano». Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.

Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino». Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?». Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista». Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista».El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.

Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.

En República Dominicana existe un tipo de oficio conocido por la mayoría de la población. Se emplea el término “wachi” para referirnos al vigilante de las casas, edificios, oficinas y lugares que deben ser protegidos 24 horas al días y los 7 días de la semana. Este famoso personaje siempre anda escopeta en mano representando, con su presencia, el rol de la seguridad y vigilancia.

La palabra velar hace referencia al acto de “permanecer despierto durante el tiempo que se destina a dormir”. El que vela, custodia y cuida con esmero algo que se considera importante. El Señor hoy nos invita a velar, ¿qué significa esto?

Los que hemos recibido el llamado de Dios al cristianismo tenemos la misión de estar atentos y siempre mantener una actitud vigilante, sabiendo que en cualquier momento el Señor nos puede “visitar” en forma de un acontecimiento o mediante la muerte física.

En estos días hemos sido testigos de como puede morir sorpresivamente un hijo o una madre. También se nos puede diagnosticar una enfermedad o informar que hemos sido despedidos. ¿Cuál será nuestra actitud como cristianos frente a estos acontecimientos?

Por eso es importante velar, ORAR, vigilar para que cuando llegue el Señor podamos tener la misma actitud y obras de Jesús que supo ser fiel a Dios haciendo lo que Él quería en cualquier circunstancia.

Tengamos siempre nuestra “casa ordenada”. Pidamos perdón, hagamos el bien, amenos al prójimo como Dios nos ha amado, porque no sabemos “el día y la hora” en el que seremos visitados por nuestro Señor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 24,42-51): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre. ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien el señor puso al frente de su servidumbre para darles la comida a su tiempo? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. Yo os aseguro que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si el mal siervo aquel se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda’, y se pone a golpear a sus compañeros y come y bebe con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los hipócritas; allí será el llanto y el rechinar de dientes».

Nos seamos hipócritas

Es difícil para nosotros, personas sensibles y afectivas, escuchar a Jesús en un tono de amenaza. Corremos el riesgo de sentir que las palabras que el Señor dirigió a los fariseos y escribas fueron dichas exclusivamente para ellos. ¿Cómo se cumple en nosotros esta palabra?

La persona hipócrita es aquella que dice tener cualidades o aptitudes que no son los que verdaderamente tiene. La hipocresía en un tipo de mentira o pantalla de reputación. Un hipócrita es aquel que dice ser algo que realmente no lo es.

Uno de los grandes peligros de la religión y sus ritos es que lejos de hacer humildes a las personas, les hace sentirse mejores que los demás. Son tantos ritos, normas y leyes que cumplir que nos llegamos a creer buenos y peor aún, con derecho a juzgar a los demás. Esto no ha sido nunca la intención de la ley. La palabra de Dios nunca ha sido para edificar el ego de cada uno de nosotros. Mas bien, sirve para denunciar nuestros pecados y hacernos ver el amor que Dios nos tiene como pecadores que somos.

Un fariseo es modelo de alguien que cumpliendo con la norma, utiliza ese mismo cumplir para juzgar a los demás, para creerse superior a los otros.

¡Hermanos y hermanas! No seamos hipócritas. Reconozcamos hoy que somos unos pecadores, dignos de compasión y perdón. No juzguemos a nuestro esposo o esposa, hijo o hija, amigo o amiga, por no venir a la iglesia o no hacer las liturgias en que participamos. Lo que necesitan no es nuestra exigencia o acusación. Ellos necesitan ver en nosotros la naturaleza de Cristo que ama al pecador y ocupa siempre el último lugar.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,27-32): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!’. Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!».

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!

Que duras fueron las palabras de Jesús al hablar de fariseos y escribas. Los “Ay” de nuestro Señor dirigidos a los maestros de la ley son terribles. Casi no reconocemos al Jesús misericordioso y amoroso en estos momentos. ¿Por qué fue tan severo?

Lo primero es que debemos saber que entre los discípulos fieles de Jesucristo habían fariseos y escribas. Esto quiere decir que no era un tema en contra de una secta o tipo de gente en particular.

Por otro lado, es importante que se sepa que no fueron los fariseos o escribas los que juzgan, condenan y matan a Jesús. Es el Sumo Sacerdote con un Sanedrín dominado por Él que trama la injusticia más grande que ha ocurrido en toda la historia de la humanidad.

Entonces, ¿cuál es el mensaje que Dios nos quiere dar? Que no seamos hipócritas. Que no vivamos una doble vida.

Es tan fácil para nosotros ir a misa, compartir con la comunidad o grupo de la iglesia, inclusive participar en una novena a San José. Son cosas buenas, queridas por Dios. Pero lo más importante es que estos actos sean reflejo o consecuencias de algo mucho mejor. El amor y sus frutos son lo más importante.

Los signos que llaman a la Fe no son los ritos cumplidos externamente. Lo que hace de nosotros verdaderos cristianos son las obras de amor, justicia y misericordia que podamos hacer.

¿De qué le sirve a la Señora María rezar el Rosario todos los días si no perdona a su marido? ¿De qué te sirve no faltar a una celebración y vives “acabando” con los demás?

El amor es el cumplimiento pleno de la ley. Lo que hace que nuestras obras estén acompañadas de acciones de sincero amor. Dios te puede regalar todo esto gratis. El te ama y quiere corregirte. Por eso te dice la verdad. No seas como los Fariseos. Se como Jesús. Uno que ama y manifiesta ese amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,23-26): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña y codicia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!».

¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda?

Llenamos nuestra vida de compromisos y obligaciones. Felicitar al amigo por su cumpleaños, dar el pésame al compañero de trabajo que acaba de perder a su abuela y llegar puntual a las reuniones, son sólo algunas de las reglas sociales que debemos o somos obligados a cumplir.

Mujeres que hablan mal de los maridos pero que van a misa todos los días, hombres que dicen ser bautizados y procuran no hacer “daño” a nadie pero son capaces de sobornar a un policía cuando los detiene. Cristianos que cumplen con la ley y su vida está muy lejos del espíritu de dicha ley. Ese es el centro del mensaje de Jesús.

Estamos acostumbrados a cumplir las leyes y pensamos que basta con un cumplimiento externo para sentirnos satisfechos. El Señor nos dice que no es suficiente.

Lo más importante es cumplir el espíritu de la Ley, no la norma escrita. Si sabes que estás enemistado con alguien, ¿cómo puedes tranquilamente ir a comulgar o rezar? Dios hoy nos dice que cumplir con las normas no basta. Hace falta que actuemos según el espíritu de las mismas.

Que en nuestra vida no haya divorcio entre Fe y Vida. Con la coherencia de nuestros hechos podemos ser felices y hacer felices a los demás.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,13-22): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: ‘Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!’ ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: ‘Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado’. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él».

Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?

Vivimos en mundo lleno de leyes, reglamentos y normas. Las naciones tienes sus constituciones desde las cuales emanan cuerpos legislativos que regulan la vida en los país. Sin ese conjunto de instrumentos legales sería muy difícil la vida en sociedad.

Israel era una nación que también cumplía con esta realidad. En su caso, las leyes adquirían carácter divino. Eran el mismo Dios y su enviado Moisés los autores fundamentales de la ley y sus mandatos.

En su afán de regular la vida, los fariseos y demás grupos, añadieron leyes, mandamientos y normas que hacían casi imposible su cumplimiento sobretodo para las personas más pobres y marginadas. Para que se considerara que una persona era justa según la ley mosaica había que cumplir con más de 600 preceptos.

Por todo esto, tiene mucho sentido el “gancho” que los fariseos, expertos en la ley, le “tiran” a Jesús. Él, como siempre, da una respuesta genial.

Amar a Dios y al prójimo son el centro del mensaje divino, el camino de la felicidad y las palabras de vida dadas a Moisés, que hoy quieren hacerse realidad en nuestras vidas.

Nuestro corazón, mente y fuerzas deben centrarse en el Señor más que las cosas pasajeras de este mundo. Amarle a Él y en este amor, amar a nuestro esposo o esposa, hijo o hija, padre o madre, amigo o amiga, incluyendo hasta nuestros enemigos es la perfecta felicidad. Esto sólo podemos hacerlo por gracia de Dios. ¡Ánimo! Dios nos ha dado esta ley fundamental cumplida ya en Jesucristo. En Él se puede, por pura gracia, cumplir en nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 22,34-40): En aquel tiempo, cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?». Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».

Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos

Dice una famoso refrán: “El amor y el interés fueron al campo un día, más pudo el interés que el amor que le tenía”. ¿Qué tiene que ver esta frase con el mensaje de Jesús?

Nos pasamos la vida preocupados por muchas cosas. El trabajo, el negocio, las necesidades de nuestra familia, el cariño de nuestros padres e hijos, el “coro” con los amigos; en fin, son múltiples e importantes preocupaciones que nos mantienen atentos e interesados. Precisamente este tipo de actitud ante la vida es lo que nos ayuda ha entender la palabra que Dios en Jesús nos quiere dar hoy.

Realmente todo lo que Dios nos ha regalado en la vida es bueno y santo. Nos invita a disfrutar de las cosas materiales y ser buenos con nuestro prójimo. El peligro está cuando hacemos que esas cosas sean más importantes que Dios.

El Señor nos invita a unas “bodas”. Estar con Él es como vivir en fiesta. El quiere que vivamos alegres y en un estilo de vida que garantice nuestra libertad y felicidad. Pero, ¿Cuál es la realidad muchas veces? Que nos pasamos el día entero y gran parte de nuestra vida preocupados, inquietos y atormentados por tantas cosas pasajeras que olvidamos lo que realmente es importante.

¡En este mundo todo pasa! Se mueren nuestros seres queridos, perdemos dinero, nos despiden del trabajo, nos traicionan los amigos; en definitiva, es un mundo lleno de precariedad.

El Señor nos invita a una boda. Nos invita a vivir la vida en fiesta. Para ello necesitamos un traje especial que consiste en vivir desprendido de las cosas de este mundo. Ponerse el traje de boda es vestirse de una naturaleza, la misma de Cristo. Él nos llama a su reino y no podemos decirle “no puedo ahora, tengo otras cosas que hacer”.

Muchos son los llamados poco los escogidos. Pidamos al Señor que nos conceda la gracia de ser escogido (liceista también…). Que podamos valorar como más importante está elección que todas las demás cosas de nuestra vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 22,1-14): En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía a otros siervos, con este encargo: ‘Decid a los invitados: Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda’. Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.

»Entonces dice a sus siervos: ‘La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda’. Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?’. Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: ‘Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes’. Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos».

Amigo, no te hago ninguna injusticia

Tienes razón mi querido hermano o hermana. Aquí y en la China es injusto pagarle lo mismo al que trabajó ocho (8) horas en un día que al que trabajó treinta (30) minutos. No solamente es injusto, es un tema de falta de sentido común. Un hecho como ese va contra todas las reglas y mejores prácticas de la administración de recursos humanos. Se paga según se ha trabajado desde que el mundo es mundo. ¿Por qué entonces Jesús nos propone una parábola tan extraña y escandalosa?

Un denario en la antigüedad era una moneda que constituía la base del sistema monetario de aquel momento. Como es lógico, servía como medio de pago para trabajadores, obreros o jornaleros. ¿Por qué la menciona Jesús?

Pues precisamente simboliza la paga que se la hace a alguien después de una jornada de trabajo y como símbolo es utilizado por Jesús como apoyo para transmitir su verdadero mensaje.

En primer lugar, después de la “jornada de la vida”, a todos nos pagarán lo mismo. Y, ¿cuál es este pago? El mismo Jesús. Y en segundo lugar, este pago no guarda ninguna relación con trabajo alguno. Es fruto de la gracia y misericordia inmensa de Dios.

Mis queridos hermanos y hermanas. Dios nos paga con AMOR, no nos paga como mereceríamos por nuestros pecados. Dios de misericordia nos da gratis algo que no podemos obtener mediante ningún esfuerzo humano. Si Jesús nos pone a “trabajar en su viña” es por nuestro bien, para que seamos más humildes. Esto no tiene relación alguna con el premio o pago merecido.

Abramos nuestro corazón al amor de Dios, que es generoso y da a cada quién como le place. El denario es Jesús en nuestro corazón y esta es la paga que debemos esperar todos los cristianos.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 20,1-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día parados?’. Dícenle: ‘Es que nadie nos ha contratado’. Díceles: ‘Id también vosotros a la viña’.

»Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros’. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor’. Pero él contestó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».

Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible

Misión imposible es una de las películas más taquilleras de todos los tiempos. La primera versión fue hace ya algunas décadas. Actualmente,Tom Cruise, el gran actor de Hollywood, ya está trabajando en la cuarta parte de la “Misión Imposible” de los últimos años. Hasta una sería de televisión se hizo. ¿Qué tienen que ver estos productos cinematográficos y de televisión con las escrituras?

En estás películas se ven momentos fantásticos, piruetas y saltos por los aires, hazañas asombrosas que difícilmente veríamos en la realidad. Como su título lo indica, sus personajes hacen realidad cosas que humanamente serían imposible.

Dios es el maestro de los imposibles. Que una virgen de a luz un hijo, que un cojo salte de alegría, que un ciego recupere la vista y que un muerto resucite son sólo algunos ejemplos bíblicos que muestran de una manera admirable la potencia de Dios. Su capacidad de hacer posible lo imposible. Pero, ¿qué es lo más maravilloso que puede hacer Dios? ¿Qué es lo imposible más importante que Dios puede hacer posible? El milagro moral.

Hacer que un hombre “nazca de nuevo” escandalizó hasta los sabios del tiempo de Jesús. Los seres humanos son complejos y tenemos formas de ser, temperamentos, mañas, vicios y costumbres difíciles de cambiar. Nos dominan, como dijera San Pablo, “fuerzas que operan en nuestros miembros” que no logramos controlar. Somos pecadores y por consiguiente, apegados a las cosas materiales de este mundo. Hacemos fácilmente un “ídolo” de las cosas creadas por Dios.

La buena noticia es que en Jesús podemos romper con las esclavitudes de nuestra vida. Podemos comenzar de nuevo, ser criaturas nuevas, capaces de amar y dejarlo todo por amor a Dios. Esto, mis queridos hermanos, no lo podemos hacer en nuestras fuerzas.

Una vida llena de entrega y amor al prójimo sólo puede darse en el corazón de alguien que fue tocado por Dios. Esto que es imposible para nosotros es posible para Dios. ¡Ánimo! Sólo en Jesús se puede “hacer lo que nunca se ha hecho”. Amar a nuestro esposo o esposa, hijo o hija, amigos o amiga, e incluso a nuestros enemigos solamente es posible en la inmensa potencia y gracia de nuestro Padre Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 19,23-30): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos». Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible».

Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?». Jesús les dijo: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros».

¿Qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?

Los hombres y mujeres de todos los tiempos han intentando responder a la misma pregunta: ¿cómo puedo ser feliz?

Nuestras acciones diarias son consecuencia, muchas veces sin darnos cuenta, de esta importante pregunta.

Si conociéramos a un hombre muy sabio y prudente, nos gustaría hacerle preguntas existenciales para asegurarnos de que podemos vivir la vida como Dios manda. Jesús es más que un sabio, muchas veces es calificado como “maestro bueno”.

Las personas se acercan a Él por su fama. Es un hombre que conoce los misterios de la vida. Es fuente de sabiduría, gran consejero, príncipe de paz. Le importante como a nadie el bien de los hombres y mujeres. Camina por la vida haciendo el bien. ¿Quién como Él para dar respuesta a una de las preguntas más importantes de nuestra existencia?

Su respuesta es sencilla y clara. En nuestra vida, jamás seremos felices, si vivimos apegados a las cosas materiales. Construir sobre arena la propia vida significa poner nuestra seguridad y esperanza de felicidad en cosas pasajeras, que hoy son y mañana no lo son. Todo pasa en este mundo, lo único verdaderamente eterno, estable y seguro es el amor de Dios, es Dios mismo.

Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas es el verdadero camino de la felicidad. ¿Estás dispuesto a poner en práctica está palabras? Hoy puedes comenzar. ¡ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 19,16-22): En aquel tiempo, un joven se acercó a Jesús y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?». Él le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». «¿Cuáles?» —le dice él—. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo». Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?». Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme». Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.