¿Qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?

Los hombres y mujeres de todos los tiempos han intentando responder a la misma pregunta: ¿cómo puedo ser feliz?

Nuestras acciones diarias son consecuencia, muchas veces sin darnos cuenta, de esta importante pregunta.

Si conociéramos a un hombre muy sabio y prudente, nos gustaría hacerle preguntas existenciales para asegurarnos de que podemos vivir la vida como Dios manda. Jesús es más que un sabio, muchas veces es calificado como “maestro bueno”.

Las personas se acercan a Él por su fama. Es un hombre que conoce los misterios de la vida. Es fuente de sabiduría, gran consejero, príncipe de paz. Le importante como a nadie el bien de los hombres y mujeres. Camina por la vida haciendo el bien. ¿Quién como Él para dar respuesta a una de las preguntas más importantes de nuestra existencia?

Su respuesta es sencilla y clara. En nuestra vida, jamás seremos felices, si vivimos apegados a las cosas materiales. Construir sobre arena la propia vida significa poner nuestra seguridad y esperanza de felicidad en cosas pasajeras, que hoy son y mañana no lo son. Todo pasa en este mundo, lo único verdaderamente eterno, estable y seguro es el amor de Dios, es Dios mismo.

Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas es el verdadero camino de la felicidad. ¿Estás dispuesto a poner en práctica está palabras? Hoy puedes comenzar. ¡ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 19,16-22): En aquel tiempo, un joven se acercó a Jesús y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?». Él le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». «¿Cuáles?» —le dice él—. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo». Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?». Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme». Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.

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