¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!

Dicen los expertos en comportamiento humano que los seres humanos somos seres miméticos. Esto quiere decir que imitamos con frecuencia el comportamiento de los demás. Por eso es que los seguidores de un líder se parecen a ellos en su forma de hablar y hasta de gesticular. Tenemos la tendencia a “mimetizar” el comportamiento de los que ejercen influencia o poder sobre nosotros.

En las escrituras hay figuras bíblicas que encarnan de manera admirable rasgos específicos del comportamiento de Jesús. Desde Adán hasta Juan el Bautista tenemos hombres y mujeres que con su ejemplo nos inspiran y nos refieren a Jesús. Los santos y santas, canonizados oficialmente o no, también son personas dignas de emular. ¿Cuál sería el personaje más importante de todos ellos?

Sin duda, la persona que encarna de forma más plena la imagen de un cristiano es María, la madre de Jesús. Ella es imagen de la Iglesia y de todo cristiano, porque en ella se dan los comportamientos y acciones que deberíamos todos imitar, reproducir y seguir.

En el día de hoy, solemnidad de la Asunción de la Virgen María, somos invitados por ella a la alegría, al gozo, a la felicidad.

María, madre de Jesús y madre nuestra, proclama con alegría las maravillas de Dios. Es ella, más que cualquier criatura que haya existido sobre la tierra, la que experimenta más plenamente el amor de Dios. Ella siendo hija de Dios fue elegida para ser la vía a través de la cual Dios decidió encarnar a su hijo aquí en la tierra. Los cristianos somos llamados, como María, ha “dar a luz” al hijo de Dios en esta generación, ser otro “Cristo” aquí en la tierra.

Nosotros somos llamados ha imitar a María. Hoy es el día propicio para cantar a todo pulmón el “Magnificat”. Hoy es el día para estar alegres en María, porque grandes cosas ha hecho el Señor en nosotros, ¿lo reconoces? ¿Has visto el amor de Dios en tu vida? Pues en el ejemplo de María podemos descubrirlo con mayor profundidad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,39-56): En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

Y dijo María: «Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos». María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>