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Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre

Jesús amaba, como todo buen hijo, a su madre. Su relación era tan intima y amorosa que es ella, la virgen María, la que pertenece a su lado siempre hasta su muerte y resurrección. ¡Oh Virgen María! ¡Madre de Jesús y Madre de nuestra!

Ella nos enseña el camino que debemos recorrer. ¿Cuál es? La de poner en práctica la palabra de Dios. Ella lo entendió muy bien desde el principio cuando dijo: “hágase en mí según su palabra”. Imitemos a María. Hagamos siempre la voluntad de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,31-35): En aquel tiempo, llegan la madre y los hermanos de Jesús, y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?». Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».

Ella, levantándose al punto, se puso a servirles

El anuncio de la buena noticia se concretizaba, en tiempos de Jesús, con señales y prodigios. Una característica fundamental de la misión de Jesús aquí en la tierra era que los enfermos quedaban sanos y los endemoniados liberados de sus posesiones. La buena nueva del evangelio produce liberación y sanación. ¿De qué te ha sanado Dios?

La fiebre, como la que padecía la suegra de Simón Pedro, es símbolo de todas las enfermedades físicas y espirituales que tenemos o hemos tenido. La enfermedad nos impide todo. No nos permite servir, amar, donarnos, perdonar; en fin, nos impide amar al prójimo. 

La buena noticia consiste en que Jesús viene a darnos salud hoy. Pídele a Dios, como los presentes le rogaron por la suegra de Simón Pedro. La clave está en la oración de Fe y humilde. Si! Ora, porque esa es el arma que Dios pone a nuestro alcance para poder ser liberados. Pídele al Señor tu liberación y Él te ayudará. ¡Ánimo! Te Fe.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,38-44): En aquel tiempo, saliendo de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo Él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo. 

Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando donde Él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero Él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado». E iba predicando por las sinagogas de Judea.

Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen

Vivimos en un mundo lleno de doctrinas, ideologías y filosofías. La llamada nueva era ha multiplicado la cantidad de creencias esotéricas y de superación personal. Ahora las personas creen en piedras de cuarzo, olores de oriente, yoga y demás ejercicios corporales. Todo el mundo está en la cultura del Fit y los alimentos orgánicos. En medio de todo eso, ¿existe alguna verdad firme en la que podamos simentar nuestra vida?

También en los tiempos de Jesús existían muchos Mesías y profetas, pero el Señor se distinguió porque hablaba como quien tiene autoridad. Su poder se manifestaba mediante la expulsión de demonios. Es decir, su autoridad venia de que se realizaba lo que su palabra prometía. Esa es la fuerza de la acción de Dios. 

Hoy somos invitados a creer únicamente en la autoridad de Jesús. Solo Él tiene palabras de vida eterna. Abrasemos la Fe con más fuerza que antes. Solo el Señor tiene autoridad para expulsar nuestros demonios. Creamos en Él.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,31-37): En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba. Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces: «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús entonces le conminó diciendo: «Cállate, y sal de él». Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño. Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: «¡Qué palabra ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen». Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.

Sepulcros blanqueados

La gran dificultad que podemos tener aquellos que hemos nacido en la Iglesia es creernos buenos, superiores a los demás. Ha esto se le llama fariseismo. Es decir, que como cumplimos una serie de normas y leyes religiosas, es vez de ayudarnos a ser más humildes, con el cumplimiento de dichos preceptos aumentamos nuestro ego.

Jesús nos invita a desprendernos de todos estos esquemas falsos. Nos invita a la sinceridad y la humildad. Nos hace un llamado a dejarnos denunciar y acusar de la palabra todos los días para que ella pueda surtir efecto positivo en nuestro camino de conversión.

Dejemos los fariseismos e hipocresías de nuestra vida. Saquemos las actitudes soberbias y puritanas. El mundo necesita de cristianos humildes y enamorados de Dios, no porque lo merecemos, sino porque el en su inmenso amor a dado la vida en Jesucristo por los malvados y pecadores como nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,27-32): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!’. Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!».

Sabiendo que era hombre justo y santo

Juan El Bautista fue un profeta de Dios. Fue el encargado de preparar los corazones de los hombres y mujeres de su tiempo para recibir al Señor como Mesías. Su modo de vida era la encarnación de su mensaje. Como nazir o consagrado de Dios predicaba la conversión y bautizó en agua a miles, incluyendo al Señor en el río Jordan. ¿Como se relaciona este noble hombre con nosotros?

Muchos de nosotros vivimos la vida en tibieza. Esto quiere decir que no somos radicales en el cumplimiento del evangelio. Es por eso que nadie nos persigue no nos acusa. Somos mundanos. Nos ocupamos de las cosas de Dios cuando no tenemos nada “más importante” que hacer. Es decir, no somos cristianos de Fe adulta.

Juan El Bautista es uno capaz de dar la vida por su Fe. ¿Qué piensas? ¿Acaso esto es solo para los pocos “locos” que se hacen radicales por el amor a Dios? Mis queridos hermanos, esta llamada es para todos los cristianos. Todos estamos llamados a la santidad. Tenemos una vocación al martirio de sangre si fuera necesario. ¿Tú estarías dispuesto? Ciertamente no somos capaces, pero en Dios todo es posible. Esa es la radicalidad que provoca en nosotros la perfecta alegría. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,17-29): En aquel tiempo, Herodes había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano». Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto. 

Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino». Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?». Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista». Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista».El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.

 ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda?

¿Qué es ser cristiano? Esta pregunta parece ser tonta, sobre todo para los oídos acostumbrados a temas religiosos cristianos. En los paises de tradición católica puede resultar absurdo hacerse semejante pregunta. La verdad es que se entiende cristiano a una persona que se bautizó en alguna iglesia de fe cristiana. 

Es cierto que el cumplimiento de una normativa sacramental nos hace pertenecer jurídicamente, digamos así, al cristianismo. La pregunta sería: ¿es una persona ingeniero si se gradúa en una carrera de ingenierías pero nunca ejerce su profesión? Realmente lo que hace ser ingeniero en plenitud es alguien que ejerce o trabaja en lo que se certificó o diplomó. Las accionesy obras son lo que define que somos verdaderos cristianos o hijos de Dios.

Hoy el Señor nos invita a poner en práctica la Fe cristiana. A ser cristianos de obras no de palabras. A poner en práctica la palabra de Dios que siempre es una palabra de amor, perdón y esperanza en Dios. De muy poco nos sirve cumplir leyes externas si no van acompañadas de obras de vida eterna. ¡Ánimo! En el Señor podemos hacerlo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,13-22): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: ‘Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!’ ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: ‘Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado’. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él».

Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?

Existe una ley que dice que con el 20 por ciento de esfuerzo podemos lograr un 80 por ciento de los resultados. En otras palabras, que debemos identificar cuáles son las tareas más importantes para lograr los mejores resultados.

Al Señor Jesús le plantearon algo similar, es decir, le preguntaron cuál era el más importante de los mandamientos para que cumpliéndolo era como si se cumplieran todos. La repuesta fue certera y segura: el amor. 

Si se nos da la gracia de Amar a Dios y al prójimo como nos ama el Señor entonces cumplimos todas las leyes, preceptos y normas. El amor es el fundamento del universo. También es el camino de la felicidad plena. Si hoy amas a Dios, todo es una bendición en tu vida, incluyendo los sufrimientos. Y si amas a tu prójimo, ya no hay odio, discordia, pleito o descomunión.

Hermanos, amar es el centro del proyecto que Dios quiere hacer en cada uno de nosotros. Conocer el amor de Dios y reflejarlo en los demás es la perfecta felicidad.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 22,34-40): En aquel tiempo, cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?». Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».

Ven y lo verás

¿Has conocido alguna vez a un apóstol? ¿Has tenido a alguien que te ha anunciado a Jesús crucificado, muerto y resucitado por ti? ¡Qué admirable gracia de parte de Dios tener hombres y mujeres que nos anuncien la salvación de Dios!

Los apóstoles, hombres débiles, han sido testigos del amor de Dios, de sus signos, prodigios y obras de misericordia para ellos y para todos nosotros. 

Hoy, al igual que Nathanael, podemos también ver o descubrir a Dios presente siempre en nuestra vida. Hoy, podemos y debemos dar gracias a Dios por su inmenso amor que mediante los apóstoles que nos ha regalado podemos vivir la gracia de la salvación.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,45-51): En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás». Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos

Los que estamos en la Iglesia, sobre todo aquellos que tenemos muchos años, podemos caer en el peligro de pensar qu estamos salvados y que somos mejores que los demás. Es terrible ver cómo muchos tenemos una actitud soberbia hacia los demás creyendo que somos mejores. Eso no es cristiano.

Es por eso que Jesús siempre rompe los esquemas. Es el Señor que da a cada uno según le plazca y de hecho, aún las pocas cosas buenas que hacemos, son fruto del Espíritu Santo en nosotros. Lo bueno no viene de nosotros sino de Dios.

Pidamos a Dios la humildad de ocupar siempre el último lugar. Pidamos ser humildes y considerar a los otros superiores a nosotros. Ese es el camino del cristianismo. Es el camino de Jesús.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 20,1-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día parados?’. Dícenle: ‘Es que nadie nos ha contratado’. Díceles: ‘Id también vosotros a la viña’.
»Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros’. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor’. Pero él contestó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».

Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible

¿Qué es imposible para los hombres? Muchas cosas. Las personas no podemos volar por los cielos ni tampoco respirar inmersos en los océanos. Tampoco podemos ganarnos el cielo por nuestras fuerzas, porque como ha dicho Jesús, todos somos unos ricos. ¿Qué significa esto?

La tendencia en nosotros es hacernos un modelo propio de felicidad y pasarnos la vida buscando realizar ese modelo o proyecto. Pensamos que si tenemos más dinero, nuestros hijos son perfectos, tenemos un buen trabajo y nadie pelea con nosotros seremos felices. Es la aspiración de toda persona. Una Vida perfecta llena de aventuras y cosas buenas. Hemos querido eliminar el sufrimiento de nuestras vidas. La realidad es diferente.

Todos estás apiraciones y cosas que acumulamos nos hacen ricos, es decir, nos ponen en una situación de alienación buscando la vida o felicidad en los ídolos de este mundo. El dinero y las demás cosas no dan la felicidad. La verdad es que, siendo libres de estas esclavitudes o ídolos es cuando realmente solo felices.

He conocido personas que tienen muy poco o casi nada, y son mucho más felices que algunos ricos que conozco, porque ponen su corazón en las cosas del cielo.

¡Ánimo! La recompensa que nos ofrece el Señor es maravillosa. A nuestro Señor no le interesa que vivamos mal, lo que si quiere es que seamos libres de toda atadura. Dejemos todo y pongamos nuestra confianza solo en Él.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 19,23-30): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos». Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible». 
Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?». Jesús les dijo: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros».