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Los últimos serán primeros y los primeros, últimos

¿Qué los últimos serán primeros? ¿Cómo así? De hecho, un dominicano no entiende para nada esa afirmación. Luchamos por llegar primero a la fila y defender con “uñas y dientes” nuestro espacio. ¿Cómo es posible que Dios le dé prioridad al último que llego?

Es importante entender el sentido de esta palabra. Lo que se quiere decir es que no tenemos meritorios para ganar lo que Dios nos quiere dar gratuitamente. La paga, el salario, la recompensa que nos da no tiene nada que ver con lo que podamos hacer. Más bien es un don de Dios que se regala a todo aquel que trabaja para el Señor, es decir, que hace su voluntad.

¡Ánimo! Trabajemos en la viña de Dios. Seamos sus humildes seguidores haciendo siempre su voluntad. Hoy es un buen día para poner en práctica la palabra de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 20,1-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día parados?’. Dícenle: ‘Es que nadie nos ha contratado’. Díceles: ‘Id también vosotros a la viña’.

»Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros’. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor’. Pero él contestó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».

Los últimos serán primeros y los primeros, últimos

La misericordia de Dios es infinita. Nuestro Señor nos ama sin límites. Es tan grande su amor hacia a nosotros que no podemos entenderlo. Muchas veces nos parece que escapa a los parámetros de la normalidad.

En las escrituras se habla de una viña. En ella trabajan los obreros. A éstos obreros se les paga un denario. La Vila es el mundo, los trabajadores somos nosotros y el denario es Cristo. La verdad que en este caso Dios nos paga nuestro “trabajo” de igual manera a todos. Nos entrega a su único hijo Jesucristo a todos por IGUAL, para que experimentemos su amor.

¡Ánimo! Nos alegramos en el porque Dios a tenido misericordia de nosotros aún cuando en realidad no hemos trabajado nada. Nada podemos aportar a la inmensa gracia del amor de Dios. Lo que nos corresponde es abrir nuestro corazón al Señor y poner en práctica su palabra.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 20,1-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día parados?’. Dícenle: ‘Es que nadie nos ha contratado’. Díceles: ‘Id también vosotros a la viña’.

»Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros’. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor’. Pero él contestó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».

¿Qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?

El que ama cumple la ley entera. Es la enseñanza de nuestro Señor y se cumple plenamente en nuestra vida. Amar es el principal de todos los mandamientos. El único problemita es que esa palabra está muy desprestigiada por su uso y abuso. ¿Qué es amar según Dios?

El evangelio está lleno de referencias al verdadero amor. El más grande de todos es el de Jesús. El Señor ha amado como ama Dios. En un amor de entrega total, de perdón total, de dar la vida por lo demás. Dios es aquel que hace “salir su sol sobre buenos y malos”. En Jesús hemos conocido el verdadero amor: uno que ama hasta el extremo de entregar su vida por los pecadores.

Podemos cumplir ciertas normas y preceptos pero si no amamos como Dios ama, de nada nos sirve. Amar es entregarse, perdonarlo todo, excusarlo todo, considerar a los otros superiores a nosotros. Abre tu corazón al Señor que quiere darte la gracia de realizar este amor aquí en la tierra.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,25-37): En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para poner a prueba a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».

Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos

Los que estamos en la Iglesia, sobre todo aquellos que tenemos muchos años, podemos caer en el peligro de pensar qu estamos salvados y que somos mejores que los demás. Es terrible ver cómo muchos tenemos una actitud soberbia hacia los demás creyendo que somos mejores. Eso no es cristiano.

Es por eso que Jesús siempre rompe los esquemas. Es el Señor que da a cada uno según le plazca y de hecho, aún las pocas cosas buenas que hacemos, son fruto del Espíritu Santo en nosotros. Lo bueno no viene de nosotros sino de Dios.

Pidamos a Dios la humildad de ocupar siempre el último lugar. Pidamos ser humildes y considerar a los otros superiores a nosotros. Ese es el camino del cristianismo. Es el camino de Jesús.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 20,1-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día parados?’. Dícenle: ‘Es que nadie nos ha contratado’. Díceles: ‘Id también vosotros a la viña’.
»Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros’. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor’. Pero él contestó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».

Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos

Nosotros tenemos un sentido de justicia que nos viene de nuestra experiencia natural, la cultura y el sentido común. Si alguien comete algo indebido debe pagar en la misma proporción que la falta cometida. La famosa le del talión “ojo por ojo y diente por diente” era una forma de establecer orden en una sociedad que podía cometer excesos de venganza y condena. 

En el caso de la justicia divina sucede de forma un tanto diferente. El amor de Dios incluye la ley humana y la supera. A todos los hombres y mujeres alcanzan el amor de Dios visibilizado en Cristo. Esto es el “denario” que se le paga a cada uno de nosotros. 

Dios no opera bajo los esquemas humanos. Nuestro Dios suelta todos los esquemas. Su medida es la misericordia y el amor.

Leer:

Evangelio según San Mateo 20,1-16a.

Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. 

Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña. 

Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, 

les dijo: ‘Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. 

Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. 

Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: ‘¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?’. 

Ellos les respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’. Entonces les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’. 

Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros’. 

Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. 

Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. 

Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, 

diciendo: ‘Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada’. 

El propietario respondió a uno de ellos: ‘Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? 

Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. 

¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?’. 

Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos». 

Amigo, no te hago ninguna injusticia

Tienes razón mi querido hermano o hermana. Aquí y en la China es injusto pagarle lo mismo al que trabajó ocho (8) horas en un día que al que trabajó treinta (30) minutos. No solamente es injusto, es un tema de falta de sentido común. Un hecho como ese va contra todas las reglas y mejores prácticas de la administración de recursos humanos. Se paga según se ha trabajado desde que el mundo es mundo. ¿Por qué entonces Jesús nos propone una parábola tan extraña y escandalosa?

Un denario en la antigüedad era una moneda que constituía la base del sistema monetario de aquel momento. Como es lógico, servía como medio de pago para trabajadores, obreros o jornaleros. ¿Por qué la menciona Jesús?

Pues precisamente simboliza la paga que se la hace a alguien después de una jornada de trabajo y como símbolo es utilizado por Jesús como apoyo para transmitir su verdadero mensaje.

En primer lugar, después de la “jornada de la vida”, a todos nos pagarán lo mismo. Y, ¿cuál es este pago? El mismo Jesús. Y en segundo lugar, este pago no guarda ninguna relación con trabajo alguno. Es fruto de la gracia y misericordia inmensa de Dios.

Mis queridos hermanos y hermanas. Dios nos paga con AMOR, no nos paga como mereceríamos por nuestros pecados. Dios de misericordia nos da gratis algo que no podemos obtener mediante ningún esfuerzo humano. Si Jesús nos pone a “trabajar en su viña” es por nuestro bien, para que seamos más humildes. Esto no tiene relación alguna con el premio o pago merecido.

Abramos nuestro corazón al amor de Dios, que es generoso y da a cada quién como le place. El denario es Jesús en nuestro corazón y esta es la paga que debemos esperar todos los cristianos.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 20,1-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día parados?’. Dícenle: ‘Es que nadie nos ha contratado’. Díceles: ‘Id también vosotros a la viña’.

»Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros’. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor’. Pero él contestó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».