Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos

Nosotros tenemos un sentido de justicia que nos viene de nuestra experiencia natural, la cultura y el sentido común. Si alguien comete algo indebido debe pagar en la misma proporción que la falta cometida. La famosa le del talión “ojo por ojo y diente por diente” era una forma de establecer orden en una sociedad que podía cometer excesos de venganza y condena. 

En el caso de la justicia divina sucede de forma un tanto diferente. El amor de Dios incluye la ley humana y la supera. A todos los hombres y mujeres alcanzan el amor de Dios visibilizado en Cristo. Esto es el “denario” que se le paga a cada uno de nosotros. 

Dios no opera bajo los esquemas humanos. Nuestro Dios suelta todos los esquemas. Su medida es la misericordia y el amor.

Leer:

Evangelio según San Mateo 20,1-16a.

Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. 

Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña. 

Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, 

les dijo: ‘Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. 

Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. 

Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: ‘¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?’. 

Ellos les respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’. Entonces les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’. 

Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros’. 

Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. 

Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. 

Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, 

diciendo: ‘Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada’. 

El propietario respondió a uno de ellos: ‘Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? 

Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. 

¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?’. 

Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos». 

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