Archivo por meses: abril 2018

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida

¡Hay tantas propuestas de felicidad en este mundo! Expertos, profetas e innumerables personas que dicen conocer el secreto de la felicidad. Lo que sí es cierto, es que esto produce una cierta ansiedad en las personas. ¿Cuál es el camino verdadero que debemos tomar? ¿A quien debemos hacer caso frente a tantas alternativas que podemos tomar?

Jesús nos dice que no tengamos miedo. Él nos muestra el camino de la verdad para darnos la vida mediante su amor. No hagamos caso a tantas propuestas falsas que se ven en los medios de comunicación y en los ambientes donde nos movemos. ¡Ánimo! Miremos a Cristo y expertos experimentos su acogida y protección.

Leer:

Jn 14,1-6: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, «estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»

Tomás le dice:

- «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»

Jesús le responde:

- «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí.»

Vosotros sois la luz del mundo

La luz del mundo es Cristo. Esa es la gran novedad del cristianismo. Todos aquellos que sienten vivir en las tinieblas, por algún sufrimiento que tengan o situación de crisis existencial, puede acercarse a Jesús y su vida quedará transformada totalmente.

Precisamente esa transformación nos convierte en testigos veraces del amor de Dios. Nos hace ser reflejos del amor de Dios. La luz que podamos mostrar no es nuestra. Es la naturaleza de Dios, que habitando en nosotros, puede mostrar al mundo que en medio de la precariedad de nosotros, se puede dar el amor.

Estamos llamados a amar a los demás, dando la vida, perdonando y amando a nuestros prójimos como lo ha hecho Jesús en la Cruz. Somos luz en la medida que mostramos el rostro amoroso del Señor. ¡Ánimo!

Leer:

Mt 5,13-16: Vosotros sois la luz del mundo.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

–«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero sí la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?

No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.

Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación

Todo aquel que ha tenido un encuentro personal con el Señor, tiene como consecuencia natural, un deseo profundo de testimoniar ésta experiencia a todos los que le rodean. Es tan grande y significativo conocer a Jesús, que no nos podemos quedar callados ante semejante manifestación del Señor. Hemos sido llamado para ser testigos del amor de Dios.

San Marcos y demás evangelistas, apóstoles y discípulos de Cristo, desde muy temprano, salieron a predicar el evangelio. Era algo propio y natural de un cristiano el anunciar la buena noticia igual como hizo el Maestro. No podemos ser egoístas y quedarnos con esta experiencia en nuestro corazón sin compartirlo con los demás.

¡Ánimo! Estamos llamados a predicar el evangelio de todas las formas y en todos los ambientes. ¡No tengas miedo! Dios estará con nosotros hasta el fin del mundo.

Leer:

Mc 16,15-20: Proclamad el Evangelio a toda la creación.

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:

«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban

Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna

Dios ha enviado al mundo a su único hijo para que diera la vida por nosotros. En Jesús podemos conocer a Dios, porque son perfectamente uno. ¿Qué nos muestra Jesucristo de Dios? La naturaleza divina. ¿En qué consiste esta naturaleza? En el amor.

Escuchemos la voz de Dios que nos dice, mediante Jesucristo, que nos ama y quiere que seamos felices. Esta voz, en el día de hoy, se manifestará de muchas maneras. Quizás en acontecimientos que no nos gustan mucho. En otras ocasiones en momentos de felicidad o paz. Lo importante es estar atentos a la manifestación gloriosa de nuestro Dios que nos habla a través de la historia siempre nos dice que nos ama. ¡Ánimo!

Leer:

Jn 10,22-30: Yo y el Padre somos uno.

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:

- «¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente.»

Jesús les respondió:

- «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.»

Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo

Todos las casas tienen puerta. Es el punto de entrada y salida a cualquier recinto o edificación construido por los seres humanos. Es un punto fundamental si se quiere participar de lo que está en el interior de lugar en donde queremos entrar.

Jesús ha dicho que Él es la puerta. Esto quiere decir que para tener vida eterna en nosotros, es importante pasar por la puerta del Señor. ¿En donde podemos ver de manera más clara el significado de la puerta? En la Cruz.

La cruz es símbolo de todo lo que nos hace sufrir, no aceptamos o nos cuesta trabajo aceptar. Es decir, la Cruz es la realidad de día a día, que a veces va en contra de nuestros deseos, pero Dios la permite para nuestra santificación.

¡Ánimo! Entremos por la puerta que nos regala Dios. Ella nos conduce a la felicidad verdadera. Nos hace bendecir a Dios en todo momento y lugar. ¡Adelante!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 10,1-10): En aquel tiempo, Jesús habló así: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba.

Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».

El que coma este pan vivirá para siempre

Todos necesitamos comer para poder vivir. Dicen los científicos que nadie puede pasar más de 40 días sin comer o beber nada. Morirá deshidratado en pocos días.

Es por eso que nuestro Señor utiliza esa realidad física para iluminar una realidad espiritual. Es decir, que así como nadie puede sobrevivir físicamente sin alimento ni bedida; de esa misma manera nadie que no se alimente espiritual mente puede tener felicidad o vida plena. ¿Cuáles son estos alimentos espirituales que tanto necesitamos?

El principal es la Eucaristía, fuente de vida y madre de todas las liturgias. Es la Pascua del Señor que nos entregó mediante su cuerpo y su sangre. Nadie puede experimentar la vida eterna si no hace comunión con Jesús en el verdadero pan del cielo.

¡Ánimo! Celebremos todos los días el amor de Dios manifestado en su hijo Jesucristo que se entrega todos los días para que tengamos vida y vida en abundancia.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,52-59): En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir entre sí y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre». Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.

Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo

El Señor ofrece su carne y su sangre todos los días en la eucaristía. Nos muestra, de forma permanente, cuando nos ama. El alimento que nos da, nos quita el hambre y la sed espiritual. En Él tenemos vida, y vida en abundancia. ¿Cómo puede esto realizarse en nuestras vidas?

Recuerdo que en algunos momentos de vida, cuando era un joven universitario, sentía que lo que el mundo me ofrecía no me llenaba. Necesitaba algo más. Sentía el llamado a una vida trascendente.

Esperaba con ansias la Eucaristía porque en ella, con sus palabras, oraciones y exultaciones, encontraba vida. Una palabra, un canto, la monicion de un hermano, la homilia del Padre; siempre había algo que tocaba profundamente mi corazón. Esa es la vida que viene del cielo y que nos da el Señor.

¡Ánimo! Que nuestros corazones salten de gozo en el Señor por su inmenso amor y misericordia.

Leer:

Jn 6,44-51: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

- «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado.

Y yo lo resucitaré el último día.

Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios.”

Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí.

No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre.

Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.

Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.

Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado

Jesús vino a salvar, no ha condenar. Este rostro misericordioso de Dios se manifiesta de forma admirable a través del Señor. Es un rostro de pastor amoroso que cuida de sus ovejas. ¿Alguna vez has experimentado esa protección diligente de Jesús?

Nuestro Señor está siempre presente aunque no lo sintamos o no lo veamos. A veces nos pasan acontecimientos que nos hacen pensar que Dios se olvidó de nosotros. Creemos que el Señor nos ha abandonado, que nos ha tratado mal o simplemente no le interesa nuestra precariedad o dolor. Todo eso es falso! Dios nos ama y nunca nos deja solos! Ánimo!

En esos momentos de dolor, está a nuestro lado sufriendo con nosotros y esperando que podamos crecer aprendiendo de esos acontecimiento que el permite.

Nuestro Jesús ha venido para que tengamos vida! Vida en abundancia! Nunca lo dudes! Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,35-40): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día».

El pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo

Es un gran misterio. Dios mismo se hace presente en la tierra mediante el cuerpo y sangre de Jesús en la eucaristía. En ella tenemos la gracia de comer del pan que ha bajado del cielo: Jesucristo.

¿Alguna vez has tenido dudas de esta realidad? Desde que los católicos hacemos la primera comunión empezamos un camino de santificación haciendo comunión con el Señor mediante la santa eucaristía. La misma es acción de Gracias y comunión con la santidad de Dios. En ella nos hacemos una sola cosa con el Señor. Decimos con nuestro amén que estamos dispuesto a hacernos una sola cosa con Dios.

¿Qué significa estar en comunión? Es que estamos dispuesto a amar como Jesús amó, dando la vida por los demás, haciéndonos una sola carne con Jesucristo.

¡Ánimo! Todos los días recordemos que el único pan que sacia es el cuerpo de Cristo.

Leer:

Evangelio según San Juan 6,30-35.
La gente dijo a Jesús: “¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo”.
Jesús respondió: “Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo;
porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo”.
Ellos le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”.
Jesús les respondió: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.

Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna

¡Cuanto afán! Todos los días nos levantamos con la tensión de salir a la calle a buscar “el peso”. Con razón dicen que los lunes, según las estadísticas, es el día de mayores suicidios de la semana. Se inicia, muchas veces, sin ganas y con el pesar de saber que “hay que buscar el pan con el sudor de su frente”. Este mundo supone muchos desencantos, decepciones y traiciones. ¿Qué nos dice Jesús al respecto?

Busquemos las cosas de arriba, jamás las de la tierra. Acerquémonos al Señor buscando tener un encuentro personal con Él. Tengamos la seguridad de que Jesús está siempre presente en nuestra vida y quiere que seamos felices, que tengamos vida eterna!

No busquemos el pan de esta tierra. Hoy es un buen día para alimentarnos con lo que viene del cielo. Es nuestro Señor Jesús el pan que se nos ofrece hoy y siempre. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,22-29): Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos le vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar, vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había montado en la barca con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado solos. Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido pan. Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús.

Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello». Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios?». Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado».