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Los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar

Los cristianos somos discípulos misioneros por el bautismo que hemos recibido. Todos estamos enviados a anunciar la buena nueva de Dios. Tenemos el deber, por así decirlo, de evangelizar a tiempo y a destiempo, ¿tú lo haces así?

El ritmo de vida nos sofoca tanto que invertimos mucho tiempo en tareas que no tienen trascendencia. Tenemos mil excusas para no dedicar tiempo a las cosas del Señor. Cuando nos requieren un servicio o ministerio pensamos que no podemos por la vida tan ocupada que tenemos. Olvidamos que por el bautismo somos enviados por Dios a curar almas, predicar el evangelio y, con el testimonio de vida, hacer presente el amor se Dios.

Dile que si al Señor. Prediquemos con nuestras palabras y obras. Estemos siempre dispuesto a cumplir la voluntad de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,1-6): En aquel tiempo, convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos». Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.

ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación

Todo aquel que ha tenido un encuentro personal con el Señor, tiene como consecuencia natural, un deseo profundo de testimoniar ésta experiencia a todos los que le rodean. Es tan grande y significativo conocer a Jesús, que no nos podemos quedar callados ante semejante manifestación del Señor. Hemos sido llamado para ser testigos del amor de Dios.

San Marcos y demás evangelistas, apóstoles y discípulos de Cristo, desde muy temprano, salieron a predicar el evangelio. Era algo propio y natural de un cristiano el anunciar la buena noticia igual como hizo el Maestro. No podemos ser egoístas y quedarnos con esta experiencia en nuestro corazón sin compartirlo con los demás.

¡Ánimo! Estamos llamados a predicar el evangelio de todas las formas y en todos los ambientes. ¡No tengas miedo! Dios estará con nosotros hasta el fin del mundo.

Leer:

Mc 16,15-20: Proclamad el Evangelio a toda la creación.

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:

«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban

ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación

Durante mucho tiempo se creyó que el envío a la misión o predicación correspondía solamente a un tipo específico de religiosos o personas consagradas para tale fines.

Si reflexionamos en el evangelio respecto a este tema nos damos cuenta que el mismo Jesús los envió a todos y todas a la misión. Eso quiere decir que por el hecho de ser sus discípulos todos eran partícipes de este envío que hacía. Ciertamente hay siempre en la comunidad cristiana algunos que hacen visible este carácter profético del bautismo. Son aquellos que se dedican a tiempo completo a la misión. Sin embargo, esto no quita que estemos todos llamados a ser testigos del amor de Dios.

En tiempo de Pascua es fundamental que podamos, con nuestras palabras y obras, anunciar el amor de Dios a todos los que nos rodean. ¡Ánimo!

Leer:

Mc 16,15-20: Proclamad el Evangelio a toda la creación.
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: 
«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban

Y los sanó

Predicar, enseñar y sanar han sido el fundamento de la acción de Jesús. En Él se cumplían las palabras de Juan El Bautista: “detrás de mi viene a quien no soy digno de desatarle las correas de las sandalias”.

Jesús tiene poder de curar todas nuestras dolencias. Predica y enseña porque sabe que lo que necesitamos, más que la cura de nuestras enfermedades físicas, es una sanación interior.

Empecemos el año “sanando” nuestro corazón de los odios, envidias, rencores, idolatrías; en fin, todo lo que nos pueda separar de nuestro camino de felicidad y amor.

Pidamos al Señor que nos ayude a ser otros Cristo en la tierra. Que así como hemos sido curados podamos curar con nuestras palabras y acciones. Que nuestro testimonio de vida transforme el corazón de todos los que nos rodean.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 4,12-17.23-25): En aquel tiempo, cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, se retiró a Galilea. Y dejando la ciudad de Nazaret, fue a morar en Cafarnaún, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y de Neftalí. Para que se cumpliese lo que dijo Isaías el profeta: «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino de la mar, de la otra parte del Jordán, Galilea de los gentiles. Pueblo que estaba sentado en tinieblas, vio una gran luz, y a los que moraban en tierra de sombra de muerte les nació una luz».

Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: «Haced penitencia, porque el Reino de los cielos está cerca». Y andaba Jesús rodeando toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos y predicando el Evangelio del Reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia del pueblo. Y corrió su fama por toda Siria, y le trajeron todos los que tenían algún mal, poseídos de varios achaques y dolores, y los endemoniados, y los lunáticos y los paralíticos, y los sanó. Y le fueron siguiendo muchas gentes de Galilea y de Decápolis y de Jerusalén y de Judea, y de la otra ribera del Jordán.