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Si quieres, puedes limpiarme

Dios tiene poder para curar todas nuestras enfermedades físicas y espirituales. No solo puede, también quiere. Es su voluntad que estemos sanos y libres de todo mal. ¿Cómo se puede realizar su voluntad en nosotros? Pidiéndole con fe que la realice.

Muchas veces oramos sin fe. Creemos que es un acto individual de diálogo con Dios. En cierta medida es cierto, pero no debemos olvidar que también nuestro Señor quiere escuchar nuestras necesidades y problemas. Nuestros gritos de súplica siempre son escuchadas.

Redoblemos nuestras oraciones. Pidamos con fe a Dios. Él escucha y siempre está atento a sus hijos. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 1,40-45): En aquel tiempo, vino a Jesús un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio». Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio».

Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a Él de todas partes.

¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!

Todos hemos padecido diversas enfermedades espirituales y físicas. Nos enfermamos constantemente de odio, rencor, pereza, gula, lujuria, soberbia y toda clase de males que afectan el alma y espíritu. ¿Quién nos podrá curar? Jesús.

El Señor nos ha dado muchas gracias. Nos ha hecho estar en su iglesia. Nos ha liberado de muchas esclavitudes. Nos ha amado ciertamente. Su amor ha transformado nuestras vidas. Nos ha hecho pasar de las tinieblas a la luz, ¿cómo no agradecer al Señor todo el bien que nos ha hecho?

Es de buen cristiano ser agradecido. Dios nos ha dado mucho, tengamos al menos la virtud de responder a esa inmensa misericordia de nuestro Señor cambiando de vida y abriéndonos a la vida eterna que nos ofrece. ¡Ánimo!

Leer:

Lc 17,11-19: Un día, de camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes».

Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?». Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado».

Tú eres el Hijo de Dios

La naturaleza divina se manifiesta en la liberación del Alma. Muchas son las enfermedades físicas y espirituales que agectan nuestra vida. Muchos males nos aquejan. Es decir, hemos experimentado el pecado y la muerte que produce. ¿Quién puede salvarnos?

Dios ha enviado a su hijo Jesucristo para liberarnos y sanarnos. Se ha manifestado en nuestra vida con poder para otorgarnos la posibilidad de una nueva vida. Su acción salvadora puede vencer todas nuestras dificultades.

Pidamos hoy al Señor que nos permita ser receptivos de su gracia abundante y así poder disfrutar hoy de su gracia y amor. ¡Amén!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,38-44): En aquel tiempo, saliendo de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo Él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo.

Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando donde Él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero Él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado». E iba predicando por las sinagogas de Judea.

¿Quieres curarte?

Jesús lo cura todo. Es verdadera medicina de Dios. Sus milagros le hicieron famoso en muy poco tiempo. Por eso la gente le seguía. Buscaban la ayuda de Cristo para sus problemas concretos.

En este sentido también nosotros hoy podemos pedirle al Señor curación. El tema es que lo más importante es pedirle conversión. Dejar de pecar es el milagro más grande que Dios puede hacer en nosotros.

La cuaresma es tiempo de conversión, tiempo de curación. Es momento propicio para cambiar radicalmente de vida. Tenemos la oportunidad de abrir nuestro corazón al Señor. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 5,1-3.5-16): Era el día de fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betsaida, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: «¿Quieres curarte?». Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda». Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.

Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido curado: «Es sábado y no te está permitido llevar la camilla». Él le respondió: «El que me ha curado me ha dicho: ‘Toma tu camilla y anda’». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el hombre que te ha dicho: ‘Tómala y anda?’». Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: «Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor». El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.

Y cuantos la tocaron quedaban salvados

Jesús es sanación. En el pasado, donde quiera que iba el Señor, le seguían muchos enfermos en búsqueda de curación. Su sola presencia inspiraba esperanza de un futuro mejor.

También hoy Jesús está curando. Muchos se acercan buscando sentido en sus vidas. La sanación física es igual que la sanación espiritual. Los sufrimientos de este tiempo necesitan encontrar sentido en la Cruz de Cristo. Aquel que se encuentra con el Señor queda transformado definitivamente.

¡Ánimo! Pidamos a Dios que nos consuele y sane. El Señor es gracia para todos y todas.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,53-56): En aquel tiempo, cuando Jesús y sus discípulos hubieron terminado la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida, recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que Él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que les dejara tocar la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados.

La fiebre la dejó y ella se puso a servirles

Una de las características distintivas de la obra de Jesús es que pasaba sanado personas y expulsando de demonios. Las señales y prodigios que acompañaban al Señor en su misión confirmaban que Él era el enviado de Dios Padre para salvación del mundo entero. Por tanto, una forma de confirmar que algo viene de Dios es si transformar la realidad que impacta. ¿Jesús te ha curado alguna enfermedad o expulsado algún de demonio en tu vida?

Existen diversas enfermedades, físicas, y espirituales, que afectan al ser humano. Existen en el mundo millones de personas depresivas, sin propósito, tristes y sin una motivación para vivir. Cuando Jesús llega a la vida de una persona sana todas esas dolencias y llena de luz la vida de aquel que abre su corazón al amor de Dios. Esto quiere decir que no solo se sufren enfermedades del cuerpo, también hay graves padecimientos del Adams y espíritus. Todas las cura el Señor.

También el Señor expulsa los demonios que a veces nos mortifican. Se instalan en nuestro corazón odios, violencias, malos pensamientos y toda clase de malas influencias. De todas nos libra el Señor.

En definitiva, hoy podemos renovar una vez más nuestra apertura al amor de Dios que lo sana todo. Dios te ama y en Jesucristo manifiesta dicho amor a través de la curación y liberación. Esa es la obra de Dios en ti. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 1,29-39): En aquel tiempo, Jesús, saliendo de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles.

Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.

De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan». El les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido». Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

Siento compasión de la gente

Se sufre mucho. Desde que nacemos hasta que morimos nos suceden cosas que consideramos buenas pero también algunas que nos hacen sufrir. Enfermedades, scontecimientos trágicos, muertes, humillaciones, carencias afectivas y materiales, en fin, una lista larga de situaciones que nos hacen sufrir, ¿qué hace Jesús al respecto?

Nuestro Señor siente compasión por nosotros. Sabe que necesitamos de Él y que en su palabra la vida tenga sentido y propósito. Es por eso que nos da de comer un alimento que sacia nuestra hambre y sed de amor. Nos muestra su misericordia perdonando nuestro pecados y dando la posibilidad de un futuro mejor.

¡Ánimo! ¡No pierdas la fe! Tenemos a un salvador que viene a transformar su vida para bien. Abre tu corazón al amor de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 15,29-37): En aquel tiempo, pasando de allí, Jesús vino junto al mar de Galilea; subió al monte y se sentó allí. Y se le acercó mucha gente trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos; los pusieron a sus pies, y Él los curó. De suerte que la gente quedó maravillada al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel.

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino». Le dicen los discípulos: «¿Cómo hacernos en un desierto con pan suficiente para saciar a una multitud tan grande?». Díceles Jesús: «¿Cuántos panes tenéis?». Ellos dijeron: «Siete, y unos pocos pececillos». El mandó a la gente acomodarse en el suelo. Tomó luego los siete panes y los peces y, dando gracias, los partió e iba dándolos a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y de los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas.

Ve. Tu fe te ha salvado

El mundo está lleno de creencias diversas. Las personas, que se declaran ateos, necesitan trascendencia. Eso es algo que podemos constatar al ver la gran cantidad de temas raros en los que las personas ponen su confianza. Los talleres de superación personal, las ideas de influencia asiática, los métodos de meditación trascendente y demás tendencias actuales demuestran que una sociedad secularizada buscan sustitutos a las creencias tradicionales. ¿Qué le pasa a este mundo?

Le falta la experiencia de encuentro personal con el poder sanador de Jesús. Necesitamos gritar al Señor para que nos sane y experimentar el amor divino que todo lo transforma y resucita. Necesitamos reconocer que Jesucristo es el único señor que puede liberarnos de la muerte y llevarnos a la vida.

¡Ánimo! Hoy podemos abrir nuestro corazón a la misericordia de Dios que siempre atiende nuestras súplicas y nos libra de todo mal.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 18,35-43): En aquel tiempo, sucedió que, al acercarse Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?». Él dijo: «¡Señor, que vea!». Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.

Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande

Tiene Fe quien la tiene. Algunos piensa que por estar en la Iglesia tenemos garantizado el cielo. Nada que ver.

El mismo Jesús atacaba a los miembros distinguidos de su pueblo cuando pretendían asegurarse su prestigio religioso mediante prácticas externas de Fe.

Tener Fe es reconocer que Jesús es el mesías y Salvador. Es saber que Él tiene poder para sanar todas las dolencias. Es tomar conciencia de que somos unos pecadores y no merecemos las gracias y dones recibidas. En definitiva, tener siempre una actitud humilde y abierta al amor de Dios.

¡Ánimo! En Jesús podemos llegar a ser hijos de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 7,1-10): En aquel tiempo, cuando Jesús hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm. Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde Él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo. Éstos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: «Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga».

Jesús iba con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace».

Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: «Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande». Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano.

¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados

El mundo siempre sigue a los soñadores. Muchos líderes espirituales lograr aglutinar en torno a ellos un grupo de seguidores por la promesa de sanación y experiencias místicas. Las personas siguen a quienes le prometen curaciones milagrosas. Nadie quiere morir, estar enfermo o padecer algún mal. ¿Cómo vive el cristianismo esta realidad?

Los milagros tiene sentido porque suscitan la Fe. El propósito de una curación no puede limitarse a eliminar la enfermedad física. Lo más importante es la sanación integral de la persona. No hay peor mal que un alma “empecatada”, llena de pecados. La muerte interior es la forma más común de muerte. Muchas personas viven pero están muertas. No tienen felicidad.

Es por eso que podemos pedir a Dios milagros. Pero lo más importante es el perdón de los pecados. El mayor milagro es el moral. El cambio de vida. Un alma que logra encontrarse con Dios y su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,1-8): En aquel tiempo, subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.