¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!

Todos hemos padecido diversas enfermedades espirituales y físicas. Nos enfermamos constantemente de odio, rencor, pereza, gula, lujuria, soberbia y toda clase de males que afectan el alma y espíritu. ¿Quién nos podrá curar? Jesús.

El Señor nos ha dado muchas gracias. Nos ha hecho estar en su iglesia. Nos ha liberado de muchas esclavitudes. Nos ha amado ciertamente. Su amor ha transformado nuestras vidas. Nos ha hecho pasar de las tinieblas a la luz, ¿cómo no agradecer al Señor todo el bien que nos ha hecho?

Es de buen cristiano ser agradecido. Dios nos ha dado mucho, tengamos al menos la virtud de responder a esa inmensa misericordia de nuestro Señor cambiando de vida y abriéndonos a la vida eterna que nos ofrece. ¡Ánimo!

Leer:

Lc 17,11-19: Un día, de camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes».

Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?». Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado».

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