La fe se le concede, como una gracia, a todos aquellos que han experimentado la resurrección. La misma no es sólo física. Es decir, que podemos empezar a vivir como resucitados desde ya, cuando creemos en Jesús y dejamos que su poder sanador actúe en nosotros.
Nuestro mesías y salvador, durante su misión aquí en la tierra, liberó a muchos de sus males, pecados y enfermedades. Su poder exorcizaba demonios. Hacia salir la maldad del corazón de todos aquellos que se encontraban en las tinieblas.
Dejemos que el poder de Cristo actúe en nosotros. No nos resíganos al poder de Jesús. Iniciemos el camino de nuestra liberación total, guiados siempre por la luz del Señor que ilumina toda nuestra vida. ¡Ánimo!
Leer:
Texto del Evangelio (Mt 8,28-34): En aquel tiempo, al llegar Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?». Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos». Él les dijo: «Id». Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas. Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término.