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No juzguéis, para que no seáis juzgados

El que juzga a su prójimo es porque se siente superior a los demás. Tenemos una tendencia constante a ver los defectos de los demás. Hacemos, todos los días, un juicio condenatorio sobre los pecados de los demás. ¿Así mismo lo hizo Jesucristo? No

El juicio de Dios sobre nosotros es el perdón y la misericordia. Cristo, el cordero sin mancha nacido de María, nunca cometió pecado y sin embargo jamás condenó de manera injusta a los demás. Todo lo contrario, manifestó su amor y perdón a todos los pecadores y le invitó a cambiar para bien.

Dispensemos a nuestro prójimo el mismo amor que recibimos. Seamos misericordiosos como nuestro Padre Dios lo es. Veamos primeros nuestras debilidades y hagamos conciencia de que no somos mejores que nadie. Ese es el camino de comunión con los demás y de amor según Dios. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,1-5): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano».

No juzguéis, para que no seáis juzgados

A propósito de hoy, día en que celebramos la festividad de Santo Tomás Moro, debemos reflexionar sobre nuestro rol como laicos que estamos llamados a ser sal, luz y fermento de la tierra. ¿De qué manera podemos, los cristianos, cumplir la misión que el Señor nos ha encomendado? No juzgando a nadie.

En las próximas semanas veremos como el ambiente político se caldea. Lloverán ríos de difamaciones y calumnias por las redes sociales y diferentes medios de comunicación digital y tradicional. Los cristianos no podemos ser parte de ese circo. Santo Tomás Moro, un laico declarado patrono de los políticos y gobernantes por San Juan Pablo II y que llegó a ser en su tiempo canciller de Inglaterra, nunca juzgó a nadie. En cambio, siempre habló bien del Rey Enrique VIII, aún cuando éste le apresó y le mandó a decapitar por oponerse a su separación de la reina Catalina de Aragón y unión irregular con Ana Bolena. Tomás Moro denunciaba el pecado pero nunca odiaba al pecador. ¿Cómo podemos despreciar y juzgar a nuestro prójimo si Dios nos ha amado cuando hemos sido unos malvados y pecadores?

No juzgar, en este tiempo, sería la manera más hermosa y valiente de manifestar el amor de Dios en medio de una generación que daña y acusa antes que sanar y perdonar. ¡Ánimo! Mostremos la misericordia de Dios con hechos. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,1-5): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano».

No juzguéis, para que no seáis juzgados

Estamos siempre acostumbrados a criticar y murmurar a los demás. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, un incesante “cuchicheo” domina nuestra existencia. ¿De donde nos viene eso? De que nos creemos mejores que los demás.

Es por eso que en las escrituras, el Señor dijo “como no puedes mirar la brizna qué hay en tu ojo”. ¡Qué difícil es reconocernos pecadores! Si realmente nos conociéramos, nunca seríamos capaces de señalar a nadie. ¡Somos unos perversos! Si esto es verdad, ¿cómo podemos señalar los males de los demás?

Seamos humildes y nunca murmuremos a nadie. Es lo que hace un cristiano. ¡Jamás murmura! ¡Bajo ningún concepto!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,1-5): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano».