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¿Podrá un ciego guiar a otro ciego?

¡Qué difícil es para las personas reconocer sus propios defectos! Es general, a los seres humanos les cuesta conocerse a sí mismos. Normalmente tienen una autoestima alta que les lleva a considerarse superiores a los demás. No debe ser así entre los cristianos.

Jesús pronunció muchas parábolas que invitaban a la humildad. Él, como hijo de Dios y conocedor profundo de la naturaleza humana, sabía muy bien que para llegar a ser verdaderos hijos de Dios era importante que reconociéramos nuestra pequeñez, nuestra debilidad. Solo así se puede amar como Dios ama. Solo así se puede, como dice el himno a la Kenosis, “considerar a los otros como superiores a ti”.

Seamos hombres y mujeres que partiendo de la experiencia del perdón divino saben ayudar a los demás a encontrar con la misericordia de Dios. Si sabemos quienes somos podemos corregir mejor a nuestro prójimo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,39-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro. Todo discípulo que esté bien formado, será como su maestro. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo’, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano».

Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal

Practicar el amor es la mejor manera de preparar la pascua en esta cuaresma. Si queremos ser buenos cristianos, amemos a nuestro prójimo como Cristo nos ama: en la dimensión de la Cruz.

Amar a todos implica no maltratar, insultar ni hablar mal de nadie. Ese es un mandamiento radical. No tiene ninguna interpretación fuera de que miremos primero nuestra viga en el ojo antes de mirar la paja en el ojo del prójimo. ¿Dispuesto a cumplir esta palabra? Empieza ahora. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,20-26): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano “imbécil”, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame “renegado”, será reo de la gehenna de fuego.

»Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».

Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre

¡Qué maravilla! Todos tenemos la oportunidad de ser hijos de Dios. El milagro se realiza cuando acogemos a Dios en nuestro corazón y cumplimos su palabra. El Señor nos hace sus hijos cuando somos obedientes a su voluntad y transformarnos nuestras vidas.

Ajustar nuestro comportamiento a la palabra de Dios es el camino de la vidaz tenemos la gracia de ser parte de la fmailia divina mediante la acción de la palabra de Dios en nuestra vida.

El mundo necesita de verdaderos cristianos. Tu y yo tenemos la oportunidad de ajustarnos a la ley divina. En la gracia de Jesús podemos lograrlo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,31-35): En aquel tiempo, llegan la madre y los hermanos de Jesús, y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?». Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».

No juzguéis, para que no seáis juzgados

Estamos siempre acostumbrados a criticar y murmurar a los demás. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, un incesante “cuchicheo” domina nuestra existencia. ¿De donde nos viene eso? De que nos creemos mejores que los demás.

Es por eso que en las escrituras, el Señor dijo “como no puedes mirar la brizna qué hay en tu ojo”. ¡Qué difícil es reconocernos pecadores! Si realmente nos conociéramos, nunca seríamos capaces de señalar a nadie. ¡Somos unos perversos! Si esto es verdad, ¿cómo podemos señalar los males de los demás?

Seamos humildes y nunca murmuremos a nadie. Es lo que hace un cristiano. ¡Jamás murmura! ¡Bajo ningún concepto!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,1-5): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano».

No juzguéis, para que no seáis juzgados

¿Qué hay en nosotros que estamos constantemente mirando lo que hacen los demás? ¿Qué fuerza gobierna nuestros ser que nos sentimos siempre inclinados a mirar los defectos de las personas que conocemos?

El juicio u opinión que hacemos de una persona siempre estará afectado por nuestra actitud hacia ellos. Muchas veces escuchamos en la Iglesia una palabra y en lugar de aplicarnos lo que dice en nuestra vida lo que hacemos es pensar en aquel amigo o familiar que debería escuchar esa palabra, no tú.

Jesús nos ha enseñado qe juzgar es lo mismo que condenar. ¡No condenes a tu hermano! 

La raíz de todo juicio es que siempre nos creemos superiores a los demás. Si tan solo hoy reconocieras que no eres mejor que tu pareja, amigo, compañero de trabajo o vecino; estarías disculpando a los demás y experimentarías un verdadero amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,1-5): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano».