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Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal

¡Cuantas veces nos hemos “quillao” con alguien! En miles ocasiones nos ha dado rabia o dolor algún acto, palabra o hecho cometido por una persona en nuestra cuenta. Le hemos deseado hasta la muerte a un chofer que se nos acerca en la calle, un compañero del trabajo que quiere nuestro puesto o algún amigo que nos traiciona hablando mal de nosotros. ¿Cómo se relaciona un cristiano con su prójimo?

Los hijos de Dios estamos llamados al amor sin límites. Se nos pide en la palabra que busquemos siempre la comunión. El Señor nos quiere regalar la gracia de que consideremos, siempre, a los demás como superiores a nosotros. ¿Tú haces eso?

Pidamos a Dios la gracia de amar como Cristo ama. Nunca insultemos, hablemos mal del otro o deseemos lo peor para los demás. Que en nuestro lenguaje y acción esté siempre presente el amor misericordioso del Señor. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,20-26): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano “imbécil”, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame “renegado”, será reo de la gehenna de fuego.

»Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».

Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal

Practicar el amor es la mejor manera de preparar la pascua en esta cuaresma. Si queremos ser buenos cristianos, amemos a nuestro prójimo como Cristo nos ama: en la dimensión de la Cruz.

Amar a todos implica no maltratar, insultar ni hablar mal de nadie. Ese es un mandamiento radical. No tiene ninguna interpretación fuera de que miremos primero nuestra viga en el ojo antes de mirar la paja en el ojo del prójimo. ¿Dispuesto a cumplir esta palabra? Empieza ahora. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,20-26): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano “imbécil”, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame “renegado”, será reo de la gehenna de fuego.

»Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».

El que practicó la misericordia con él

La ley divina más importante es el amor al prójimo. Es la base de todo el cristianismo. Solo aquel que ama puede experimentar vida eterna.

¿Cómo podemos saber quién es el prójimo? Es sencillo. Todos son nuestro prójimo, incluyendo a nuestros enemigos. Dios es misericordia y nos invita a ejercer misericordia con todos los que nos rodean. ¿Quieres ser feliz? Ama a todos y todas. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,25-37): En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para poner a prueba a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».

Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

El que practicó la misericordia con él

Un hombre bajó de Jerusalén a Jerico, símbolo del descendimiento que hacemos cuando pecamos. Estaba en el cielo, pero fue precipitado al infierno. Los acontecimientos, sus debilidades o los sufrimientos le hicieron experimentar la muerte, el dolor, el sin sentido de la vida. ¿Quién podrá ayudarle? Ciertamente nadie que le juzgue y le ataque.

La misericordia es la manifestación más hermosa del amor. Dios nos ha dado una ley de amor. Nos ha dicho que si experimentamos su amor en el alma, cuerpo y mente seremos felices. ¿Basta con eso? No! Es fundamental manifestar ese amor en los demás. El nombre de este amor es misericordia.

¿Tienes misericordia con tu esposo, esposa, hijo, hija, compañero de trabajo o estudio, vecino o cualquier otra persona que te encuentres en el camino? Tranquilo, que si tú respuesta es no… Dios te ayudará con su espíritu santo para que sea si. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,25-37): En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para poner a prueba a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».

Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?

Existe una ley que dice que con el 20 por ciento de esfuerzo podemos lograr un 80 por ciento de los resultados. En otras palabras, que debemos identificar cuáles son las tareas más importantes para lograr los mejores resultados.

Al Señor Jesús le plantearon algo similar, es decir, le preguntaron cuál era el más importante de los mandamientos para que cumpliéndolo era como si se cumplieran todos. La repuesta fue certera y segura: el amor. 

Si se nos da la gracia de Amar a Dios y al prójimo como nos ama el Señor entonces cumplimos todas las leyes, preceptos y normas. El amor es el fundamento del universo. También es el camino de la felicidad plena. Si hoy amas a Dios, todo es una bendición en tu vida, incluyendo los sufrimientos. Y si amas a tu prójimo, ya no hay odio, discordia, pleito o descomunión.

Hermanos, amar es el centro del proyecto que Dios quiere hacer en cada uno de nosotros. Conocer el amor de Dios y reflejarlo en los demás es la perfecta felicidad.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 22,34-40): En aquel tiempo, cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?». Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».

Vende lo que tienes y dáselo a los pobres

¿En qué consiste el cristianismo? O mejor dicho, ¿qué es ser cristiano? Si estamos llamados a ser hijos de Dios, discípulos de Cristo, perfectos como nuestro Padre Dios es perfecto, sería interesante preguntarse seriamente en qué consiste dicho llamado.

Jesús explica muy bien ese llamado. El cristiano es aquel que ama a Dios por encima de todo. ¿En qué consiste ese todo? Pues en los bienes materiales y afectivos. Tenemos una tendencia a hacernos ídolos. Buscar la felicidad en las cosas materiales. Nos afanamos constantemente por ser alguien mediante el dinero, la fama, prestigio, y los afectos. Pero todas esas cosas no sirven para la felicidad verdadera. 

El Señor Jesús nos invita a ser felices despreciando los bienes de este mundo y poniendo nuestra confianza solo en Dios. Si amamos a Dios por encima de todo, las cosas nos vendrán por añadidura. ¡Ánimo! ¿Estás dispuesto a renunciar a los bienes de este mundo? Si así lo hicieras, entonces empezarás a ser cristiano.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 19,16-22): En aquel tiempo, un joven se acercó a Jesús y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?». Él le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». «¿Cuáles?» —le dice él—. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo». Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?». Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme». Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.

¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?

Los escriba y fariseos le hacían muchas preguntas a Jesús. Esto lo hacían por dos razones fundamentales. Algunos porque necesitaban entender mejor algunas cuestiones y otros porque quería hacerle algún daño mediante una declaración “inapropiada”. En el primer caso, se puede entender que Jesús contaba con un aprecio importante. Para muchos eran un profeta de Dios.

Cuando alguien de estos le preguntó sobre el más importante de los mandamientos, Él respondió de una forma maravillosa. Dijo que uno resume todos los demás. ¡Fantástico! Esto quiere decir que cumpliendo ese puedo cumplir la enseñanza total de Dios. 

Este mandamiento fundamental es el Amor. Decía un santo: “ama y haz lo que quieras. Si, tan simple, profundo y trascendente como se oye. Amar es lo más importante porque haciéndolo de verdad es imposible incumplir la ley de Dios. El que ama no peca contra Dios, contra sí mismo y mucho menos contra el prójimo. Ese es el camino de la felicidad verdadera. La vía de la santificación plena. Con la ayuda de Dios, podemos hacerlo una realidad en nuestra vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 12,28-34): En aquel tiempo, se llegó uno de los escribas y le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús le contestó: «El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que estos». 
Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». 
Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.

¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?

Si somos sinceros con nosotros mismos tenemos que reconocer que amamos muy poco o mejor dicho, amamos a nuestra manera o de forma muy precaria.

El amor de Dios supera todo tipo de amor humano. Las personas aman siempre y cuando el objeto o sujeto de nuestro amor nos edifique o construya. Amamos a nuestra pareja, hijos, amigos, padres y demás personas siempre y cuando sean buenos con nosotros y nos correspondan el amor que le tenemos. La gran paradoja es que nadie puede amarnos en plenitud o de manera perfecta. Esto solo puede hacerlo Dios.

Es por eso que el centro o piedra angular de nuestra felicidad es amar a Dios con todos lo que tengamos y sabien que Él nos ama, dar a los demás de ese amor que Dios nos da. Esa es la perfecta felicidad. Lo demás es vanidad de vanidades.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 12,28b-34): En aquel tiempo, uno de los maestros de la Ley se acercó a Jesús y le hizo esta pregunta: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús le contestó: «El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos». 
Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.