Archivo por meses: agosto 2015

Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora

Todos los días tenemos muchos afanes y temas. Hay siempre una lista de pendientes que nunca acaba. Podemos correr el peligro de vivir la vida en ese día a día sin darnos cuenta que debemos estar atentos a lo mas importante. 

El encuentro con Dios se puede dar en cualquier momento o lugar. Por eso es importante estar atentos a su manifestación misteriosa.

Un consuelo de un amigo o hermano de Fe, un pobre o necesitado que nos pide ayuda, una corrección o momento que nos ha salido bien son solo ejemplo de situaciones en que la mano de Dios está presente. 

Dios los invita a tener siempre el aceite su espíritu para que podamos entrar en su Reino. 

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 25,1-13): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas. Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. Mas a media noche se oyó un grito: ‘¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!’. Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: ‘Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan’. Pero las prudentes replicaron: ‘No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis’. Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’. Pero él respondió: ‘En verdad os digo que no os conozco’. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora».

Sepulcros blanqueados

Las relaciones humanas son complejas. Desde siempre, el ser humano se ha organizado en sociedad o grupo. En tener establecido un buen sistema de vínculos familiares, amistosos y de jerarquía social hace posible la convivencia humana. En estas relaciones, ¿siempre prevalece la honestidad y sinceridad?

Si somos honestos con nosotros mismos y reconocemos lo que podemos observar en el día a día del trato con las personas, muchas veces las personas mentimos y disfrazamos la mentira con diversas formas de medias verdades. En otras palabras, hay mucho de hipocresía en el ser humano.

Por ejemplo, el comportamiento social de muchos es la de decir siempre que si a un requerimiento o pedido aunque no podamos realmente cumplir con nuestra palabra empeñada. Es común la expresión “no se preocupe, estamos trabajando en eso” y al final nunca termina el dichoso trabajo de aquel que dice que nos ayudará y nunca termina ayudándonos.

Hoy el Señor nos invita a no ser “sepulcros blanqueados” en el sentido de personas que parecen buenas por fuera y por dentro están llenas de odios, mentiras y rencores. Busquemos “blanquear” nuestro interior para que desde la honestidad en el amor podamos construir relaciones sanas y duraderas.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,27-32): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!’. Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!».

La justicia, la misericordia y la fe

Las leyes nos ayudan a organizarnos en sociedad. Ordenan las relaciones humanas y ayudan a construir justicia. Nos ayudan a establecer orden donde podría haber caos. Un buen sistema de justicia es garantía de paz y tranquilidad. ¿Podría haber algún tipo de orden superior?

Jesús establece una nueva realidad. Vino al mundo no para abolir la ley sino para darle cumplimiento. Muchas veces al cumplir la ley podemos cometer una injusticia o mas bien condenar para siempre a una persona que podría cambiar de vida y mejorar. 

Muchas familias que han tenido a algún familiar preso han experimentado esta cruda realidad. Han pasado por la pena de ver el historial de un ser querido manchado para siempre. La justicia humana es imperfecta, no así la divina.

Jesús quiere que practiquemos la misericordia. Quiere que esté siempre el espíritu de la ley por encima de la letra. El espíritu de la ley es el amor.

Hoy te invita a poner en práctica la ley del amor con tu pareja, hijos, familiares, amigos y hasta con los enemigos. El mal se combate con el bien. La injusticia con la justicia. El odio con amor. Hoy es la oportunidad de amar a todos como Dios los ama. Cumplamos esta ley suprema y seremos felices siempre.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,23-26): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña y codicia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!».

Ven y lo verás

Muchos de nosotros tenemos en algún momento de nuestra vida crisis de Fe. Nos entran dudas. Los acontecimientos adversos nos hacen pensar que Dios no tiene poder para solucionar nuestros problemas concretos.

Es por esto importante que todos los días reafirmemos cada día nuestro compromiso de Fe. Reconocer cada día que el “hijo del carpintero” es realmente hijo de Dios y nuestro salvador.

Dios nos ama y conoce. Sabe que “debajo de la Higuera” encontramos su amor. Que en la liturgia, la palabra y el amor de los hermanos y hermanas podemos descubrir el inmenso don de su Salvación.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,45-51): En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás». Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos

Para todo el que está en Dios la vida es una fiesta. Los banquetes son expresiones culturales presentes en todas las sociedades y culturas del mundo. Son la expresión máxima de alegría y regocijo. Cuando es tiene a Dios en el corazón esto se hace necesario, natural y oportuno. ¿Qué se tiene que hacer para participar de la alegría y banquete del Señor?

Debemos tener lo apropiado para una fiesta. El traje es fundamental. El protocolo determina que llevar puesto para cada ocasión. En el caso de la “fiesta” del Señor debemos llevar con nosotros la naturaleza misma de Dios. Estar adornados con las “joyas” de las buenas obras realizadas mediante su gracia.

Todos estamos invitados a la fiesta que nos ofrece nuestro Dios. El único requisito es estar dispuesto y entrar con corazón humilde y disposición total a dejar los “trajes feos” y ponerte el mas bonito de los “vestidos” que es el amor de Dios hecho obras en nuestras vidas.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 22,1-14): En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía a otros siervos, con este encargo: ‘Decid a los invitados: Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda’. Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.
»Entonces dice a sus siervos: ‘La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda’. Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?’. Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: ‘Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes’. Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos».

Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos

Nosotros tenemos un sentido de justicia que nos viene de nuestra experiencia natural, la cultura y el sentido común. Si alguien comete algo indebido debe pagar en la misma proporción que la falta cometida. La famosa le del talión “ojo por ojo y diente por diente” era una forma de establecer orden en una sociedad que podía cometer excesos de venganza y condena. 

En el caso de la justicia divina sucede de forma un tanto diferente. El amor de Dios incluye la ley humana y la supera. A todos los hombres y mujeres alcanzan el amor de Dios visibilizado en Cristo. Esto es el “denario” que se le paga a cada uno de nosotros. 

Dios no opera bajo los esquemas humanos. Nuestro Dios suelta todos los esquemas. Su medida es la misericordia y el amor.

Leer:

Evangelio según San Mateo 20,1-16a.

Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. 

Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña. 

Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, 

les dijo: ‘Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. 

Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. 

Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: ‘¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?’. 

Ellos les respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’. Entonces les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’. 

Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros’. 

Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. 

Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. 

Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, 

diciendo: ‘Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada’. 

El propietario respondió a uno de ellos: ‘Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? 

Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. 

¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?’. 

Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos». 

Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible

¿Podemos dejar lo seguro por la promesa? Hay un refrán que dice “más vale pájaro en mano que cien volando”. Estamos diseñados para poner nuestra confianza en lo que se ve. 

En el evangelio no se quiere anular este comportamiento normal de todos nosotros. Lo que se quiere es poner acento en algo todavía más fuerte que eso: todo pasa en este mundo.

Los bienes, riquezas, juventud, honores y todo lo que podamos acumular un día será polvo y nada. Esa es la vida. Esa es nuestra realidad.

Por eso somos invitados hoy a poner nuestra confianza solo en Dios. Esto se pone en práctica mediante la relación sana y estable con los afectos y bienes de este mundo. La vida eterna consiste en poner nuestra confianza solo en Dios. Lo demás nos viene por añadidura.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 19,23-30): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos». Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible». 

Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?». Jesús les dijo: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros».

Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?

La búsqueda incansable de la felicidad ha sido una constante en la vida de los seres humanos. Las filosofías, ideologías y religiones tienen eso en común. ¿Cual es el camino de la felicidad? Todos queremos una respuesta a esta interrogante fundamental.

Hoy en día hay una respuesta generalizada a la búsqueda de la felicidad. El mundo nos presenta que la riqueza y la fama son las claves para una vida plena y realizada. La publicidad, los libros y lo que nos dicen los líderes mundiales es que si tienes mucho dinero y gloria entonces serás feliz y admirado por todo el mundo.

La paradoja consiste en que por ejemplo muchos artistas tienen todo lo que uno podría desear pero aún así de drogan o suicidan, ¿cuál es la razón de este fenómeno? Pues que no solo de “pan vive el hombre”. Esto quiere decir que tenemos que saber que no solo de dinero o abundancia de bienes consiste la felicidad.

Busquemos la felicidad con trascendencia. Disfrutemos lo que tenemos y tengamos ambición sana. Que todo en esta vida pasa. Lo único que no pasa es el amor que podamos tener a nuestro a prójimo y a Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 19,16-22): En aquel tiempo, un joven se acercó a Jesús y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?». Él le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». «¿Cuáles?» —le dice él—. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo». Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?». Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme». Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.

¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?

Texto del Evangelio (Mt 18,1-5.10.12-14): En una ocasión, los discípulos preguntaron a Jesús: «¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?». Él llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños».

El que ama su vida, la pierde

Parece una frase escandalosa pero es bíblica. Los seres humanos nos pasamos la vida construyendo nuestra fama, nuestra vida, nuestro patrimonio y nuestra legado. Eso no está mal. El tema es pensar que en esto consiste vivir plenamente.

Ponernos metas ambiciosas y luchar por ellas es bueno. Lo que no es correcto es ver en ellas un fin en sí mismo.

Dios quiere que seamos felices. Y el secreto de la felicidad es ver bendición en nuestra vida como es y como se va presentando.

¡Ánimo! Pongamos nuestra confianza solo en Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 12,24-26): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará».