Archivo de la etiqueta: Fe

Mándalo de palabra, y quede sano mi criado

La fe es un don de Dios. El Señor elige a los que quiere para mostrar al mundo su mensaje de salvación. Hemos sido afortunados al formar parte de la “muchedumbre” que sigue a Jesús. ¿De qué somos testigos? De su obra de salvación que alcanza a todos.

En tiempos de Cristo muchos le rechazaron y no le reconocieron. No creían que era el enviado de Dios para salvar al mundo entero de la esclavitud del pecado. Ellos, eligieron no creer. No sea así entre nosotros.

Creamos en la fuerza soñadora de Jesús. Tengamos fe en que su palabra tiene la fuerza de transformar corazones. No dudemos nunca de su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 7,1-10): En aquel tiempo, cuando Jesús hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm. Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde Él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo. Éstos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: «Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga».

Jesús iba con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace».

Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: «Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande». Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano.

¿De Nazaret puede haber cosa buena?

Algunas veces, sobre todo cuando las cosas nos salen mal, nos entra la duda y pensamos que Dios nos ha dejado solos. De hecho, podemos caer en la grave tentación de dudar de la existencia misma de Dios. Miramos nuestra fragilidad y la de los que supuestamente deben ser ejemplo a seguir y pensamos: ¿puede salir algo bueno de la iglesia? ¿Cómo podemos creer en un Dios que permita el mal y el sufrimiento?

La fe debe ser probada. Nuestra creencia en Dios debe ser confirmada mediante los acontecimientos. La experiencia de encuentro personal con Jesús se basa en reconocer que Él es nuestro señor y mesías aunque las cosas que puedan pasarnos no nos parezcan buenas.

Nuestro Dios nos anima a reconocerle presente en nuestra historia, especialmente en la fragilidad de las cosas. Nuestro Señor nos hace fuertes en medio de la debilidad. Nunca nos deja solos. Al contrario, nos hace crecer ayudándonos a superar la adversidad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,45-51): En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás». Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David!

¿Qué buscas en la Iglesia? Es la pregunta que todos debemos hacernos en algún momento. En medio de una cultura donde hemos sido bautizados de pequeños debemos en algún momento de nuestra vida adulta hacernos la pregunta de manera consciente y seria.

No es posible estar en la Iglesia como quien pertenece a un club o porque fin familia es católica y por lo tanto yo también. El cristianismo no es asumir un conjunto de valores culturales. El cristianismo es una experiencia de fe. Es el encuentro personal con Jesús que ha muerto y resucitado por nosotros. Eso es la fe.

Pidamos al Señor que podamos crecer en la fe. Debemos pasar de una fe infantil a un adulta. Nuestra fe debe crecer para que se haga viva en acciones y seamos verdaderos testigos del amor de Dios, manifestado en el perdón de todos nuestros pecados y el paso a una nueva vida. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 15,21-28): En aquel tiempo, Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada». Pero Él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros». Respondió Él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel». Ella, no obstante, vino a postrarse ante Él y le dijo: «¡Señor, socórreme!». Él respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». «Sí, Señor -repuso ella-, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas». Y desde aquel momento quedó curada su hija.

¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado

¿Qué buscamos en la Iglesia? La fe. ¿Y qué te da la fe? Vida eterna. Así es el diálogo del rito del bautismo. Todos debemos en algún momento nuevamente a las mismas preguntas. Es fundamental, para hacer crecer nuestra fe, que respondamos conscientes que buscamos en la Iglesia.

La fe es un don de Dios. Nuestro Señor nos elige para salvarnos y darnos una misión. Nos permite experimentar su amor y de esa manera descubrir que Dios nos ha creado para que tengamos vida en abundancia. La fe nos lleva a creer que la muerte ha sido vencida y que viviremos eternamente en Dios.

No tengamos miedo. Los signos de la muerte serán destruidos por Jesús. Nuestro mesías nos dará la gracia de participar de su resurrección. Nos salvará de la muerte y nos conducirá a la vida eterna. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,18-26): En aquel tiempo, Jesús les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postró ante Él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se salvó la mujer desde aquel momento.

Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Mas, echada fuera la gente, entró Él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.

¿Quién dice la gente que soy yo?

Estamos viviendo tiempos extraños. Por un lado las personas en general están rechazando toda forma de religión o adoctrinamiento. Pero por otro lado hay un despertar en el deseo de lo espiritual. Las personas hacen yoga, meditaciones y todo tipo de ejercicios espirituales para alcanzar la paz interior que tanto anhelan. En este contexto tan propio de este tiempo, ¿qué piensa la gente de Cristo?

Se convierte en una necesidad imperiosa conocer verdaderamente a Jesús. Es decir, los hombres y mujeres de este tiempo necesitan hacer un encuentro personal con un Cristo vivo que les ha salvado de la muerte y les lleva a una nueva vida. No es suficiente explicarle verdades dogmáticas y razonadas de la fe. Lo que realmente espera el mundo es poder tener una experiencia profunda de conocimiento íntimo de lo divino, de lo trascendente, de lo espiritual.

Tenemos la invitación de proclamar quien es Cristo para nosotros. Tenemos el deber de testimoniar con fe lo que Jesús ha hecho con nosotros. Es lo que necesita el mundo. Testigos fieles que proclaman con sus vidas el amor de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,18-22): Sucedió que mientras Jesús estaba orando a solas, se hallaban con Él los discípulos y les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado». Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contestó: «El Cristo de Dios». Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día».

Para que todo el que crea en Él tenga vida eterna

¿Cuál es el centro de la experiencia cristiana? La vida eterna. Es decir, acoger al Señor en nuestro corazón y experimentar como su amor, que lo perdona todo, nos lleva de la muerte a la vida. La experiencia pascual es el origen y sentido de nuestra fe. ¿Tú la tienes?

Se que muchos hemos sido bautizados de pequeños. También algunos hemos sido iniciados en la fe mediante catequesis de niños, los sacramentos de la primera comunión y confirmación. Algunos hasta han celebrado su matrimonio por la Iglesia. Pero, ¿es ese el resumen de una vida de fe? ¡Jamás!

La fe nos da la vida eterna. Nos hace vivir la experiencial pascual de salvación. Hoy podemos renovar esa experiencia. Se lo podemos pedir a Dios. ¡Danos la gracia de vivir una vez más de tu amor! ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 3,13-17): En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él».

Ven y lo verás

¿De un acontecimiento trágico puede salir algo bueno? Es la interrogante existencial que los seres humanos se han hecho desde tiempos inmemoriales. Todos tendemos a desconocer la presencia de Dios en los acontecimientos adversos. Nos llega la duda de la fe.

Los cristianos son aquellos que, entre otras cosas, son capaces de aceptar los sufrimientos diarios, subirse a la Cruz y bendecir a Dios en todo tiempo. Somos aquellos que sabemos mantenernos en pie cuando todo es contrario a nuestras fuerzas o expectativas. Somos los hijos de Dios que proclamamos nuestra fe en todo tiempo.

¡Gritemos a Dios con fuerza! Digamos que Jesús es verdaderamente el mesías y nuestro Salvador. La fe es probada, y crece, en medio de la prueba. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,45-51): En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás». Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas

Suscitar la Fe es el propósito fundamental de todo milagro físico. Cuando el Señor hace un milagro no solo busca solucionar un problema material, más bien sabe que lo que más necesitan las personas es un encuentro personal con Dios. No puede haber milagro físico sin milagro moral-espiritual.

Muchos de nosotros pedimos milagros. Oramos al Señor para que nos cambie la historia. No nos gusta lo que sucede en nuestras vidas. Más sin embargo, Dios permite muchas cosas para ayudarnos en nuestro camino de salvación. El sufrimiento no carece de sentido en el plan divino. Nuestro Dios lo utiliza como medio de purificación.

Pidamos al Señor que podamos creer que Él siempre está presente en todo. Seamos como aquellos que bendicen a Dios en todo momento. Aquellos que sabe al final nuestro Señor lo ha hecho todo muy bien. ¡Ánimo!

Leer:
Texto del Evangelio (Mt 15,21-28): En aquel tiempo, Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada». Pero Él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros». Respondió Él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel». Ella, no obstante, vino a postrarse ante Él y le dijo: «¡Señor, socórreme!». Él respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». «Sí, Señor -repuso ella-, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas». Y desde aquel momento quedó curada su hija.

¡Ánimo!, que soy yo; no temáis

Tenemos momentos en nuestra vida donde nos sentimos zarandeados por los vientos impetuosos de un acontecimiento adverso o sufrimiento terrible. Nos parece que la barca de nuestra existencia va a zozobrar. Nos sentimos como perdidos en la oscuridad, ¿quién podrá salvarnos?

Son esos precisos momentos los que nos hacen crecer en la Fe. Solo tenemos dos opciones:
Creemos en el poder Salvador de Jesús o nos hundimos en nuestra miseria. ¿Qué eliges? La buena noticia es que hemos sido invitados por Dios a poner nuestros ojos fijos en Jesús y apoyarnos en su misericordia.

No dudemos nunca del amor de Dios. Tengamos la seguridad que en medio de la noche más oscura brillarán en todo su esplendor nuestro mesías y Señor. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 14,22-36): En aquellos días, cuando la gente hubo comido, Jesús obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.

La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino Él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. Pero al instante les habló Jesús diciendo: «¡Ánimo!, que soy yo; no temáis». Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir donde tú sobre las aguas». «¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!». Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?». Subieron a la barca y amainó el viento. Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios».

Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Los hombres de aquel lugar, apenas le reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le presentaron todos los enfermos. Le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron salvados.

Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe

Jesús suscita la fe a través de sus milagros. Es decir, lo que importa es que las personas puedan tener un encuentro personal y profundo con Dios. Lo demás es añadidura.

Cuando en el pasado los cercanos del Señor le escuchaban tenían dos opciones: creer que era el mesías o rechazarlo. Y la principal dificultad para acoger al Señor como mesías es no reconocerle como salvador enviado por Dios. Es decir, quedarse en las apariencias y no trascender.

Lo mismo puede pasarnos. En el día a día miramos los acontecimientos y no tenemos la fe para descubrir la presencia divina en todas las cosas. Necesitamos tener apertura de corazón para acoger al Señor.

Pidamos al Señor la Fe. Es un don de Dios que transforma toda nuestra existencia. Es el ofrecimiento que Jesús nos regala con su predicación y acción. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,54-58): En aquel tiempo, Jesús viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?». Y se escandalizaban a causa de Él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.