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Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas

Suscitar la Fe es el propósito fundamental de todo milagro físico. Cuando el Señor hace un milagro no solo busca solucionar un problema material, más bien sabe que lo que más necesitan las personas es un encuentro personal con Dios. No puede haber milagro físico sin milagro moral-espiritual.

Muchos de nosotros pedimos milagros. Oramos al Señor para que nos cambie la historia. No nos gusta lo que sucede en nuestras vidas. Más sin embargo, Dios permite muchas cosas para ayudarnos en nuestro camino de salvación. El sufrimiento no carece de sentido en el plan divino. Nuestro Dios lo utiliza como medio de purificación.

Pidamos al Señor que podamos creer que Él siempre está presente en todo. Seamos como aquellos que bendicen a Dios en todo momento. Aquellos que sabe al final nuestro Señor lo ha hecho todo muy bien. ¡Ánimo!

Leer:
Texto del Evangelio (Mt 15,21-28): En aquel tiempo, Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada». Pero Él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros». Respondió Él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel». Ella, no obstante, vino a postrarse ante Él y le dijo: «¡Señor, socórreme!». Él respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». «Sí, Señor -repuso ella-, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas». Y desde aquel momento quedó curada su hija.

¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado

La fe se suscita en el momento en que tenemmos un encuentro personal con el Señor. Este encuentro se concretiza cuando nos convertimos en testigos del amor de Dios. En el mismo instante cuando en nuestra vida se realiza el milagro de la conversión.

¡Hemos resucitado! Nos hemos levantado de la muerte. Con el perdón de nuestros pecados, Dios nos ha hecho hijos suyos. Semejantes a su hijo Jesucristo que lo sana todo y lo transformar todo.

Dejemos que Jesús nos ayude a salir del pecado y seamos introducidos en la vida que no acaba nunca.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,18-26): En aquel tiempo, Jesús les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postró ante Él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se salvó la mujer desde aquel momento.

Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Mas, echada fuera la gente, entró Él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.

Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas

La Fe es un don que viene del cielo. En nuestra debilidad y precariedad espiritual vivimos dudando de todo. En cuanto vemos un pecado nuestro o de los demás nos ponemos tristes y pensamos que no hay esperanza, que todo está perdido y que nada vale la pena. Esa es la gran mentira del demonio.

Jesús vino a la tierra a darnos la Fe. Nos enseñó a gritar que quiere decir orar con Fe. Nos hizo ver que si le pedimos algo con Fe, deseando ardientemente que se cumpla eso que pedimos en nuestra vida, Él nos lo da. ¿Qué quieres que te conceda el Señor?

Orar o Pedir con Fe significar suplicar al Señor que nos conceda la gracia de hacer siempre su voluntad. Lo que siempre ha querido Dios es darte la felicidad. El pecado nos mete en tristeza. El Señor nos quiere viviendo en la Fe sabiendo que nos libra de la muerte y del pecado. ¡Ánimo! Nunca pierdas la Fe. Dios nos ama y del mal siempre saca el bien.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 15,21-28): En aquel tiempo, Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada». Pero Él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros». Respondió Él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel». Ella, no obstante, vino a postrarse ante Él y le dijo: «¡Señor, socórreme!». Él respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». «Sí, Señor -repuso ella-, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas». Y desde aquel momento quedó curada su hija.

¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado

Las escrituras están llenas de personajes, símbolos y signos que nos transmiten el mensaje de salvación. El mismo Jesús utilizó las parábolas con frecuencia porque en un lenguaje cercano podía descubrir la intención de los corazones que escuchaban e invitarlos a la conversión del corazón. 

Hay un fragmento de la escritura que habla de una mujer y una niña. La mujer padece flujo de sangre y la niña está muerta. Ambas pierden o han perdido la vida. Para las dos ha venido nuestro Señor Jesús.

La mujer es imagen de los publicanos y pecadores y la niña, hija del jefe de la sinagoga, es imagen del pueblo de Israel. Es definitiva, ambas representan la humanidad completa. Para todos ellos y todos nosotros ha venido Jesús ha darnos la vida.

¿En qué aspecto de tu historia estás perdiendo la vida? ¿Tienes alguna enfermedad física o del alma? ¿Acaso hoy estás triste, depresivo o dudas del amor? ¿Tienes alguna duda de Fe o combate? Pues Jesús hoy te dice ANIMO! Que dichosa es el alma de aquel que sabe que Jesucristo tiene poder de sanarle, salvarle, resucitarle de la muerte. ¡Ten Fe! Dios es Jesús quiere salvarte. Espera en Él, que volverás a alabarlo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,18-26): En aquel tiempo, Jesús les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postró ante Él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se salvó la mujer desde aquel momento. 
Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Mas, echada fuera la gente, entró Él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.

Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija

Dios se manifiesta de muchas maneras. Su poder actúa de múltiples formas. El Señor quiere manifestarse en nuestra vida para suscitar en nosotros la Fe. Su amor es para todos y todas.

No importa quién seas. No interesa tu personalidad, actitudes, ideologías, leyes y normas. Lo más importante es que humildemente reconozcamos hoy que estamos necesitados de Dios. ¡Ánimo! Ha llegado el momento de la bendición.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 7,24-30): En aquel tiempo, Jesús partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido, sino que, en seguida, habiendo oído hablar de Él una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies. Esta mujer era pagana, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. Él le decía: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Pero ella le respondió: «Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños». Él, entonces, le dijo: «Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija». Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido.

Muchacha, a ti te digo, levántate

Jesús vino con el poder de Dios. Tocaba y sanaba a la gente. Su poder taumaturgo se manifestaba de forma extraordinaria. ¿Para que sirven los milagros de Jesús?

Ciertamente las personas buscan sanación física. Los enfermos quieren consuelo en medio de su sufrimiento. Todo el mundo quiere salud. Jesús aprovecha estas necesidades físicas para dar algo de mayor valor. Quiere realizar con todos el milagro miral, el milagro de la Fe.

¿Quieres hacer lo mismo que la mujer que padecía flujo de sangre? Ten Fe. Dios quiere suscitar la Fe en medio de la gente. La Fe da vida eterna, introduce al cielo y da sentido a nuestra vida. Sin ella, ningún milagro es posible. ¿Quieres tener Fe? Pídesela al Señor. Lo demás viene por añadidura.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 5,21-43): En aquel tiempo, Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a Él mucha gente; Él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía. 
Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré». Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de Él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?». Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’». Pero Él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante Él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad». 
Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?». Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Pero Él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.

Mujer, quedas libre de tu enfermedad

La enfermedad física muchas veces en la escritura es símbolo de un mal mayor. Jesús utilizaba el milagro físico para anunciar un milagro mayor: el moral. El Señor muestra su poder a través de las curaciones que realizaba. Esta actuación del Señor también es para nosotros.

En tiempos de Jesús había mucho que se apegaban a la ley. Eran aquellos que pensaban que con cumplir una serie de normas y procesos se hacía la voluntad de Dios. El Señor cambia eso y con autoridad pone énfasis en lo que realmente es importante: el amor.

Hoy es un buen día para hacer carne el mensaje de salvación de Jesús. Saber que Dios tiene el poder de “enderezar” nuestra vida. Hacerla nueva mediante el poder de sanación que actúa mediante su hijo Jesús.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 13,10-17): En aquel tiempo, estaba Jesús un sábado enseñando en una sinagoga, y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla Jesús, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios. 
Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado, decía a la gente: «Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado». Le replicó el Señor: «¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar? Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día de sábado?». Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban confundidos, mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía.

Mujer, ¿por qué lloras? 

Jesús no es un líder sentimental que procura la popularidad sobre la base de “caerle bien a todo el mundo”. Algunas veces se muestran severo y dirige palabras duras a algunas personas o grupos en el espíritu de corrección amorosa que le caracterizaba. Sin embargo, hay en la escrituras escenas de extraordinaria ternura y bondad.

En el momento en que María Magdalena iba al sepulcro descubre que no está el cuerpo. Eso le llena de tristeza y pesar. Se pone a llorar. Esto es imagen de muchos momentos en nuestra vida en que pensamos que “el sepulcro está vacío”. Buscamos el amor de nuestra vida y no lo encontramos. Buscamos la felicidad en el trabajo, en la esperanza de un matrimonio tipo “cuento de adas”, en el triunfo económico como el de Bill Gates o Corripio o en la seguridad de la fama y el cariño de la gente. Y ¿qué nos pasa? Que no nos satisface nada de eso. Seguimos vacíos y sin encontrar el amor.

¿Cual es la buena noticia? Que María Magdalena encuentra el amor, no en el sepulcro donde “habitan” los muertos sino en el Jesús Resucitado que le da su amor eternamente. María de Magdala, la que el Señor perdonó tanto, es imagen de todos nosotros. Ella eres tu y soy yo.  Busquemos hoy el amor donde se le puede encontrar. Hagamos experiencia de la resurrección de Jesús.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 20,11-18): En aquel tiempo, estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní», que quiere decir “Maestro”». Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: ‘Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’». Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.