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La gente se alegraba con las maravillas que hacía

La ley más importante es la del amor. Jesús era criticado porque sanaba en sábado. Los jefes de las sinagogas ponían su atención en el cumplimiento externo de una sería de normas y esto les hacía perder el verdadero sentido de dichas reglamentaciones. ¿Esto nos puede pasar a nosotros?

Claro que si. Tendemos a comportarnos como unos verdaderos fariseos. Pensamos que el cristianismo se reduce a asistir una hora, como mucho, a la misa dominical (siempre que se pueda) y no hacerle mal a nadie. ¿Acaso no hay muchas personas buenas que no tienen fe? Tú debes conocer muchísimas personas honestas que dicen no necesitar de la fe cristiana para vivir e inclusive, hablan mal de la Iglesia y de sus instituciones.

La buena noticia que nos trae Jesús es que todos nuestras dolencias son curadas y todos nuestros pecados perdonados por la gracia y amor de nuestro Dios. Nos toca abrirnos, en la libertad, a este amor inmenso del Señor. Solo así podremos experimentar sus maravillas en nuestra vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 13,10-17): En aquel tiempo, estaba Jesús un sábado enseñando en una sinagoga, y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla Jesús, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios.

Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado, decía a la gente: «Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado». Le replicó el Señor: «¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar? Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día de sábado?». Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban confundidos, mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía.

¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado

Las escrituras están llenas de personajes, símbolos y signos que nos transmiten el mensaje de salvación. El mismo Jesús utilizó las parábolas con frecuencia porque en un lenguaje cercano podía descubrir la intención de los corazones que escuchaban e invitarlos a la conversión del corazón. 

Hay un fragmento de la escritura que habla de una mujer y una niña. La mujer padece flujo de sangre y la niña está muerta. Ambas pierden o han perdido la vida. Para las dos ha venido nuestro Señor Jesús.

La mujer es imagen de los publicanos y pecadores y la niña, hija del jefe de la sinagoga, es imagen del pueblo de Israel. Es definitiva, ambas representan la humanidad completa. Para todos ellos y todos nosotros ha venido Jesús ha darnos la vida.

¿En qué aspecto de tu historia estás perdiendo la vida? ¿Tienes alguna enfermedad física o del alma? ¿Acaso hoy estás triste, depresivo o dudas del amor? ¿Tienes alguna duda de Fe o combate? Pues Jesús hoy te dice ANIMO! Que dichosa es el alma de aquel que sabe que Jesucristo tiene poder de sanarle, salvarle, resucitarle de la muerte. ¡Ten Fe! Dios es Jesús quiere salvarte. Espera en Él, que volverás a alabarlo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,18-26): En aquel tiempo, Jesús les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postró ante Él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se salvó la mujer desde aquel momento. 
Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Mas, echada fuera la gente, entró Él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.

Muchacha, a ti te digo, levántate

Jesús vino con el poder de Dios. Tocaba y sanaba a la gente. Su poder taumaturgo se manifestaba de forma extraordinaria. ¿Para que sirven los milagros de Jesús?

Ciertamente las personas buscan sanación física. Los enfermos quieren consuelo en medio de su sufrimiento. Todo el mundo quiere salud. Jesús aprovecha estas necesidades físicas para dar algo de mayor valor. Quiere realizar con todos el milagro miral, el milagro de la Fe.

¿Quieres hacer lo mismo que la mujer que padecía flujo de sangre? Ten Fe. Dios quiere suscitar la Fe en medio de la gente. La Fe da vida eterna, introduce al cielo y da sentido a nuestra vida. Sin ella, ningún milagro es posible. ¿Quieres tener Fe? Pídesela al Señor. Lo demás viene por añadidura.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 5,21-43): En aquel tiempo, Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a Él mucha gente; Él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía. 
Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré». Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de Él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?». Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’». Pero Él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante Él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad». 
Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?». Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Pero Él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.