¡Oh admirable espectáculo! Una Virgen concibe al salvador del mundo entero. Lo que en ella crece es fruto del Espíritu Santo gracias a su obediencia y aceptación. ¿Seguimos ese ejemplo?
A la virgen María le tocó dar a luz al hijo de Dios. A nosotros nos toca ser hijos de Dios en medio de esta generación. La Virgen acepta lo que viene incluido al decir que si al Ángel, nosotros estamos llamados a aceptar el sufrimiento que Dios permite para nuestra santificación. Ella, la virgen María, sabe que lo que se realizará en ella es fruto del Espíritu Santo, nosotros debemos seguir su ejemplo y reconocer que no es por nuestras fuerzas, que la gracia de Dios será la que realizará en nosotros el proyecto de salvación.
Seamos como nuestra madre la Virgen Maria. Vivamos en la presencia de Dios, haciendo siempre su voluntad.
Leer:
Texto del Evangelio (Mt 1,18-24): La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.
Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.