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El más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él

Jesús se hizo carne, murió y resucitó para que todos podamos experimentar en vida eterna. Ciertamente estuvo profetizado durante muchos años. En el antiguo testamento se concretizan muchas de estas profecías. El mismo Juan Bautista, el último de los profetas antes de Jesús, dijo que todo se había cumplido en Jesucristo. ¿qué significa eso para nosotros hoy?

Nuestro Señor se nos aparece hoy nuevamente. Nos constituye en herederos suyos, coherederos de Cristo. Nos da la gracia de ser sus hijos. Esa es la buena noticia de hoy. A pesar de nuestros pecados, el Señor nos salva y nos lleva a experimentar desde aquí la vida eterna. ¡Cuanto nos ama Dios! ¡Verdaderamente está vivo y triunfante! ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,11-15): En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas: «En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga».

¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?

La fama de Jesús se extendió por todas partes, al punto que las autoridades querían verle, conocerle, hablarle. ¿Cuál es la razón de tanto “éxito”?

Los poderes de la tierra se sorprende que alguien sencillo, cercano y pobre pueda suscitar tanta admiración. Jesús encarnaba lo que se esperaba de un hijo de Dios. Su humildad y autoridad eran dos características inseparables de su vida. El Señor nos muestra con su ejemplo el camino que debemos seguir.

¡Ánimo! El mundo se inclina ante los profetas de Dios. Tenemos al autoridad que viene de lo alto. ¡No tengamos miedo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,7-9): En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?». Y buscaba verle.

He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo

El ser elegido para algo implica algún tipo de honor. Si alguien participa de un proceso eleccionario y resulta ganador, esto implica que ha recibido un voto de confianza de aquellos que participaron en dicho proceso. Si esto ocurre para las cosas de este mundo, mayor gloria es ser elegido para ser hijo de Dios.

Las celebraciones de navidad hacen referencia al nacimiento de Jesús en la historia. De igual importancia consiste el que podamos abrir nuestro corazón para que naciendo Jesús en nuestros corazones nos hagan hijos de Dios. En estos consiste la alegria de este tiempo: nosotros pecadores podemos llegar a ser hijos de Dios.

Al hacernos partícipes de forma admirable del nacimiento de Jesús, podemos junto con Él, ser elegidos para dar gloria a Dios con nuestros actos. ¡Bendito sea el Señor que se nos ha manifestado mediante su infinito amor!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,29-34): Al día siguiente Juan ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es por quien yo dije: ‘Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él. Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo’. Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios».

Venid y lo veréis

Juan Bautista señalaba a Jesús como el Mesías. Decía que el Señor era el cordero de Dios que venía a quitar el pecado del mundo. Invitaba a sus discípulos a seguirle. Ellos fueron detrás de Él. Le preguntaban dónde vivía. Jesús de lo mostró.

¿Donde vive Jesús? Jesús habita en el corazón de aquellos que quieren hacer la voluntad de Dios. Su casa es el interior de los que renuncian a todo lo que tiene para poner su confianza en las cosas de arriba no en las de la tierra. Su morada es el alma de los hombres y mujeres que desean ardientemente la felicidad que solo Jesús puede ofrecer.

Hoy es un buen día para decirle al Señor que Si. Hoy es un excelente momento para seguir y vivir donde vive Cristo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,35-42): En aquel tiempo, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?». Ellos le respondieron: «Rabbí —que quiere decir, “Maestro”— ¿dónde vives?». Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Éste se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» —que quiere decir, Cristo—. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» —que quiere decir, “Piedra”.

Y yo le he visto y doy testimonio

Si somos llamados por Dios a ser cristianos eso quiere decir que tenemos la vocación de ser testigos del Señor. Muchos profetas, hombres y mujeres de todos los siglos, ha sido elegidos por Dios para la misión más importante: profetizar  en su nombre. ¿Cuál es la función más importante de un profeta? Dar testimonio de la verdad.

Seamos conscientes o no de eso, todos somos elegidos por Dios. Algunos a carísimas y misiones muy concretas. Otros a ser beneficiarios de esas gracias especiales otorgadas a otros. En el caso específico de los que estamos en la Iglesia tenemos una misión parecida a la de Juan Bautista: dar testimonio del cordero de Dios. Bendecir a Dios con nuestras obras y hablar de las inmensas maravillas que Él ha realizado en nuestras vidas.

El tiempo de Navidad es tiempo de bendición. Entremos en la alegría de sabernos escogidos por Dios para una misión tan grande: ser testigos de su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,29-34): Al día siguiente Juan ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es por quien yo dije: ‘Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él. Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo’. Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios».