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Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan

Muchos son los profetas que Dios pone en nuestra vida. En personas normales que se cruzan en nuestro camino y llevan un mensaje de Dios para nosotros. No tiene que ser necesariamente un sacerdote o predicador. Lo puede ser un compañero de trabajo o alguna vecina, ¿le has escuchado?

Nos hacemos los sordos ante las palabras de Dios. No queremos hacer caso a las señales que nos manda el Señor. Juzgamos a mensajero para desacreditar el mensaje. No debería ser así entre los cristianos.

Escuchemos la voz de Dios en todo. Los acontecimientos de hoy son palabra del Señor para nosotros. Es una bendición que podamos tener el oído abierto y dispuesto a cumplir su voluntad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 16,19-31): En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.

»Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’.

»Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’».

El más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él

Jesús se hizo carne, murió y resucitó para que todos podamos experimentar en vida eterna. Ciertamente estuvo profetizado durante muchos años. En el antiguo testamento se concretizan muchas de estas profecías. El mismo Juan Bautista, el último de los profetas antes de Jesús, dijo que todo se había cumplido en Jesucristo. ¿qué significa eso para nosotros hoy?

Nuestro Señor se nos aparece hoy nuevamente. Nos constituye en herederos suyos, coherederos de Cristo. Nos da la gracia de ser sus hijos. Esa es la buena noticia de hoy. A pesar de nuestros pecados, el Señor nos salva y nos lleva a experimentar desde aquí la vida eterna. ¡Cuanto nos ama Dios! ¡Verdaderamente está vivo y triunfante! ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,11-15): En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas: «En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga».

Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán

A todos se nos envían profetas, ¿eres consciente de eso? Es decir, Dios se hace presente en nuestras vidas a través de personas concretas. Solo basta que seamos lo suficientemente humildes para reconocerles.

Un amigo, un compañero de trabajo, un familiar y hasta un desconocido que un día nos dirige la palabra puede ser ese enviado de Dios Padre que nos entrega un mensaje de parte de Dios.

El Señor habla a través de profetas. Nunca rechazamos sus mensajes. No seamos hipócritas que se creen mejores que los demás y no hay quien pueda hablarles. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,47-54): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo la Sabiduría de Dios: ‘Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán’, para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación. ¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido».

Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas, buscando, con insidias, cazar alguna palabra de su boca.

A quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia

¿Cuál es la misión del cristiano? A los que nos toca evangelizar, ¿tenemos alguna situación de privilegio? Juan El Bautista nos ilumina con sus respuestas.

Los que tenemos la Fe cristiana estamos llamados a dar testimonio de Jesús con obras y acciones. No somos los protagonistas de la salvación de nadie. El centro de toda conversión y plan salvífico es Jesús y nadie más.

Juan Bautista, que tenía una buena y extraordinaria fama, lejos de aprovecharse de las ventajas que pueda proveerle su misión, mostrando verdadera humildad, dijo a todos que él era un simple servidor de una misión mucho más grande que él.

¡Ánimo! Que en este nuevo año, Dios nos de el Espíritu del Bautista. Humildad y sencillez en todo.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,19-28): Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron adonde estaba él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?». El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo». Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?». El dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el profeta?». Respondió: «No». Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Dijo él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías».

Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán

Son muchas las vías a través de las cuales Dios nos habla y nos llama a conversión. Los acontecimientos de cada día, personas que nos hablan de parte de Dios, y algunos inconvenientes que debemos sufrir cada día. En fin, el Dios que humilla y enaltece, nos hace experimentar su presencia mediante diversas formas.

El Señor envía profetas a nuestra vida. Son personas normales, pecadoras, con muchas fallas pero vienen de parte de Dios. Traen la palabra de Dios para nuestra conversión, ¿qué haces cuando les escuchas? ¿Los asesinas? ¿Dices que no tienen derecho a meterse con tu vida?

Pidamos a Dios reconocer a sus enviados y hacer lo que dicen. Solo así dará fruto el mensaje divino en nuestras vidas.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,47-54): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo la Sabiduría de Dios: ‘Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán’, para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación. ¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido».

Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas, buscando, con insidias, cazar alguna palabra de su boca.

Por sus frutos los reconoceréis

Las personas que han teñido experiencia rural saben muy bien cómo hacer producir la tierra. Sin su valioso trabajo la humanidad no podría vivir. El campo nos alimenta y mantiene vivos.

Cuando se tiene una buena cosecha se benefician los agricultores y a todos nos ayuda comer del fruto de su trabajo. Es por eso que Jesús toma esta figura y da una fuerte palabra para nuestras vidas.

Dice el Señor que seamos como el árbol bien plantado, sano y que produce un buen fruto. Si estos es así el árbol cumple con su cometido y todos los demás nos beneficiamos de lo que da.

Seamos árboles buenos que dan frutos buenos. El fruto bueno es el amor a todos y todas que se hace presente a través de las obras de vida eterna que Dios nos concede realizar por medio de su gracia.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,15-20): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis».

La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido

En la vida se le da verdadera importancia a pocas cosas. Si queremos saber que es lo realmente importante basta verificar que tiempo se dedica o cuanto dinero se invierte en eso. Muchas veces nos equivocamos y no nos damos cuenta de lo que realmente importa en nuestra vida.

El Señor nos envía ángeles a nuestra vida y no precisamente con alitas y vestidos de blanco. Son personas y acontecimientos que tienen el poder de hacernos mejores, fortalecernos, sanarnos y salvarnos. No necesariamente tienen que tener apariencia de bien. Lo que si producen en nosotros son buenos frutos de amor y paz.

Jesús fue enviado a su viña y le rechazaron. Los hombres de su tiempo no entendieron el mensaje. Rechazaron sin darse cuenta el amor de Dios. ¡Qué no nos pace s nosotros lo mismo!

Acoge con humildad y corazón abierto a esas personas o acontecimientos que te llevan a Dios. Solo así puedes encontrar la felicidad que Dios quiere para tí.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 12,1-12): En aquel tiempo, Jesús comenzó a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó. 
»Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero aquellos labradores dijeron entre sí: ‘Éste es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia’. Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña. 
»¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: ‘La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?’».
Trataban de detenerle —pero tuvieron miedo a la gente— porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron.

A mi hijo le respetarán

Cuando Dios crea al hombre y la mujer lo pone en un jardín. Esto es símbolo de que el querer del Señor es que seamos felices; es decir, que tengamos vida eterna. El gran dilema es que muchas veces preferimos otras cosas. No nos interesa la oferta de felicidad que nos hace Dios. Queremos mejor hacer con nuestra vida otras cosas. Nos centramos en hacernos de cosas aquí en este mundo.

La escritura cuenta una parábola en la que son enviados profetas a un pueblo que rechaza esta oferta. “Matamos” al mensajero y al mensaje cuando no le hacemos caso o cuando rechazamos el camino de la vida para seguir nuestro propio sendero.

En esta cuaresma el Señor nos invita a acoger el llamado de conversión de su enviados. La Iglesia te invita a ayunar, ayuna. Te invita a dar limosnas, da limosna. Te invita a orar, ora siempre y sin desfallecer.

¡Animo! Tenemos la oportunidad de acoger al Señor en nuestros corazones. Este es el tiempo favorable, el día del Señor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 21,33-43.45-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: ‘Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia’. Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?». 


Dícenle: «A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo». Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos». 


Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta.

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

Un comportamiento clásico entre los seres humanos es que siempre estamos pendientes de lo malo y no de lo bueno. Tenemos una inclinación “natural” a mirar el vaso medio vacío en vez de medio lleno. Esta es la peor actitud que un hombre o mujer puede tener.

Jesús desarrolló su actividad en su pueblo. Su anuncio del Reino de los Cielos estaba dirigido fundamentalmente a los “hijos de Israel”. Resulta que su pueblo, en una inmensa mayoría, lo rechazó. De esta realidad se habla mucho en las escrituras.

Todo lo que se dice en la escritura se cumple hoy en nuestras vidas. Podemos tener y hemos tenido en diversos momentos de nuestra vida la misma actitud de los judíos de aquel tiempo. Podemos, queriendo o no, rechazar las enseñanzas de nuestro Señor con nuestras obras.

Si no perdonas, amas y sirves a tu prójimo estamos “matando” a Jesús nuevamente. Este prójimo es cercano… Esposa, hermano, madre, compañero de estudio o de trabajo… Incluye a tus enemigos también. ¡Ánimo! Hoy puede ser un nuevo día. Hoy puedes aceptar el mensaje de Jesús como Él espera que lo hagas.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 13,31-35): En aquel tiempo, algunos fariseos se acercaron a Jesús y le dijeron: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte». Y Él les dijo: «Id a decir a ese zorro: ‘Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado. Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén’.

»¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra casa. Os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!».

Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír

Las apariencias engañan. Nos inclinamos con facilidad a juzgar las cosas por como se ven externamente. Son nuestros sentidos los que nos permiten hacernos de una primera impresión. Muchas veces estos sentidos externos nos fallan. Veamos.

Jesús es para el mundo lo que es. El hijo de José y María. Vivió en un pueblo no muy importante y de una familia sin riquezas ni prestigio. Un don nadie que ahora, según ellos, pretende ser un elegido de Dios.

Lo maravilloso de este relato es que Dios eligió precisamente esta realidad para mostrar su gloria. El Señor elige lo que no es para mostrar lo que es. Algunas personas del tiempo de Jesús no lo entendieron.

Dios elige a lo que no es. ¿Quién de nosotros puede decir que es importante a los ojos del mundo? Hemos sido elegidos porque no somos la “elite” social de nuestra sociedad. Somos pobres pecadores que por nuestra apariencia podríamos ser considerados nada.

Esta es la buena noticia de hoy. Nos van a despreciar, acusar, difamar e injuriar. Sepan todos que hemos sido elegidos para eso. Para liberar, con nuestro amor y padecer, a los pobres de sus esclavitudes. Para dar vida y alegría a los que como nosotros, no son reconocidos por esta sociedad que sólo mira las apariencias.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,16-30): En aquel tiempo, Jesús se fue a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor».

Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en Él. Comenzó, pues, a decirles: «Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír». Y todos daban testimonio de Él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?». Él les dijo: «Seguramente me vais a decir el refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria». Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de verdad: muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio».

Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero Él, pasando por medio de ellos, se marchó.