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He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo

El ser elegido para algo implica algún tipo de honor. Si alguien participa de un proceso eleccionario y resulta ganador, esto implica que ha recibido un voto de confianza de aquellos que participaron en dicho proceso. Si esto ocurre para las cosas de este mundo, mayor gloria es ser elegido para ser hijo de Dios.

Las celebraciones de navidad hacen referencia al nacimiento de Jesús en la historia. De igual importancia consiste el que podamos abrir nuestro corazón para que naciendo Jesús en nuestros corazones nos hagan hijos de Dios. En estos consiste la alegria de este tiempo: nosotros pecadores podemos llegar a ser hijos de Dios.

Al hacernos partícipes de forma admirable del nacimiento de Jesús, podemos junto con Él, ser elegidos para dar gloria a Dios con nuestros actos. ¡Bendito sea el Señor que se nos ha manifestado mediante su infinito amor!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,29-34): Al día siguiente Juan ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es por quien yo dije: ‘Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él. Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo’. Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios».

Y yo le he visto y doy testimonio

Si somos llamados por Dios a ser cristianos eso quiere decir que tenemos la vocación de ser testigos del Señor. Muchos profetas, hombres y mujeres de todos los siglos, ha sido elegidos por Dios para la misión más importante: profetizar  en su nombre. ¿Cuál es la función más importante de un profeta? Dar testimonio de la verdad.

Seamos conscientes o no de eso, todos somos elegidos por Dios. Algunos a carísimas y misiones muy concretas. Otros a ser beneficiarios de esas gracias especiales otorgadas a otros. En el caso específico de los que estamos en la Iglesia tenemos una misión parecida a la de Juan Bautista: dar testimonio del cordero de Dios. Bendecir a Dios con nuestras obras y hablar de las inmensas maravillas que Él ha realizado en nuestras vidas.

El tiempo de Navidad es tiempo de bendición. Entremos en la alegría de sabernos escogidos por Dios para una misión tan grande: ser testigos de su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,29-34): Al día siguiente Juan ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es por quien yo dije: ‘Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él. Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo’. Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios».