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Yo soy la luz del mundo

Ya se acerca la semana más importante del año. Dentro de pocos días tendremos la bendición de celebrar una vez más el misterio de nuestra salvación. Si nos hemos preparado bien en esta cuaresma podremos avivar nuestra Fe y crecer en el conocimiento del amor de Dios.

La pascua es el tiempo litúrgico en el que los cristianos celebramos la victoria sobre la muerte. Hacemos presente que la luz triunfa sobre la oscuridad. Y eso podemos afirmarlo porque solos testigos de este misterio.

Con nuestras vidas podemos testimonear que Dios tiene el poder de devolvernos a la vida. Esa es la clave de nuestra felicidad, de la celebración de los próximos días. ¡Victoria!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 8,12-20): En aquel tiempo, Jesús les habló otra vez a los fariseos diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida». Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale». Jesús les respondió: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio vale, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado. Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí».

Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?». Respondió Jesús: «No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre». Estas palabras las pronunció en el Tesoro, mientras enseñaba en el Templo. Y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.

El que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído

Repetimos: la resurrección es una experiencia de la que podemos dar testimonio. Alguno preguntará, ¿y cómo se puede dar testimonio de algo que ocurre después de morir? Si no hemos muerto jamás, ¿cómo podemos dar testimonio de la resurrección?

Cuando en la Iglesia se dice que somos testigos de su muerte y resurrección es porque en alguna medida hemos dado muerte al hombre viejo y hemos dado paso al hombre nuevo nacido del Espíritu Santo. Por el bautismo, los sacramentos, las experiencias divinas y otras cosas más, tenemos la oportunidad de experimentar un pedacito de cielo aquí en la tierra.

Seamos espirituales. Hombres y mujeres que tienen su corazón puesto en las cosas del cielo, no es las de la tierra.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 3,31-36): El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él.

Vosotros sois testigos de estas cosas

El testimonio de los discípulos fue tan fuerte que creó un antes y un después en la historia de la humanidad. La resurrección del Señor causó una gran revolución. El mundo ya no fue igual. ¿Por qué?

Aunque algunos digan que no, todos tenemos temor a la muerte. Cuando pensamos en la muerte física de un ser querido o la propia muerte nos sentimos temerosos y asustados. Una angustia nos invade con el solo hecho de pensar que un día no existiremos. Imaginen la alegría que experimenta un condenado a muerte cuando se le anuncia que no morirá jamás. Este es el centro de nuestro testimonio de Fe.

Cuando hemos vivido la resurrección espiritual y conocido el amor de Dios podemos afirmar que si Él nos ama, jamás querrá nuestra muerte en ningún sentido. Así que alegría hermanos! CRISTO HA RESUCITADO para que tú nunca experimentes la muerte. Él ha vencido las tinieblas y tristezas para que tú seas feliz. Animo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 24,35-48): En aquel tiempo, los discípulos contaron lo que había pasado en el camino y cómo habían conocido a Jesús en la fracción del pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero Él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo». Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?». Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos. 
Después les dijo: «Éstas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: ‘Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí’». Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas».

Y yo le he visto y doy testimonio

Si somos llamados por Dios a ser cristianos eso quiere decir que tenemos la vocación de ser testigos del Señor. Muchos profetas, hombres y mujeres de todos los siglos, ha sido elegidos por Dios para la misión más importante: profetizar  en su nombre. ¿Cuál es la función más importante de un profeta? Dar testimonio de la verdad.

Seamos conscientes o no de eso, todos somos elegidos por Dios. Algunos a carísimas y misiones muy concretas. Otros a ser beneficiarios de esas gracias especiales otorgadas a otros. En el caso específico de los que estamos en la Iglesia tenemos una misión parecida a la de Juan Bautista: dar testimonio del cordero de Dios. Bendecir a Dios con nuestras obras y hablar de las inmensas maravillas que Él ha realizado en nuestras vidas.

El tiempo de Navidad es tiempo de bendición. Entremos en la alegría de sabernos escogidos por Dios para una misión tan grande: ser testigos de su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,29-34): Al día siguiente Juan ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es por quien yo dije: ‘Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él. Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo’. Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios».