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Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras

La sabiduría, que es Cristo, se puede conocer por sus obras. Muchos la rechazan, otros la acogen con entusiasmo y humildad. Los que quieren tener vida eterna saben reconocer a Jesús donde está. Los que no les interesa la sabiduría que viene de Dios no la encontrarán nunca.

En este adviento estamos invitados a abrir nuestro corazón a la sabiduría divina. Es una sabiduría que sabe ver la presencia de Dios en todos los acontecimientos de la vida. Sabiduría que nos ayuda a aceptar el sufrimiento y ser purificados interiormente. ¡Ánimo! ¡Nunca dudemos del amor de Dios!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,16-19): En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: «¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado’. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: ‘Demonio tiene’. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras».

Mi casa será casa de oración

Sucede a veces que hacemos de las cosas santas instrumentos a nuestro servicio personal. Podemos estar en la Iglesia y utilizarla para proyectos personales o económicos. El Señor corrige siempre esta desviación.

En algún momento Jesús entra en el templo y contempla con molestia como se han aprovechado de las cosas de Dios para hacer negocios. Este es el mismo comportamiento de aquellos que en nombre de Dios justifican violencias o injusticias.

Las cosas de Dios son buenas porque nos hacen amar a todos y todas. La casa de Dios es para estar en comunicación con Él y hacer la voluntad suya. Espero que hoy podamos tener la gracia de estar a disposición de su amor

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,45-48): En aquel tiempo, entrando Jesús en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: ‘Mi casa será casa de oración’. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!». Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.